Ignacio López-Goñi, catedrático de Microbiología y Virología de la
Universidad de Navarra, conocido divulgador científico, es el autor de un
ensayo breve e intenso: Preparados para la próxima pandemia,
publicado por la editorial Destino, donde analiza las razones que
condujeron a la crisis causada por el Covid-19, y ofrece indicaciones para
prepararnos ante una futura emergencia. Según el autor, la pandemia ha
puesto de relieve cómo funciona la ciencia: le pedimos que nos proporcione
certezas, que desarrolle una vacuna en un tiempo récord, pero durante años
no se ha invertido lo suficiente en investigación. Además, es importante
respetar los tiempos de la ciencia y saber comunicar bien.

¿Un virus puede cambiar el mundo?

Esta es la pregunta con la que comienza el libro. De hecho, parece
imposible que un virus, diez mil veces más pequeño que un milímetro,
pudiese causar una pandemia que cambió la vida cotidiana de las personas en
todos los rincones de la Tierra, segando millones de vidas, causando daños
económicos de extraordinaria magnitud… ¡y aún no ha terminado!

El autor recuerda, con algunos ejemplos en parte conocidos, que la
humanidad se ha visto afectada por muchas pandemias que han marcado el
desarrollo histórico de las sociedades en diferentes momentos. Era de
esperar que, tarde o temprano, sucediese de nuevo; la OMS llevaba tiempo
hablando de una enfermedad desconocida que podría causar una terrible
pandemia. Seamos sinceros: nos encontramos un poco como el cuento de «¡Al
lobo! ¡Al lobo!». Nos advirtieron, pero no nos lo creíamos. Si la historia
se repite, deberíamos ser capaces de lidiar con una próxima pandemia.
¿Cómo?

La solución viene de la ciencia, no del cientificismo

Nunca antes habíamos tenido medios tecnológicos y científicos tan
avanzados. Pero debemos examinar críticamente la ciencia y, sobre todo, la
pseudociencia. Es necesario, sobre todo, revisar la comunicación de la
ciencia. En muy poco tiempo se han publicado miles de artículos científicos
y se han creado vacunas y tratamientos terapéuticos para tratar el
Covid-19. Esto, aunque es positivo, esconde un peligro. Los científicos han
tenido que dar respuestas muy rápidas poniéndose a la par con la sociedad
actual, que exige soluciones inmediatas. Pero la ciencia necesita tiempo.
Para poder decir que una hipótesis es válida y llegar a una conclusión
aceptable -y también aceptada-, los resultados deben repetirse varias veces
en diferentes lugares, con el mayor número posible de pacientes.


Comunicación científica en tiempos de crisis, entre la sed de
respuestas y la infodemia

El intento de satisfacer al público ha llevado a la publicación de
artículos cuyos contenidos aún no han sido revisados por otros científicos,
como exige la auténtica investigación. Hemos sido testigos de un grave
problema de comunicación, y nos hemos encontrado no sólo en medio de una
pandemia, sino también en plena «infodemia»: junto a tantas informaciones
valiosas, mucha desinformación, interpretaciones erradas y noticias falsas.
Los medios de comunicación, junto con las redes sociales, han desempeñado
un papel predominante en la difusión de estos artículos que han llegado al
gran público, creando falsas alarmas, falsas certezas, pánico y angustia.
Mi impresión es que se perdieron tras el consenso y la carrera para la
aprobación del gran público. La divulgación científica es muy importante;
es correcto que se cumpla la exigencia de comunicar la ciencia no sólo a
los científicos, sino al público en general, a fin de fortalecer la
confianza de la sociedad en las autoridades y la ciencia, pero no debemos
perder de vista que el conocimiento científico no puede seguir el ritmo de
las noticias de los medios de comunicación: noticias que hoy están en
portada y mañana están superadas…; tal vez ni siquiera era información,
sino propaganda facciosa de intereses espurios, publicidad farmacéutica
pasada como «información», hipótesis delirantes de mentes enfermas, y un
largo etcétera de engaños tan viejos como el cuco.

Una opción ética en la divulgación científica

El libro concluye con una interesante reflexión sobre la relación entre
ciencia y ética; en particular, subraya que la rapidez del progreso
científico no debe ir en contra del principio ético fundamental de hacer el
bien y evitar el mal, actuando de acuerdo con la justicia, la equidad y la
honradez, anteponiendo el bien común al interés personal, y respetando a la
vez la dignidad humana.

Esto también se aplica a los medios de comunicación, que no deben dejarse
cegar por el frenesí de conseguir más audiencia, sino que deben guiarse por
los valores esenciales de veracidad y transparencia, para no abusar de su
posición de poder y respetar de veras a los ciudadanos.

Es hora de comprender de que nuestras acciones tienen consecuencias
globales, de que todos formamos parte de un todo y debemos actuar en aras
del bien común, con una visión global del planeta. También es hora de
entender que la ciencia está al servicio del hombre y de las demás
criaturas, por lo que es esencial invertir en ella para estar preparados
para futuras pandemias. El curso de la pandemia depende de nuestro
comportamiento: debe ser un motivo de esperanza.

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