Repensar la sexualidad humana es una exigencia muy actual; sobre todo, en
un contexto cultural como el nuestro, en el que las transformaciones
sociales y laborales nos proponen modelos de comportamiento, que están
caracterizados por la indeterminación sexual. En Hombre o mujer. Una diferencia que importa, Antonio Malo, profesor
de antropología en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, aborda
precisamente dicha cuestión, con equilibrio y rigor intelectual,
sirviéndose del enfoque de la antropología filosófica, pues la sexualidad
no afecta solo aspectos biológicos o condicionamientos sociales, ligados al
sexo, sino especialmente la esencia misma de la relación hombre-mujer. Aquí se
halla –según el autor– el fundamento de la identidad de cada persona y
también de la comunión interpersonal, que es el presupuesto necesario para
construir una sociedad de rostro humano. De ahí que en este ensayo se
considere la sexualidad como una realidad profundamente humana y
humanizadora, y no sólo como una función biológica, un modelo cultural o
una elección personal. Pero, para comprender hasta el fondo este enfoque de
la sexualidad, es preciso recuperar la relación entre cuerpo y alma, que
parece haber sido olvidada casi por completo por la sociedad contemporánea.

La contribución de la antropología filosófica

La diferencia sexual, que constituye el
núcleo de este libro, se entiende, en efecto, no como un
límite biológico o social frente al deseo humano, sino más bien como un
diferente numerador de un denominador común: la persona. Por eso, según
Malo, ni las ciencias experimentales, ni tampoco las humanidades consiguen
explicar el significado último de la sexualidad humana, ya
que unas y otras se limitan a analizar una serie de aspectos más o menos
importantes, sin llegar a su esencia. En cambio, la antropología
filosófica, en tanto que se ocupa del ser personal, está en condiciones de
alcanzar una visión de conjunto, pues es capaz establecer ligámenes entre
los distintos saberes y, sobre todo, de tratar la sexualidad y su sentido humano a partir de su origen y
finalidad.

Se parte de la teoría del gender

Las reflexiones del profesor Malo comienzan con el análisis de las teorías
del gender, que subrayan la dimensión social de la sexualidad en
oposición a su carácter biológico, el sexo. Tras seguir la evolución histórica del concepto de sexualidad, el
autor concluye que las dos visiones actuales más importantes tergiversan
por igual su esencia. En efecto, tanto la concepción naturalista, que
considera la diferencia hombre-mujer como algo absoluto, como la
posmoderna, que juzga el género una adquisición socio-cultural, representan
dos extremos, en realidad menos alejados de lo que parece, de un sexo
relacionado solo con el cuerpo o, mejor aún, con la biología, sin
considerar su

importancia personal y, por tanto, su dimensión ética y relacional

. Precisamente de esta visión “parcial” biológica y del tipo de relación
entre los dos sexos que de ella se deriva, depende la idea de dominio
masculino y, en consecuencia, el conflicto entre los sexos. Contra el poder
de un sexo basado en la biología reacciona el dualismo libertario, el cual
subraya el influjo de la libertad y la sociedad en el concepto mismo de
sexualidad y de su ejercicio. Aunque no faltan razones para estas críticas,
lo que proponen como corrección es tremendamente deshumano: desvincular
todavía más el sexo del dato biológico para ligarlo a una elección
individual. Así, según Malo, el límite de los planteamientos feministas no
está tanto en lo que afirman (el carácter social de esa jerarquía, así como
modos de entender la sexualidad que son naturalistas), sino en lo que
niegan: la relación de la sexualidad con el cuerpo, pues al rechazar su
dimensión corporal, terminan por sostener una creatividad de la libertad
sin límites, que convierte el cuerpo en algo que se usa o, incluso, se
manipula al propio antojo.

Frente a estos extremos, el autor de este ensayo propone una visión de la
sexualidad como condición personal, una condición recibida con el
nacimiento, pero que se desarrolla, crece y madura mediante las relaciones
familiares y sociales, que son sexuadas –sin ser necesariamente sexuales–,
pues configuran el modo personal de ser hombre o mujer, más allá de
esterotipos y comportamientos rígidos aprendidos.

El concepto de condición sexuada

Por otro lado, la separación entre sexualidad y generación, propia del gender mainstreaming, conduce a la difusión de nuevos
modos de entender la familia, la paternidad y la maternidad, lo que provoca
gran confusión en algunas personas, sobre todo, en edad de desarrollo, que
a menudo llega al límite del absurdo, como se aprecia en las informaciones
de prensa y los testimonios directos. Ante estos y otros desafíos de
nuestra sociedad, el ensayo invita al lector a reflexionar sobre la complejidad de la sexualidad humana,
o lo que el autor llama condición sexuada. A diferencia del sexo
corporal,

la condición sexuada, aunque se funda en una diferencia sexual
original,

abarca aspectos corporales, psíquicos, sociales y culturales, así como
modelos de comportamiento y sobre todo la

integración personal de la sexualidad, mediante el don de sí

en el matrimonio o en el celibato. La condición sexuada debería ser, por
tanto, el patrón de las relaciones humanas y también de los respectivos
roles sociales. Por eso, cuando se analiza la condición sexual, se descubre
que esa está en la base de las fases por las que a traviesa la sexualidad
humana para abrirnos a los demás: de la inclinación física y psíquica hacia
el otro sexo, pasando por el deseo del otro, hasta llegar al don recíproco
en el matrimonio, que genera la familia y los hijos. De ahí que la
diferencia entre los sexos no deba entenderse como un privilegio, ni mucho
menos como un factor de discriminación de uno respecto del otro, sino más
bien como la oportunidad de enriquecerse mutuamente.

El paradigma de la relación hombre-mujer


Si la ideología del gender (variante práctica, irracional y
agresiva de estas teorías)

, con sus repercusiones sociales, termina por de-construir la diferencia sexual,
para luego reconstruirla según el arbitrio personal, por no decir la moda
del momento, el estudio de la condición sexuada señala las etapas
requeridas para alcanzar una buena relación hombre-mujer. Por eso, mientras
la ideología de género intenta eliminar el carácter de don de las
relaciones humanas, la condición sexuada destaca su generatividad familiar
y social, en la que se basa tanto la maduración de las relaciones
esponsales de los padres como la educación y la formación de la identidad
de los hijos. En las últimas páginas del ensayo se aborda, pues, el tema de
la educación familiar y las relaciones intergeneracionales, como
instrumento con que comunicar y transmitir transmisión de creencias,
habilidades y tradiciones entre abuelos, padres e hijos.

En definitiva, “existen dos modos de ser persona: hombre y mujer, que, a
pesar de depender de una diferencia originaria, son igualmente personales,
y por eso tienen la misma dignidad”. El estudio de la diferencia sexual en
la perspectiva de la antropología filosófica hace descubrir lo que Malo
define como el “paradigma de la relación”. Constituido por
tres elementos: dependencia, autonomía y donación, este paradigma es la
clave para entender la hermosura y grandeza del modo de relacionarse
humano, en especial entre hombres y mujeres. El libro

se cierra así con un itinerario relacional, que da alas a la esperanza

. De este modo, el extraordinario libro de la vida humana podrá seguir
enriqueciéndose con nuevas páginas todavía no escritas: historias de amor,
extraordinarias y también sencillas, pero siempre complejas y difíciles,
historias de “matrimonio y familia”, título del Congreso
celebrado en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en 2017, que –como
refiere el autor– ha sido la primera semilla de este ensayo.

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