Nunca pensé que aprendería algo importante sobre la educación de una película de dibujos animados. Pero sorprendentemente sucedió durante el período de aislamiento causado por el Covid.

Estoy hablando de Bing, la cinta de dibujos animados del momento, una de las más populares y queridas por los menores de seis años. Es una serie inglesa producida por Acamar Films, Brown Bag Films, Tandem Films y Digitales Studios, creada por Ted Dewan y emitida en el Reino Unido en 2014. En Italia se emitió por primera vez en Rai Yoyo en 2018.


Los problemas de los niños se deben tomar en serio

El protagonista es un conejito en edad de preescolar, que se enfrenta a la vida cotidiana típica de un niño: momentos de juego, nuevos descubrimientos, obstáculos, dificultades, miedos, decepciones, riñas con compañeros.

A los ojos de un adulto, esas situaciones pueden parecer mínimas (como perder su peluche favorito o la pelea por el columpio), en cambio son las que marcan la vida de los más pequeños. Y la respuesta del adulto en esas situaciones condiciona el desarrollo de un niño.

En estos dibujos animados, no sólo los eventos son realistas y cercanos a las experiencias de los espectadores muy jóvenes (¿qué niño nunca ha sufrido un acoso en el patio de recreo?), sino que también es interesante la actitud proactiva de Flop, una mascota de trapo que ayuda a Bing en sus grandes aventuras.

El adulto como guía sabio

Quienes tienen un papel educativo (papá, mamá, abuelo, profesor, tutor, canguro) pueden identificarse con Flop, una figura que acompaña al protagonista: le ayuda a superar sus miedos (como cuando Bing no se atreve a bajar por un tobogán demasiado alto o le da vergüenza cantar ante una audiencia), le corrige y le anima a decir la verdad o a disculparse (como cuando Bing rompe un teléfono móvil dejándolo caer, y lo tira después a la papelera; o como cuando se lleva un caramelo sin pagarlo).

Flop tiene un temperamento tranquilo; es claro y firme, pero no autoritario; no asusta a Bing, ni se impone sin dar explicaciones: advierte al pequeño de los peligros, le aconseja con cariño, y señala sus errores, para que pueda crecer respetándose a sí mismo y a los demás. Le pone límites, pero, cuando es posible, le deja experimentar, para que él mismo entienda que se está mejor cuando se comparte lo que se tiene, que se está más en paz libre de mentiras, y siempre se puede poner remedio cuando uno se ha portado mal.

Flop está muy presente, pero no es opresivo: pasa tiempo de calidad con Bing, jugando a lo que le gusta al pequeño, leyéndole historias, llevándolo al parque o al bosque, pero también favorece la socialización con niños de su edad o sus primos, organizando a menudo reuniones con Sula (una dulce elefantita), Pando (un panda exuberante), Coco y Charlie (dos simpáticos conejitos).

Empatía y estímulo: un binomio importante en la educación

Es muy interesante que Flop comparta las tristezas de Bing. No es superior ni distante, sino empático. Al mismo tiempo, sin embargo, le ayuda a mirar el lado positivo, incluso en los momentos más difíciles para él: como cuando le explica que, si llueve, el picnic se puede hacer en casa, o que el tren roto ahora es una nave espacial.

Flop le enseña a Bing a aceptar que las cosas no siempre van en la dirección que nos gustaría; que no puedes cambiar todo lo que no nos gusta; que el pasado no se puede modificar; pero sí apreciar más lo que tienes o has tenido, en lugar de lamentar lo que ya no tenemos, como cuando muere la pequeña mariposa que Bing quería guardar.

Los niños aprenden jugando

Estos dibujos animados, en su sencillez, recuerdan que se puede ser buen educador sin gritar y, al mismo tiempo, sin ceder a los caprichos; se puede acompañar el crecimiento con responsabilidad, sensibilidad, atención. Sin denigrar, haciendo comprender los errores, pero evitando desánimos.

No faltan críticas, porque que la película no «explica» quién es Flop ni aparecen los padres de Bing. Sin embargo, hay una lección pedagógica detrás de este peluche parlante: los niños no usan los juguetes «sólo para jugar», sino también porque son herramientas valiosas para descubrir del mundo. Los psicólogos usan marionetas para explicar a los niños cosas difíciles de entender. No es una casualidad que los autores utilicen un animal de peluche para transmitir mensajes positivos a niños realmente muy pequeños…

Todo educador está en continua formación

Algunos dicen que haría falta un carné para ser padre, otros aseguran que ser papá y mamá son los «oficios» más difíciles del mundo. Sin embargo, no suele haber cursos, no hay colegios que te enseñen antes de tener un hijo.

Es cierto, sin embargo, que uno se puede formar, que se puede refinar el arte de ser educador.

Si uno tiene niños pequeños, puede ser útil aprender de otros padres expertos de más edad; también se puede hablar con los propios padres o con profesionales en temas educativos. Se pueden seguir cursos de psicólogos o pedagogos; leer artículos, libros.

De todos modos, para mí fue bonito ver que incluso unos dibujos animados, vistos por niños de muchas naciones, un padre, un abuelo, un tío, pueden reflexionar y mejorar su actitud ante el mundo infantil.

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