No todas las redes sociales existen para hacer daño: ya lo dijimos hace
tiempo al hablar de una chat alemana creada para ayudar -ofreciendo apoyo
psicológico- a personas muy jóvenes con dificultades.

Podríamos decir, en términos generales, que

las redes sociales no hacen daño, sino que, por el contrario, cumplen
su verdadera función cuando se ponen al servicio de las necesidades
humanas

y no de la vanidad o el egoísmo.

Hoy proponemos otro ejemplo que muestra cómo las redes sociales pueden
apoyar -y no obstaculizar- la vida de relación de las personas: las
«comunidades de redes sociales».


Son grupos que surgen, cada vez con mayor facilidad, dentro de las
redes sociales y que aúnan personas distantes

que afrontan el mismo problema, que tienen los mismos intereses, que
persiguen el mismo objetivo.

El poder taumatúrgico del grupo

Las redes sociales son un regalo cuando

reúnen a personas físicamente distantes pero con necesidades similares.

Como somos seres naturalmente relacionales, los grupos (reales o
virtuales), cuando nacen de un profundo sentido de solidaridad, tienen el
extraordinario poder de aliviar el dolor, proporcionar consuelo, ofrecer
ideas para afrontar mejor las situaciones delicadas.

Conozco a una chica con una rara enfermedad crónica que se ha apuntado a un
grupo formado por personas con el mismo problema, repartidas por toda
Italia. Allí intercambian consejos, artículos, investigaciones científicas,
comparten los beneficios de ciertos tratamientos, se animan, etc. Y así se
siente comprendida de una manera especial.


Esas personas no sustituyen el amor de sus seres queridos y de los
amigos, pero ofrecen un apoyo emocional único y singular

, ya que no conoce a nadie -en su entorno- con la misma patología. Esa
comunidad, aunque sea virtual, le da fuerza y la hace sentirse menos sola.


¿Qué importancia tiene el abrazo (aunque sea virtual) de quienes viven
la misma situación que nosotros?

Hay muchos testimonios sobre la utilidad de compartir con un grupo
circunscrito situaciones que, tal vez, en el propio entorno o en el propio
círculo, uno tiene que enfrentar “solo”.

Esto

no significa huir de la vida real y de las propias relaciones para
refugiarse en un mundo virtual, sino animarse y apoyarse mutuamente

cuando se está recorriendo el mismo camino.

Si lo pensamos bien, las redes sociales son insustituibles en esto, porque

nos permiten entrar en contacto con personas que, sin la conexión que
facilita la web, quizá nunca hubiéramos conocido.

Una amiga mía tuvo gemelos. Por mucho que otras madres lo intenten, no
acaban de entender lo que supone estar embarazada de gemelos, cuidar de dos
hijos de la misma edad, con las mismas necesidades, al mismo tiempo. Entró
en un grupo de Facebook de mujeres con gemelos, donde intercambian consejos
sobre el cuidado de los niños. En ese entorno se siente «comprendida», sabe
que no es la única con ciertos miedos o sentimientos de culpa (por ejemplo,
sobre la «incapacidad para dividirse» o el miedo a no ser equitativa). Allí
encuentra apoyo e ideas para mejorar.

Cuando se comparte, el dolor adquiere un rostro diferente

Lo cierto es que son las mayores pruebas de la vida las que nos revelan lo
valiosos que son los demás y lo valiosos que podemos ser nosotros para los
demás.

Recientemente, con el objetivo de escribir un libro ( Diario della felicità 2, Mimep Docete, 10 euros, 2021),
investigué la historia de Carlotta Nobile, una violinista de fama
internacional que murió de cáncer en 2013.

Al principio estaba decidida a guardarse su dolor para sí misma, sin decir
ni siquiera a sus amigos más cercanos que estaba enferma, pero luego se dio
cuenta de que las relaciones con los demás dan fuerza.

Fundó la pagina web El cáncer y después… (que sigue existiendo),
donde la gente se apoya mutuamente, comparte temores y objetivos, sabiendo
que los demás lo comprenden.

De hecho, afirmaba:

«Hay muchas webs que hablan del cáncer desde el punto de vista médico,
pero se echa en falta un lugar en Internet donde la gente pueda
compartir las luchas, los miedos, las angustias relacionadas con esta
enfermedad»

.

Gracias a lo que compartieron algunas personas en esta página web, ella
encontró la fuerza para ver el cáncer como un «maestro» y no como un
enemigo.

Un día, en su misma web, lanzó una de las preguntas más recurrentes en la
mente de un enfermo: «¿Por qué a mí?» y alguien respondió: «¿Y por qué no a
mí?»

En ese momento, algo empieza a penetrar en ella. Comprende que esta
enfermedad no es un castigo, sino una posibilidad, un reto para mejorar y
ayudar a los demás. Carlota morirá, pero lo hará con una paz en su corazón
que, de no haberse abierto al amor de Dios y de los demás, nunca habría
encontrado.

Evidentemente

existe el peligro de encerrarse y de «quedarse» sólo detrás de una
pantalla

, porque uno se siente seguro, mientras teme enfrentarse a los que «no
pueden entendernos».

Existe el riesgo de victimismo («todos nos compadecemos de nosotros mismos,
en lugar de ayudarnos a ser fuertes»).

Hay derivas
, como en todas las cosas.

Sin embargo,

nos ha parecido oportuno destacar los aspectos positivos de este
fenómeno

, seguros de que la web también puede ayudar a sentirnos todos parte de una
misma comunidad. O mejor dicho, todos parte de una misma familia.

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