Hoy queremos ofrecer algunos consejos para hablar del matrimonio en las redes sociales y en el debate público en general. Sin sonar derrotista, hay que decir que el matrimonio hoy está en peligro, tanto porque el individualismo es rampante (“yo tengo que pensar por mí, los otros vienen después”), como porque no siempre está claro qué es ontológicamente esta institución. ¿Qué es la familia? ¿Qué es el amor conyugal y qué no lo es? Y entonces, ¿el amor dura para siempre o es sólo un bonito cuento de hadas?

El carácter definitivo que asusta

Pensar en un proyecto de vida que dure “para siempre”, sin interrupción, en la era de la libertad incondicional, de lo fugaz y de lo provisional, asusta y casi suena como una tortura a evitar. Los jóvenes están cada vez más confundidos. Por un lado siguen soñando con un amor estable y incondicional, por otro lado consideran que este deseo es demasiado elevado, inalcanzable o incluso erróneo: “Tienes que quererte a ti mismo, es el único amor con el que puedes contar“.

Entonces, ¿de qué manera se puede hablar hoy del matrimonio como esa comunidad entre un hombre y una mujer estable y fructífera, con miras a la eternidad?

El amor para siempre existe: mostrémoslo con imágenes reales

Hay historias que nos muestran cómo se puede ser feliz eligiendo libremente entregarse a alguien sin condiciones. Una forma de hablar con los jóvenes sobre este tema es mostrar vídeos, tal vez cortos y contundentes, en los lugares que suelen frecuentar, es decir, las redes sociales.

Los jóvenes hablan mucho a través de las imágenes, es una forma de comunicar que les resulta favorable. En la red hay vídeos que retratan el matrimonio de forma muy pesimista (vídeos de maridos o esposas que engañan, novios que rompen o se vengan en el altar…). ¿Por qué no proponemos algo diferente? Un ejemplo podrían ser estos: Una pareja de ancianos se reúne tras meses de soledad: el beso entre marido y mujer es conmovedor – YouTube

Dar testimonio, sin predicar

Una de las formas más ineficaces de proponer un mensaje es hacerlo con superioridad. Hace falta humildad para ser escuchado. Esta regla no escrita de la comunicación también se aplica en las redes sociales. Y también se aplica cuando hablamos del matrimonio en el debate público. Más que moralizar y llamar disolutos a todos los que no han comprendido el valor del amor conyugal, tratemos de hablar con calma, de ofrecer testimonios, mostrando siempre, a pesar de todo, que comprendemos las razones que pueden llevar a otros a desconfiar del matrimonio.

Comprender las heridas de los demás

No hace mucho, dialogué con una mujer casada y madre de familia, que me confesó que no creía en el amor para siempre. Reconozco que la tentación que tuve fue la de empezar enseguida con las razones por las que estaba equivocada. Sin embargo, por una vez tuve la sabia idea de no hacerlo y de escuchar primero.

Entonces, esta mujer me dijo que tanto ella como su marido tenían padres divorciados. Quería que su relación fuera duradera, pero tenía miedo de fracasar: Si sus personas de referencia habían fracasado, ¿por qué no podía ocurrirle lo mismo a ella? Por su forma de hablar, casi parecía buscar la confirmación de que es posible, de que el amor puede durar, si te lo propones cada día. Una conversación que comenzó con escepticismo por su parte terminó con una anécdota que me conmueve: “Sabes, es mi hijo quien me recuerda la importancia del matrimonio. Una vez se peleó con un compañero de colegio y me dijo que no volvería a hablar con él. Le indiqué que las peleas son normales, pero que eso no significa que las relaciones tengan que terminar. “Mamá y papá también se pelean”, le dije. Me contestó: “pero eso es diferente, vosotros ya estáis casados”. Me hizo pensar, ¿sabes? Los niños sienten que el matrimonio es un vínculo sagrado…”. No sé si esa mujer tenía más fe en el matrimonio después de nuestra conversación, pero desde luego disfrutó hablando de ello y reflexionando, mucho más que si le hubiera dicho directamente punto por punto en qué se equivocaba. Escuchar es realmente el primer paso para una comunicación eficaz.

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