Durante la audiencia general del miércoles 10 de diciembre, el Papa
Francisco ha querido ofrecer su lectura de cómo se ha desarrollado la

asamblea sinodal

celebrada en Roma del 5 al 19 de octubre pasado y qué ha producido ésta.

“Durante el Sínodo – ha dicho el Papa- los medios de comunicación hicieron
su trabajo – había gran expectativa, mucha atención – y les damos las
gracias porque lo hicieron incluso en abundancia. ¡Muchas noticias, muchas!
Pero a menudo la visión de los medios de comunicación contaba un poco con
el estilo de las crónicas deportivas, o políticas: se hablaba con
frecuencia de dos bandos, pro y contra, conservadores y progresistas, etc.”

Lo que afirma el Papa vale también para algunos blogs que hemos analizado y
donde se ha hablado a menudo de “guerra preventiva en vista del Sínodo»,
hablando de algunos libros publicados por algunos cardenales; malignas
insinuaciones sobre la posiblidad que en el Sínodo estuvieran ya presentes
los «anticristos», con referencias explícitas a algunos participantes;
conclusiones arriesgadas y desorientadoras como «ahora la hipótesis de las
segundas nupcias tiene plena ciudadanía en los vértices de la
Iglesia»; pretensiones de poder leer en la mente de los obispos,
atribuyendo a algunos de ellos el propósito de encontrar una «vía de
innovación alternativa». Es más, se ha podido leer la indebida atribución
al Papa de un «pleno consenso» sobre algunas de las ideas expresadas y
debatidas en el Sínodo (debatidas, precisamente, porque frente a ellas el
Papa aún no ha tomado una posición definitiva). Hemos leído imágenes
provocativas, tomas de posición fuertes como: «contra la ‘Relatio’ también
San Pablo dice la suya» o «en los diez círculos linguitísicos la ‘Relatio’
es machacada» y, para terminar la exposición de esta fraseología
de combate, enunciados que se parecen más a la crónica de un partido de
fútbol, como por ejemplo: «Para el próximo Sínodo están abiertas las apuestas«.

En cualquier caso, los documentos oficiales del Sínodo, ha declarado con
extrema claridad el Papa en la audiencia, son solo tres y no hay que buscar
otros:, la


Relación final


, el

Mensaje final

más divulgativo y sintético y el

Discurso conclusivo

del Santo Padre.

Antes de nada, es necesario aclarar que los obispos que participan en una
asamblea sinodal no combaten entre ellos para acabar como «vencedores» y
«vencidos» en una campaña electoral, sino para arrojar luz sobre la verdad
revelada. Por eso, si la Iglesia realiza sínodos no es para encontrar o
crear «nuevos principios», sino para entender, a través de las aportaciones
de muchos, cómo los principios inmutables que la Iglesia ha recibido de su
Fundador pueden encarnarse en las situaciones históricas concretas. Y esto, cum Petro e sub Petro, como ha recordado el Papa en la audiencia;
es decir, en presencia del Papa y bajo su autoridad, lo que es garantía de
ortodoxia.

En el caso específico del último Sínodo, ha dicho el pontífice, “pedí a los
padres sinodales que hablaran con franqueza y valentía y que escucharan con
humildad”. No hay que temer a las discusiones en el seno de la Iglesia,
continúa el Papa, recordando cómo “los Apóstoles se gritaban entre ellos,
porque buscaban la voluntad de Dios sobre los paganos, si podían entrar en
la Iglesia o no. Era algo nuevo. Siempre, cuando se busca la voluntad de
Dios, en una asamblea sinodal, hay diversos puntos de vista y se da el
debate y esto no es algo malo. Siempre que se haga con humildad y con
espíritu de servicio a la asamblea de los hermanos”.

No obstante haya que admitir que ha habido problemas y errores de
comunicación, tanto dentro de la Asamblea como al externo (algunas
actitudes, algunas declaraciones ambiguas han dejado espacio a dudas e
interpretaciones equívocas y quizá han confundido involuntariamente a la
opinión pública), el diálogo y la colaboración han sido las tendencias
dominantes, o sea el afán de dar luz y no de imponerse.


Todos los padres pudieron hablar, y todos escucharon – ha dicho el Papa a
tal propósito en la audiencia general- y era edificante esa actitud de
escucha que tenían. Un momento de gran libertad, en el cual cada uno expuso
su pensamiento con parresia y con confianza”. No hubo, según el
pontífice, “enfrentamiento de grupos, como en el parlamento donde esto es
lícito, sino una confrontación entre los obispos, que surgió tras un largo
trabajo de preparación y que ahora continuará en otro trabajo, para el bien
de las familias, de la Iglesia y la sociedad”.

También en la Iglesia, que está hecha de hombres, hay personas que se meten
en el centro de la escena, que no aceptan la lógica del Señor y obran según
una puramente humana. La Iglesia es consciente de no haberse fundada a sí
misma y de no estar guiada en la historia por algunos hombres que – por
valor, inteligencia, astucia y prepotencia- se imponen a los otros. La
Iglesia sabe que no está edificada sobre ideales cambiantes con el paso del
tiempo o modificables por los miembros de la jerarquía, porque la vida de
la Iglesia se apoya sobre la Roca que es Cristo (Mt 7, 24-2) y es el
Espíritu Santo quien la conduce “hacia la Verdad completa” (Jn 16,13), como
le ha asegurado el mismo Jesús. A este propósito no está de más remachar,
como ha hecho el Papa, que “Ninguna intervención puso en duda las verdades
fundamentales del sacramento del Matrimonio, es decir: indisolubilidad, unidad, fidelidad y apertura a la vida (cf. Conc.
Ecum. Vat. II,

Gaudium et spes
,

48;

Código de derecho canónico

, 1055-1056).”

Los católicos que antes, durante y después del Sínodo, estaban preocupados
por el futuro de la Iglesia deberían recordar que ninguno por sí solo tiene
el poder de cambiar o construir la Iglesia «a su gusto». Si estos tuvieran
siempre en mente que la Iglesia no es de los cardenales u obispos, de los opinion makers o de un sacerdote y ni siquiera del papa Francisco,
sino de Jesucristo, podrían mirar al presente con serenidady encuadrar el
debate actual sobre la familia como un «camino» que permitirá al Señor, con
los tiempos necesarios, sacar a la luz lo que Él quiere realmente.

La familia es una realidad preciosísima para el desarrollo de una sociedad
cada vez más humana y no puede sustraerse ni al cuidado de Dios ni al faro
del Evangelio.

Hay que tener confianza en el Sínodo que es, según el Papa, “un espacio
protegido a fin de que el Espíritu Santo pueda actuar”. Hay que tener
confianza en el hecho de que los discípulos de Cristo no están nunca solos,
porque Cristo está y estará siempre con ellos, «hasta el final de los
tiempos» (Mt 28, 18-20).

Si se olvida esto, con el santo propósito de defender la autenticidad de la
doctrina o actualizar prácticas pastorales (que son en interés de toda la
Iglesia y no solo de una parte), los católicos pueden terminar por
aferrarse a las propias convicciones y asumir actitudes cerriles. Esto,
además de bloquear las mentes e impedir un verdadero diálogo, compromete un
aspecto fundamental para la vida de la Iglesia, que es la comunión
.

Resulta irónico pensar que es precisamente la falta de comunión la
causa principal de las rupturas familiares y, además, una de las
cuestiones pastoralesde las que se discutía en el Sínodo.

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