Cómo proteger a nuestros hijos de Jonathan Galindo y similares: un kit de supervivencia online
Las facciones son las de Goofy, el famoso personaje de Disney, pero distorsionadas: Jonathan Galindo, en efecto, presenta en el rostro una mueca burlona y unos ojos inquietantes, casi hipnotizantes. Un Goofy en versión terrorífica, fruto de la macabra fantasía del creador de videos americano Samuel Canini.
Jonathan Galindo: ¿de qué se trata?
La imagen, que data de 2012, fue utilizada inicialmente por su creador para la producción de películas pornográficas, pero recientemente se ha convertido en el símbolo de un nuevo y peligroso juego online, en el que podrían haber caído niños de 11 a 13 años en diferentes lugares del mundo.
Después del fenómeno de Blue Whale, del que hemos hablado en nuestro portal, he aquí otro “desafío”, que puede atentar contra la vida de los menores, del que, sin embargo, se ha disociado enérgicamente el creador de este personaje.
En México, en 2017, surgió el primer perfil social con este Goofy deformado, que llegó luego a la India, Vietnam, España, Brasil y, recientemente, Italia.
El mecanismo del juego
Detrás de las diferentes cuentas con esta imagen, se pueden esconder personas maliciosas que atraen a los niños a chats, invitándoles a “un juego” con ellos. El reto conduciría, a continuación, a cometer
actos de autolesión, y llegaría incluso a inducir al suicidio o al homicidio.
En Italia se desató la alarma tras un trágico y escalofriante suceso asociado con este nuevo “challenge”, ocurrido a finales de septiembre de 2020: el suicidio de un niño de once años en la región de Nápoles. Al parecer, el niño escribió un mensaje a su madre diciendo que debía seguir al “hombre de la capucha”, y después se tiró por la ventana del piso.
Los detalles de este asunto no están todavía claros, y los investigadores que se ocupan de las pesquisas no se pronuncian: no se ha comprobado aún si la figura de Jonathan Galindo ha influido en el caso.
Tampoco está claro quién y qué se esconde detrás de este seudónimo, qué difusión tiene, cuál es su radio de acción, dónde termina la realidad y dónde comienza la “leyenda”.
En todo caso, es necesaria la prudencia en la red: porque los malintencionados verdaderamente existen.
Por esto se ofrece a padres y educadores algunas ideas para prevenir este tipo de incidentes.
Un kit de supervivencia en línea
En el mundo no sólo hay buenas personas… ni tampoco en Internet. Y hay muchas “enfermedades” que se pueden contraer en la web. Una de la que debemos defendernos es la “seducción online“.
Enseñamos a nuestros niños a “desconfiar” de los extraños, a no irse con uno de ellos, a no subirse a un coche o aceptar comida de desconocidos. Hoy, sin embargo, los “desconocidos” están también en el mundo virtual.
Es necesario conocer los peligros y dotarse de un verdadero “kit de supervivencia” en el mundo online.
Para ir al monte hace falta un kit (botas y ropa adecuados, agua suficiente, comida y equipo para los senderos más empinados); para ir a la playa es necesario un buen equipo (traje de baño, protector solar para no quemarse la piel, toallas para secarse); del mismo modo, para “ir” a Internet hay que llevar el equipo adecuado.
No podemos dejar que un niño de diez años se vaya solo al mar o a la montaña. Y también debemos saber que Internet no es un lugar más seguro que el mar o la montaña. Presenta peligros diferentes, pero hay que tenerlos en cuenta.
Si nos preocupamos de que nuestro hijo no se caiga por un precipicio en la montaña, preocupémonos también de que no caiga en estas trampas digitales…
Algunas reglas básicas para evitar la seducción
1. Ser conscientes de que el “mal” no tiene límites. Desde hace años, si una empresa no está en Internet, si no aparece ahí, prácticamente no existe. ¿Y si esta realidad también la usan quienes quieren hacer daño a nuestros hijos? Esto es, si quieren engañarles, si quieren hacerles daño, han de estar donde sea más fácil “secuestrarlos”. ¡Vigilemos!
2. En el monte llevamos a los niños por caminos adaptados a su edad: si queremos “llevar por Internet” a nuestros hijos, debemos elegir también “los caminos” (las webs, los juegos, los tiempos, cuándo salir y cuándo volver, teniendo en cuenta la edad). Los niños atraídos por estos malvados nunca tienen más de trece años. Por lo tanto, antes de esa edad, nuestros hijos ni siquiera deberían estar en las redes sociales.
3. En el monte caminamos a su lado, ¡no los dejamos ir solos! También estaremos a su lado en Internet… ¡Un niño no debe navegar por Internet sin la supervisión de un adulto!
4. En el monte explicamos cuáles son los peligros y decimos a nuestros hijos en qué dirección se puede ir, y en cuál no. Explicamos los riesgos, les decimos que tengan cuidado ante un precipicio. También les explicaremos que hay peligros en Internet, les enseñaremos que no se deben aceptar solicitudes de amistad de extraños, que si alguien entra en contacto con ellos por correo electrónico o por cualquier otro modo, deben decírselo inmediatamente a sus padres, para bloquear el contacto. Todo lo que normalmente hacemos en nuestra vida offline (si un extraño se acerca a nuestro hijo y le pide que se suba a su coche, se lo decimos a la policía…), hay que hacerlo en el mundo online.
La “prevención” desde el punto de vista psicológico
Otra pregunta que podríamos hacernos es: ¿cómo conseguir que estos juegos no atraigan a los niños?
Los niños tienden a caer en estas trampas porque son inseguros y buscan “ser apreciados”. Quienes atraen a los niños, para inducirlos a hacer lo que desean, los animan y alaban. El trabajo del padre y del educador será lograr que el niño no sienta la necesidad de esos halagos. Es importante, por ejemplo:
1. No des por sentado que el niño conoce lo valiosa que es su vida, que sabe que vale muchísimo a los ojos de Dios, de su padre, de su profesor. No des por descontado que sabe que tiene que proteger su existencia y la de los demás. Debemos decir a los niños que son muy valiosos, que sus amigos lo son, y que nadie “puede tocarlos”. Hay que educar la mirada de los niños, para que comprendan que valen muchísimo y que nadie tiene derecho a pedirles algo que les haga sufrir.
2. Hablarles en términos que sean capaces de entender (sin asustarlos) de estos fenómenos…No se trata de machacarles la cabeza, sólo de ponerles en guardia. No tanto como para que tengan pesadillas, pero sin que tampoco estén completamente a oscuras. Deben tener la información básica, lo suficiente para darse cuenta de que alguien los está engatusando, si eso pasa.
3. Dar un mensaje clave: ” si alguien te pide que te lastimes, ¡no te quiere! Sea un amigo o un extraño. El que te quiere cuida de ti, de tu salud, de tu cuerpo y de tus sentimientos. Nadie, si te quiere, te hará daño. ¡Y ante todo, tú debes quererte y respetarte!”.