El desarrollo de los nuevos medios digitales (especialmente Internet y teléfonos móviles) exige una nueva mediación educativa por parte de los padres, diferente de la que realizaban con la televisión. Lo sostiene Lynn Schofield, profesora asociada de la Universidad de Denver, en su estudio sobre Parental Mediation (“Parental Mediation Theory”, en Communication Theory, vol. 21, 2011, pp. 323-34).

Los padres, además de guiar las relaciones que los hijos establecen con los nuevos medios, comparten y aprenden conocimientos, puesto que también para ellos se trata de un terreno en permanente cambio que afecta profundamente a la familia, no sólo en cuanto al impacto de los contenidos sino a las relaciones interfamiliares.

Según la autora, inicialmente, antes de la era digital, los estudiosos estaban interesados en analizar las modalidades desarrolladas por los padres para tratar de mitigar los efectos de los medios en sus hijos.
En este contexto, además de sugerir limitar el tiempo dedicado a la televisión, y estudiar con atención el modo en que las cadenas modelaban los deseos de los niños por productos comerciales, los especialistas notaron la importancia del papel de los padres como agentes de la socialización de los hijos en el uso de los medios. Los expertos empezaron a utilizar el término “parental mediation” para expresar ese papel esencial que tenían los padres en la gestión y regulación las experiencias de sus hijos con la televisión.

Pero Schofield sostiene que la teoría de la parental mediation tiene algunos límites. Esta teoría es, a su juicio, un híbrido de una teoría de la comunicación que, aunque radicada primariamente en los efectos sociológicos y psicológicos de los medios, incorporaba como puntos de apoyo la importancia de la comunicación interpersonal entre padres e hijos. El primer límite de esta teoría es que nació muy ligada a una tradición de estudio sobre los efectos de los medios y, por tanto, los estudiosos tienden a concentrarse en los efectos negativos que los medios tienen en el desarrollo del proceso cognitivo de los hijos, olvidando otras modalidades en que los padres los emplean para objetivos educativos y familiares positivos, no directamente relacionados con los medios. Además, sostiene la autora, se ha prestado poca atención a las presiones sociales que sufren los padres sobre el modo en que deben ejercitar su papel de mediación, un aspecto que es muy importante. El segundo límite de esta teoría es que prestaba poca atención al periodo de la adolescencia, donde las relaciones padres e hijos cambian notablemente.

Un tercer límite es que los investigadores se han orientado fundamentalmente hacia la televisión porque era el medio que mayor fuerza social había adquirido, pero los cambios actuales requieren ampliar el objeto de estudio. Es necesario profundizar en cómo esta teoría se podría aplicar en relación a los medios digitales, ordenadores, teléfonos móviles u otros instrumentos en grado de ofrecer programas, juegos, información, entretenimiento…

Los estudios precedentes sobre la mediación de los padres consideraban tres modos de ejercerla:

a) Mediación activa (active mediation): implica las frecuentes conversaciones e intercambio de impresiones que los padres realizan con los hijos sobre el contenido de lo que ven en televisión. Es la más eficaz porque desarrolla la capacidad de juicio autónomo y sentido crítico y disminuye el impacto de los contenidos negativos de algunos programas, además de acrecentar el interés por el uso de los medios en asuntos públicos. Esta mediación tiene efectos positivos que van más allá del empleo de los medios porque están vinculados a objetivos esenciales de la familia en sí: reducen los conflictos familiares, generan mayor estabilidad y favorecen la socialización y las relaciones interfamiliares.

b) Mediación restrictiva (restrictive mediation): supone el establecimiento de unas normas y reglas en la utilización de la televisión por parte de los niños. Los estudios muestran que existe el riesgo de generar cierta tensión en la relación con los padres o despertar un deseo por conocer lo que se prohíbe. Las reglas sin más no parecen ser un elemento educativo en sí porque es necesario que los menores incorporen esos criterios internamente, para actuar en el futuro conforme a ellos.

c) Mediación de presencia (co-viewing): es una de las más frecuentes, junto a la primera, y consiste en compartir el uso de los medios sin intervenir.

Aunque estas son las tres formas de mediación más frecuente señaladas por algunos autores, es preciso señalar que muchos padres y educadores renuncian a su papel de mediación o no lo ejercitan. Entre los posibles motivos, algunos estudios sugieren que los padres tienden a sobrevalorar la influencia que los medios tienen en otros niños y a minusvalorar la influencia que tienen en los propios hijos. Es frecuente que un padre vea a su hijo más maduro que a sus coetáneos y con mayor capacidad para desarrollar progresivamente un criterio propio sobre los contenidos de los medios. Además, los hijos cada vez pasan más tiempo con los medios electrónicos y menos con los padres, por lo que parece importante determinar los contextos donde se produce la mediación.

Para encontrar vías que corrijan esos límites la profesora Schofield, repasa algunos estudios etnográficos sobre el contexto familiar en el que se produce la relación con los medios (con las consiguientes implicaciones en la organización del núcleo familiar y en las relaciones entre los miembros: horarios de coincidencia, temas, criterios…). También analiza recientes estudios en el campo de la sociología de las emociones y relaciones entre adultos y niños, y en el campo del aprendizaje situacional. Esos estudios proponen dedicar una mayor atención en las necesidades que tienen los niños y en sus intereses, viendo la mediación desde esta perspectiva.

Como conclusión, la autora propone añadir un cuarto modelo, el participatory learning o “aprendizaje participativo”, que tendría en cuenta esos avances recientes de la sociología. El aprendizaje participativo, defiende la autora, sería una cuarta estrategia que podrían emplear los padres para educar los hijos teniendo en cuenta los nuevos medios. De este modo se evitarían modalidades de mediación que sólo serían eficaces con los medios precedentes, como la televisión, pero no con los actuales. Esto implica un cambio en el modo de educar.
Comporta el desarrollo de una actitud nueva en la que los padres también se forman, una actitud que implica aprender de los medios y de los propios hijos, haciendo un uso común de ellos. Los hijos pueden encontrar peligros en las nuevas tecnologías pero pueden también desarrollar nuevas capacidades, fortalecer relaciones personales, generar creatividad individual y en grupo, e incluso adquirir conocimientos.

El artículo es interesante para quien desea encontrar argumentos científicos sobre el modo de educar los hijos al uso de los medios. El límite es que no se ofrecen orientaciones prácticas, sólo teóricas. Además, no se señala explícitamente que la posible renuncia de los padres a tener un papel activo en la educación podría tener otro motivo también: los cambios producidos en los medios son tan grandes y constantes que se sienten poco preparados para ofrecer una orientación a los propios hijos.

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