Hay situaciones en las que la tecnología puede convertirse en la «tercera
que incomoda», ocupando espacios y momentos que no necesitarían su
mediación. La tecnología deja de estar «al servicio» de nuestras relaciones
cuando, en lugar de actuar como puente, se interpone entre las personas.
Veamos algunos ejemplos.

¿Cuándo actúa como puente la tecnología?

Vimos

la grandeza de la tecnología durante esta pandemia

; hemos apreciado su capacidad para mantener cercanas a personas distantes,
por ejemplo, a través de videollamadas.

Fuimos testigos de fiestas de graduación a través de Skype; hemos
intercambiado sonrisas, miedos, cariño, quizá desde la cama de un hospital.

Mantuvimos vivos los lazos, pudimos abrazarnos virtualmente, aunque
estábamos lejos por pasar la cuarentena, o no poder viajar.

La tecnología mostró su potencial en estas circunstancias: porque fomentaba
los vínculos, en vez de socavarlos.


¿Cuándo, en lugar de unirnos, la tecnología se interpone entre
nosotros?

Hay ocasiones en las que delegamos en la tecnología tareas que no le
corresponden, y dejamos que invada espacios que no son suyos.

¿Un ejemplo?

Padres que no leen a sus hijos un cuento antes de dormir, trasladando
esta tarea a Alexa

, el dispositivo de Amazon cada vez más popular.

En este caso, la tecnología no une, sino que divide. Estamos en la misma
casa, y dejamos que un robot haga algo que enriquecería la relación con
nuestros hijos.

Alexa: la voz metálica que sustituye a papá y mamá

Una investigación británica ha revelado que, a pesar de que la voz de Alexa
es metálica y nada expresiva, más de una cuarta parte de los padres
encuestados en

un estudio

encargado por Charity Book Trust (una organización de voluntariado
británica que promueve la lectura infantil) confían en Alexa o en otras
apps, para que les cuenten un cuento a sus hijos y no tener que hacerlo
ellos. En muchos casos, también se utilizan las tabletas o los teléfonos
móviles para dormir a los niños, lo que no es recomendable para el sistema
nervioso (las pantallas no favorecen el descanso).

¿La razón? Cansancio o demasiados compromisos de los adultos.

Así es como crece la adicción a la tecnología, incluso en horas nocturnas.

El estudio

La encuesta de Charity Book Trust se realizó preguntando a 1.000 padres del
Reino Unido con hijos menores de 10 años, con el fin de saber si leer
cuentos a los niños antes de dormir seguía formando parte de la rutina
familiar, como un rato para compartir con los hijos.

Los resultados revelaron que muchos padres confían a la tecnología este
tipo de actividad. Aunque casi la mitad (49%) afirma que quiere compartir
un cuento con sus hijos cada noche, sólo el 28% lo consigue. Tres de cada
diez (31%) afirman que el trabajo o los desplazamientos les impiden llegar
a casa a tiempo, mientras que uno de cada cinco considera simplemente que
está «demasiado ocupado».

Uno de cada cuatro (26%) afirma haber probado a utilizar la tecnología como
asistente virtual para los cuentos antes de dormir.


Leer con los niños refuerza el vínculo con ellos y fomenta muchas áreas
de desarrollo

La presidenta de Book Trust, Gemma Malley, explica que a los padres les
resulta «cada vez más difícil» encajar en sus apretadas agendas los cuentos
antes de dormir.

«Sé por experiencia que puede ser tentador sustituir la lectura en voz alta
por un dispositivo, pero cambiar libros por tecnología puede tener
profundas consecuencias. En realidad, sólo diez minutos al día de leer
juntos un libro marcan la diferencia».

Leer un cuento en voz alta a tus hijos tiene beneficios que no debemos
desaprovechar: no sólo aumenta la intimidad entre el niño y el adulto, sino
que también ayuda a desarrollar el lenguaje, la resiliencia, la confianza y
la imaginación.

Leer a los niños estimula el cerebro y mejora el desarrollo del lenguaje,
enriqueciendo su vocabulario; estimula sus habilidades sociales y crea en
el niño el hábito de escuchar.

En definitiva, quizá sea mejor apagar Alexa, al menos durante la noche;
desconectar de todo y de todos, aunque sea durante veinte minutos, y
disfrutar de un momento único e insustituible, como es leer a los niños un
cuento antes de dormir.

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