Entre las consecuencias derivadas del Covid en el último año, encontramos un aumento considerable del consumo de contenidos pornográficos. Dicho aumento ha sido señalado por una investigación, realizada por el instituto Eumetra y Pornhub (conocida página web que difunde pornografía), y publicada por la agencia de noticias Adnkronos.

En el país donde vivo, Italia, en el momento del cierre, una gran parte de la población (37%) ha “renunciado al sexo” por miedo a contagiarse o debido a las restricciones de movimiento, favoreciendo así las visitas a páginas web pornográficas. Para más de 8 millones de italianos, el porno ha representado una vía de escape para la frustración, el miedo, la ansiedad o las restricciones.

¿Por qué uno de cada siete italianos ha tenido que refugiarse en el porno para hacer frente a las dificultades relacionadas con la pandemia?

Ya anteriormente, en el artículo

Pornografía: el problema es la anorexia relacional, publicado en Family and Media, hemos intentado dar una respuesta a la pregunta de por qué la gente siente la necesidad de consumir contenidos pornográficos.

Sinceramente y sin juzgar a nadie, creemos que no es tanto el Covid, sino la ausencia de “relaciones reales” y auténticas la causa que nos lleva a engancharnos a vídeos donde las personas son tratadas como cosas o a vivir la esfera íntima como un “intercambio de prestaciones”, en vez de considerarlo como un vínculo indisoluble entre dos personas que se pertenecen primero en el corazón. Es la falta de autoestima profunda, de amistades sinceras, de compartir, de comunión, de relaciones bonitas y constructivas lo que lleva a llenar los vacíos de esta manera. En pocas palabras, y perdonadme la crudeza, “si no tengo amor, me conformaré con el sexo”.

El Covid ha llenado los bolsillos de los que venden contenidos pornográficos

Es claro que la verdadera razón de la fuga hacia el porno no se debe al Covid pues ya incluso antes de la pandemia las cifras eran asombrosas: leí que “se necesitarían 68 años para ver todos los vídeos subidos a Pornhub”.
Sin embargo, es interesante analizar la investigación publicada por Adnkronos para entender la magnitud del fenómeno y ver más claramente cómo una situación dolorosa como la pandemia ha permitido, a quienes trabajan en la industria del porno, lucrarse con la soledad de la gente.

Durante el cierre de primavera, el tráfico en Pornhub procedente de Italia aumentó una media del 30% al día. En relación a este crecimiento, que es indicativo del crecimiento general del sector, el 8% de los encuestados vio por primera vez este tipo de páginas en pareja, durante el cierre.

Además, en el mismo periodo, el 10% de los encuestados afirmó haber descubierto nuevos géneros de contenido pornográfico.

El año pasado, en marzo de 2020, en medio de la emergencia sanitaria más grande del siglo, la plataforma Pornhub daba acceso gratuito a sus contenidos.

¿Un gesto “caritativo”? ¿Una forma de “consolar”, “aliviar el sufrimiento”, “distraer” a hombres y mujeres encerrados en casa y con miedo? ¿O una excusa para “fidelizar a los nuevos usuarios”, “hacerlos dependientes” y hacerles pagar -más tarde- la factura de sus debilidades?

Ahora están recogiendo los frutos de lo que han sembrado astutamente.

Muchas tiendas han bajado sus persianas para siempre, muchas han tenido que reducir el número de empleados (¡sólo en Italia se han perdido casi un millón de puestos de trabajo en un año!) pero las empresas del sector pornográfico, por desgracia, han logrado hacer fortuna.


El valor de defender la dignidad del ser humano y su cuerpo

Una amiga me contó que hace muchos años, en Asís, escuchó el testimonio de un hombre que tenía un videoclub. Tras convertirse al cristianismo y haber comprendido plenamente la gran dignidad del ser humano, decidió eliminar de su tienda todas las películas de contenido pornográfico.

¿Resultado? El videoclub empezó a tener muchos problemas económicos, pero el hombre no se arrepintió. Y terminó cerrando el negocio.

Parece una historia con final triste. Como católica, mi amiga esperaba que Dios le hiciera duplicar sus ventas. En cambio, tuvo que cambiar de trabajo.

Pero, ¿podemos decir realmente que no hubo recompensa? ¿O simplemente Dios recompensó a este hombre de una manera diferente a la lógica humana? Seamos realistas: casi todos los videoclubs han cerrado de todos modos, con la llegada de Internet y las plataformas, y hubiera habido que buscar un nuevo trabajo igualmente. Sin embargo, antes de que esto pasara, él tuvo la oportunidad de hacer una elección fuerte, valiente e iluminadora. Quién sabe si otros, siguiendo el ejemplo de personas como él, no sienten hoy el deseo de renunciar a algo para dejar de explotar las debilidades humanas.

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