Padres fuertes, hijas felices: 10 secretos que todo padre debería saber

es la reciente edición en castellano (traducido por Mariano Vázquez Alonso
y publicado por Ciudadela, Madrid 2001) del libro

Strong fathers, strong daughters: 10 secrets every father should know

(Regnery Publishing, 2007).

La obra está pensada y escrita con un fuerte sentido maternal que ha de
impactar la sensibilidad de todo padre de familia, tal vez con vistas a
convertirse en un auténtico best-seller cultural que todo varón (y mujer)
debería leer y meditar en los próximos años. Si el lector está buscando un
libro científico de carácter práctico, profundo y entrañable, que ayude a
comprender mejor lo que está pasando con nuestras hijas en el mundo actual,
tiene al alcance de sus manos una auténtica guía de estudio que ha de
satisfacer dicho propósito. La autora del libro es Meg Meeker; norteamericana,
esposa y madre de cuatro hijos; afamada pediatra, oradora y consejera
familiar con más de veinte años de experiencia; miembro activo del American
Academy of Pediatrics y de la Nacional Advisory Board of the Medical
Institute.

En la última década, la doctora Meeker ha publicado varios títulos
relativos a la problemática de los jóvenes de hoy: Your Kids at Risk: How Teen Sex Threatens Our Sons and Daughters
(Regnery Publishing, 2007) y

The 10 Habits of Happy Mothers: Reclaiming our Passion, Purpose, and
Sanity

(Ballantine Books, 2011), los cuales se han de sumar a un tercer título por
demás sugerente: Boys Should Be Boys: 7 Secrets to Raising Healthy Sons (Ballantine
Books, 2009), traducido al castellano (e italiano) con el título 100% Chicos: 7 claves para que crezcan sanos y felices (Ciudadela,
2011). En su conjunto, estas publicaciones encuentran su vértice en un
claro interés de aportar conocimiento científico y vivencial que potencie
la construcción una nueva cultura familiar; la edificación de un renovado
estilo de vida que ponga en el centro del escenario la importancia de
educar hijos e hijas sanos, fuertes, que sepan amar, en medio de un entorno
cada vez más hostil y contradictorio a los valores familiares.

El libro consta de diez capítulos de entre 20 y 30 páginas, cada uno
consignado a explicar un tema científico-práctico que sostenga la tesis
principal de la obra:

la figura del padre de familia tiene un fuerza y una importancia
inconmensurable en la vida de sus hijas.

Esta es valiente enunciación que queda respaldada con cifras duras y datos
contundentes citados en prestigiosos revistas académicas estadounidenses.
Al inicio de cada epígrafe, la doctora Meeker comienza con una explicación
técnico-clínica del tema en cuestión, y concluye sus aserciones con
ejemplos prácticos y casos de la vida real, todos ellos resultantes de su
arduo trabajo en el consultorio, lo cual facilita y ameniza la lectura y
comprensión del texto.

El primer capítulo, “Usted es el hombre más importante de su vida” , sorprenderá al lector por su precisión en el uso de datos
estadísticos altamente preocupantes. Aunque el contexto de las distintas
investigaciones que respaldan al libro tiene lugar en los Estados Unidos de
Norteamérica, se puede tomar extrapolable al resto de los estilos
culturales del Occidente globalizado. Por citar algunos de especial
relevancia: en el 2004, el 12 % de las mujeres (en EU) sufrió una
violación; el 28% de los estudiantes de bachillerato –chicos y chicas–
bebieron alcohol antes de los trece años y el 9% de los estudiantes de
bachillerato consumieron cocaína en distintas formas ( Morbidity Mortality Weekly Review); en el 2005, se estipuló que
las relaciones sexuales –prematrimoniales– favorecen notablemente la
depresión en las jóvenes (American Journal of Preventive Medicine
); en el 2006, el 41 % de las chicas de catorce o diecisiete años
experimentaron sexo no deseado, accediendo a él por temor a que sus novios
se enojasen (Archives of Pediatric & and Adolescent Medicine
-2006). Ante todas estas apabullantes dificultades que esbozan un panorama
sombrío, de riesgo, e incluso impaciente de captar la atención de nuestras
hijas en lo relativo a la actividad sexual, la depresión, el alcoholismo y
la drogadicción, Meeker no duda en repetir con gran sutileza (en el resto
de los capítulos) lo que la gran tradición cristiana ha defendido siempre: El padre será el hombre más importante en la vida de su hija. En
efecto, sobre la imagen del padre quedará enraizada las dulces aspiraciones
de su hija a ser amada y a aprender a amar; de ser valorada, defendida y
protegida como mujer, no solo a partir de un trato suave y delicado, muchas
veces expresado con las caricias y los piropos del día a día, sino también
por medio de una actitud exigente, firme y audaz, que busca la corrección y
el establecimiento del límite, pero que en ocasiones se traducirá en
silencios profundos y llantos amargos de ambas partes. Solo así la hija
aprenderá a ver en su padre no solo los rasgos propios de su futuro marido,
los mismos que le llevarán a desarrollar su propia potencialidad der ser
madre, sino también verá en él la viva imagen de Dios.

Llama la atención que el libro habla, además de los averíos culturales
anteriormente mencionados, de otros peligros ideológicos que todo padre
debe conocer y enfrentar, como por ejemplo el feminismo, laemergente anti-cultura de la moda, o el fanatismo profesional. Se hace poca referencia a la imagen de la
madre, lo cual es presentada en todo caso como la gran conciliadora de
conflictos familiares. La virtud de la castidad –a mi juicio, esencial en
el tema que nos compete– se aborda desde una perspectiva clínica sin hacer
referencia a su dimensión moral. A final de cuentas, la obra enfatiza con
éxito (sobre todo en los padres) la importancia de tomarse en serio el
desarrollo de la vida de sus hijas en toda su riqueza, frente a las nuevas
turbulencias que continúa generando la sociedad contemporánea con sus
repetidas, muy diversas y por demás extensas crisis de identidad. “¿Puede
usted conectar con su hija? Totalmente –concluye Meeker–. Hágalo de forma
sencilla. Convierta esa unión en parte de su vida diaria. Ayúdela en sus
tareas, llévela al teatro o a un viaje. Pero, haga lo que haga, céntrese en
ella. Sintonice con ella, escúchela; y no permita que su trabajo ni sus
preocupaciones le puedan distraer del contacto con su hija. Al final del
día, ella será más importante que cualquier otra cosa” (p. 236).

(*) Rafael Hurtado es profesor del Departamento de Humanidades. Universidad Panamericana. Campus Guadalajara, México

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