Se encuentra disponible en las librerías desde algunas semanas La sfida educativa, el volumen editado por el Comité del Proyecto Cultural de la Conferencia Episcopal Italiana (Editori Laterza, pp. 224, 14 euro).

El informe-propuesta pretende promover una reflexión sobre el estado de la educación a la luz de la antropología y de la experiencia cristianas.

El objetivo es el de promover una conciencia cultural y social que posibilite una alianza para la educación capaz de involucrar a todos los sujetos interesados, desde la familia a la escuela, pasando por el mundo del trabajo y de los medios.
Giuseppe Laterza explica cómo su casa editorial, prestigiosa y de conocida orientación laicista, ha decidido publicar el Informe-Propuesta del Proyecto cultural de la CEI, “no a pesar de che somos laicistas, sino en cuanto que lo somos”. El editor comparte la precupación frecuentemente manifestada por Benedicto XVI y por la Iglesia católica en Italia sobre la “emergencia educativa”: “La comparto totalmente. Así como comparto el desafío que plantea el libro de conseguir que los adultos asuman su responsabilidad pedagógica. No se puede seguir sosteniendo la neutralidad de la educación en nombre de la libertad, porque esto es una deformación de la libertad misma. Educar es hacer propuestas y dejar el espacio necesario para que las propuestas se asuman o se rechacen. En definitiva, pienso que recuperar una pedagogía activa es fundamental en esta fase de nuestra historia” (entrevista con Mimmo Muolo, en Avvenire 20.09.09, p.9).

Escrito por Famliy and Media


La sfida educativa

(El desafío educativo), Comité del Proyecto Cultural de la Conferencia Episcopal Italiana.
Editorial Laterza, 2009, € 14,00.

Existe un proverbio africano que dice: “Para educar a un niño, es necesaria una entera aldea”. “La sfida educativa” pretende describir y al mismo tiempo ayudar a construir esa “aldea educativa”, es decir, diseñar un mapa del mundo que gira en torno a las relaciones educativas. Se trata de un informe realizado por el Comité del Proyecto Cultural de la Conferencia Episcopal Italiana que desea ser también una propuesta.

La lectura de este ensayo lleva al lector más allá de la candente crisis educativa que estamos viviendo, le hace tocar –aunque sólo sea por un momento, después regresa a los aspectos más ordinarios– el núcleo del problema: que la educación es un riesgo, porque la persona humana es una criatura que, como dice el salmista, ha sido hecha “poco inferior a los Ángeles” (Salmo 8,6) y su corazón es realmente como una “aldea” de sensaciones, ideas, proyectos, historias entrelazadas.

La educación no consiste en normas o decretos humanos que hay que aprender o enseñar. O al menos no es solo eso. Es más bien un hecho “de experiencia”: es ayudar a “tocar”, a experimentar la vida como un don. Es un espacio interior en el que se encuentran sin prejuicios el “yo” y el “tú”, dialogando en armonía para donarse más libremente en un “nosotros”.
Educar no es un simple proceso de adaptación sino “dar forma” con paciencia y respeto: “el don inicial de la existencia exige ser confiado a quien esté en condiciones de acogerlo y de hacerlo crecer porque, para el hombre, vivir es, esencialmente y constantemente, crecer” (p.12).

Este libro-informe podría considerarse como una de las posibles respuestas a la crisis educativa apuntada por Benedicto XVI en su “Carta a la diócesis y a la ciudad de Roma sobre la tarea urgente de la educación”, del 21 de enero de 2008: “En la raíz de la crisis de la educación hay una crisis de confianza en la vida”.

Por este motivo el testo examina esos espacios educativos donde la crisis es más evidente (la familia, la escuela, la comunidad cristiana, el mundo del trabajo y del consumo, los medios de comunicación, la industria del espectáculo, el deporte), ofreciendo simples sugerencias para conseguir una verdadera renovación.

Tras un capítulo en el que los autores exponen las líneas generales que tendría que seguir cada educador en el “concreto y complejo ejercicio de humanidad” que supone la educación, se siguen otros dos capítulos, entre los que destacan por su interés los dedicados a la familia y a la escuela, donde el problema educativo se siente más vivo.

La familia se analiza en el segundo capítulo desde un punto de vista “vivencial”. A partir del hecho innegable de la fragilidad en la relación conyugal, trata delicadas cuestiones como la inseguridad en la relación progenitor-hijo, el choque generacional, la “labor educativa de la familia” entendida como “cuidado responsable”, que conjuga “cercanía y confianza, sentido de justicia y equidad”.

El tercer capítulo reflexiona sobre la escuela italiana y sobre el “clima cultural” en el que la escuela se desenvuelve, a partir del llamado “eclipse de la educación”. Entre los temas tratados aparecen: la relación educativa; el nexo entre verdad y  ciencias naturales; la misión y la autoridad de los profesores; la necesidad de una “reunificación” del sujeto; el paso de una escuela de élite a una escuela de masa; la tentación de la escuela-supermercado; la relación entre escuela pública estatal y no estatal; la escuela intercultural como “oportunidad para una nueva ciudadanía”.

Desde el punto de vista de la edición son muy útiles algunos recuadros de texto que subrayan los aspectos más importantes y ofrecen información al lector, con algunas cifras y datos estadísticos.

Al inicio del libro los autores citan una frase de Natalia Ginzburg muy sugerente sobre la labor educativa con los hijos, que sintetiza la finalidad de la obra:

“Ésta es, quizá, la única posibilidad que tenemos de resultarles de alguna ayuda en la búsqueda de una vocación: tener nosotros mismos una vocación, conocerla, amarla y servirla con pasión, porque el amor a la vida engendra amor a la vida”.

¿A quien se podría sugerir la lectura de este ensayo? A los párrocos, a los agentes pastorales que imparten los cursos prematrimoniales, a los profesores, a los cristianos que trabajan en política, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

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