Uno de los artículos que más interés ha suscitado entre nuestros lectores
ha sido el de

10 consejos para comunicar mejor dentro de la familia

, también a causa de la época que nos ha tocado vivir.

Estar hombro con hombro, sin compromisos ni distracciones externas, nos ha
hecho mirar con detenimiento nuestras relaciones más cercanas; nos ha
llevado a redescubrir equilibrios, o incluso a crear otros nuevos, para una
convivencia sana, hermosa y pacífica con nuestros seres queridos.

Hoy abordamos otro tema relacionado con la comunicación dentro del hogar, y
nos dirigimos en especial a los abuelos y a los padres: cómo enseñar a los
niños a comunicarse como hermanos.

Padres de dos o más hermanos, no de varios hijos únicos

Si tenemos más de un hijo, no sólo es nuestro deber cuidar de cada uno de
ellos, procurando que a ninguno le falte lo necesario para su realización.
También es deber nuestro educarlos juntos. Estamos obligados, como
educadores, a cuidar también su relación, hasta que sean mayores y puedan
gestionarla por sí mismos.

¿Cuántos hermanos son, por desgracia, hijos únicos criados en el mismo
hogar? ¿Cuántos no tienen intimidad, respeto, complicidad entre ellos? Me
gustaría poder decir que ninguno de ellos -porque ser “hijo único” en una
familia de varios hermanos es una contradicción- pero, mientras escribo
esto, me vienen a la mente muchos. ¿Y qué tienen en común? Lamentablemente,
padres que no han fomentado una relación fraternal sólida.

La familia, primera escuela de vida

La familia no sólo es el lugar donde los niños pasan más tiempo, sino
también el entorno que más influye en su crecimiento.

El buen o mal ejemplo que reciban, los valores transmitidos u omitidos, el
aire de paz o de hostilidad que respiren, la reciprocidad o la cerrazón que
vean, les marcarán en su camino.

Montessori dice que las heridas que se imprimen en el alma en los años de
la primera infancia permanecen para siempre. Mirando esto de modo positivo,
podríamos decir lo contrario: el amor que nos rodea en esos primeros años
nos facilitará ser personas capaces de amar. Las habilidades relacionales
que aprendemos en casa cuando somos pequeños nos ayudarán en la escuela, en
las amistades, en el entorno laboral. Tomando prestada una definición del
sociólogo Pierpaolo Donati, podríamos decir que la familia es la primera
matriz de la sociedad. El hecho de que esta célula germinal -parte básica
del «cuerpo comunitario»- vaya bien o no, no es irrelevante.

Cuatro reglas para enseñar a los hijos que son hermanos

Vayamos al grano. Me gustaría proponer sólo cuatro ideas para que los hijos
crezcan y se hablen como hermanos.

1) Facilitar la comprensión mutua invitando a hacer preguntas directas. Es
muy fácil interpretar negativamente el comportamiento de la otra persona
(«es un egoísta», «no me quiere», «no le importa cómo me siento»). Un
primer paso para entenderse, para acercarse, para hacer las paces, suele
ser hacer preguntas claras y directas sobre por qué la otra persona se ha
comportado de determinada manera. En lugar de sacar conclusiones por tu
cuenta, es importante ser humilde y preguntar a la otra persona qué hay en
su interior, qué le ha movido. Los hijos comprenderán así la importancia
del diálogo y que sólo podrán convivir bien si se escuchan de verdad.

2) Ser los primeros en cuestionarse a sí mismos. «No siempre tengo la
razón»: ¡qué importante es que los niños aprendan esto a una edad muy
temprana! Es necesario aprender a permitir que nos desafíen. A veces la
otra persona tiene derecho a enfadarse conmigo, porque estoy objetivamente
equivocado. Puedo admitirlo y disculparme. Los niños aprenden así que son
falibles, pero que su error no les define. También aprenden que las
relaciones con los hermanos son más valiosas que el orgullo.

3) El tono es muy importante: ayuda a mantener la calma y a hablar sin
prejuicios/hostilidad. Para entenderse, para conocerse, para resolver un
malentendido, no es irrelevante el modo de dirigirse al otro. Si lo
atacamos, es mucho más difícil que escuche, que reflexione… Enseñemos a
acoger al otro con sus límites y a dejar de lado el desprecio por la
persona (como dicen los sabios: hay que odiar el pecado, no al pecador).

4) Describir la situación a los hermanos desde la propia perspectiva. Es
importante actuar como mediadores, para explicar, desde fuera, lo que se ve
en la situación que se ha creado. «En mi opinión, Julio te empujó porque
cogiste un juguete sin pedir permiso», «Santiago se enfadó porque empujar
siempre es algo malo, aunque no se haya portado bien». Cuando hay un
altercado, casi nunca la razón o la ofensa corresponde a una sola de las
partes. Muchas veces, cada uno tendrá que dar un paso atrás y un paso hacia
el otro. Ayudémosles, si solos no lo logran…

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