Una voz de Africa en el Sínodo. En el Evangelio están los valores que necesitamos
No cabe duda de que las familias occidentales se enfrentan con problemas muy distintos de los que afectan a los países africanos, australianos, asiáticos, etc.
A menudo nos centramos en aquellos asuntos que percibimos más próximos a nuestra propia cultura, o en los que los medios de comunicación de nuestros países consideran más importantes o destacados. Éste es el riesgo que corremos en ocasiones como la del Sínodo apenas concluido sobre la familia. El peligro es que se haga mucha hincapié en determinados aspectos y se olvide así lo que es el significado universal del Sínodo.
Hemos conversado en los días del Sínodo con Mons. Anthony Borwah, Obispo de Gbarnga (Liberia). Debido al brote de Ébola que causó numerosos víctimas en algunos países africanos, y en particular en el suyo, Borwah no pudo viajar a Roma para estar presente durante el Sínodo anterior. Mons. Borwah, quien perdió a dos hermanos durante la primera guerra civil de Liberia (1987-1990), siempre ha tenido una gran sensibilidad por el papel desempeñado por los medios de comunicación en los conflictos.
De hecho, el título de su tesis de licenciatura en la Facultad de Comunicación en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz de Roma fue: “El papel del periodismo en el fomento de la paz. Un análisis de la cobertura mediática de los conflictos en Liberia, Sierra León y Rwanda”.
La perspectiva de esta entrevista, en lo que concierne los desafíos de la familia y del Sínodo, va más allá de los que han centrado la atención de muchos medios de comunicación en Occidente.
¿Cuáles son los retos principales de las familias en su país?
En Liberia, los desafíos que atribulan a las familias son verdaderamente enormes; unos de tipo socio-económico, otros de carácter antropológico y cultural. Mi intervención en el Sínodo se centró en los primeros, por lo que aquí prefiero no detenerme mucho en ellos. Dentro del contexto cultural y antropológico se han dado muchos cambios en la visión de la familia liberiana. La familia ha sido siempre considerada como un lugar de comunión para los seres humanos, donde cualquiera puede encontrar aceptación, amor, cuidado y seguridad, un corazón dentro y alrededor del cual los miembros de la familia –por lo general extendida– acuden para contarles a los más jóvenes relatos cargados de sabiduría que tratan del heroísmo de los antepasados y la conexión entre los seres humanos, los animales y el resto de la Creación, una armonía que luego ha sido alterada por los humanos por haberse resistido a obedecer a Dios y a las leyes de la sociedad. Una comunidad en donde la vida, la fecundidad y los niños eran considerados como dones del Creador Eterno que mora más allá de las altas nubes, una oasis de paz donde todo conflicto –no importa de qué tipo– encontraba su solución. Ahora esta visión está tomando otro camino: la concepción de la familia está desapareciendo paulatina y rápidamente debido en parte a la incapacidad de los más ancianos de instilar esa disciplina a los jóvenes y, por otra, a los medios de comunicación occidentales y a la imposición cultural que vehiculan. La vida, por ejemplo, ya no se considera sagrada. Se practican miles de abortos con total impunidad, incluso entre los cristianos; también aumentan los asesinatos rituales.
Los anticonceptivos son tan difundidos que algunas escuelas les entregan a los chicos como remedios para prevenir el embarazo durante cinco años. El sexo ya no es algo sagrado como antaño. Conforme el individualismo penetra a hurtadillas, el sentido de comunidad rápidamente va desapareciendo dejando un vacío colmado por la soledad. La sacralidad de la persona humana, que era el núcleo de la verdad acerca de la familia, se está eclipsando. En definitiva, las familias en Liberia, lenta pero gradualmente, se están hundiendo en la misma decadencia moral y cultural que Occidente está experimentando desde hace mucho tiempo.
En Europa estamos asistiendo a un fenómeno por el cual los jóvenes son cada vez menos propensos a contraer matrimonio o, al menos, tienden a aplazar el compromiso. ¿En su país la institución matrimonial sigue desempeñando un papel central en la vida de las personas y de la sociedad, o allí también se encuentra en crisis?
Como dije anteriormente, y es muy triste asumirlo, la institución del matrimonio que representaba un universo de civilización ya no es la misma. La mayoría de los jóvenes le tienen miedo o sospechan de la vida matrimonial, a le que ven como un freno a su libertad de poder tener distintas parejas sexuales y tratar sus cuerpos como les dé la gana. En el caso de las personas que se han criado en familias con problemas serios de violencia doméstica, les parece obvio que no vale la pena casarase. Para muchos de los que se casan, la separación o el divorcio se convierten en una opción muy apetecible.
La Iglesia está llamada a anunciar la Buena Nueva a todas la personas, abarcando las distintas culturas. ¿Cómo puede la Iglesia anunciar el Evangelio de la familia en Liberia? ¿En qué puntos podría hacerse más hincapié para las familias en su país?
Tenemos que volver a los orígenes. La evangelización y la inculturación de la fe no han llegado todavía en profunidad en Liberia. Éste es un problema, puesto que el sueño más común entre los liberianos es de ser como los Estados Unidos en lugar de ser auténticamente sí mismos. Y no ha de extrañar, ya que fue ese el mismo sueño de nuestros padres fundadores, los cuales esculpieron nuestra constitución, nuestra bandera y nuestro estilo de vida basándose en modelos estadounidenses. Es comprensible, pues eran ex esclavos de las plantaciones de caña de azúcar en EE.UU., y aquello era todo lo que conocían. Hoy en día, lo que necesitamos hacer es fomentar la calidad de la educación para nuestros jóvenes que los empuje a tener un sentido de respeto, aceptación y fe en uno mismo y en Dios. Hay que recrear y redefinir nuestra cultura e impregnarla con valores y virtudes evangélicos. Solo cuando logremos radicar el Evangelio de la familia en nuestras múltiples culturas habrá verdadero futuro.
Pobreza, guerra intolerancia violenta tras la máscara de la religión afecta a la vida familiar en muchos países del mundo. El Papa nos lo ha recordado muchas veces, recientemente durante el encuentro con las familias en Filadelfia. ¿Usted ha podido apreciar la centralidad de estos temas durante Sínodo?
Los que han participado en el Sínodo proceden de entornos muy diversos y esto se refleja en la heterogeneidad de las intervenciones. Muchos de los que intervinieron –incluido yo mismo– hablamos sobre los conflictos que están convirtiendo a las personas en indigentes, esclavos sexuales, emigrantes o refugiados indeseados. La situación de los pobres ha sido el eje de muchos discursos que se dieron en el aula sinodal. En nuestro mundo no sólo hay guerras, violencia, intolerancias creadas y perpetradas en nombre de la religión, sino que también hay situaciones en las que las guerras están pensadas y diseñadas rigurosamente por poderes fuertes y por motivos económicos, políticos e ideológicos. Asimismo, existe el fenómeno de las así llamadas operaciones de bandera falsa, en donde se ejecutan actos violentos y se les echa la culpa a individuos, grupos o naciones: es un viejo sistema para descargar las culpas en ese enemigo percibido o para quitarle sus recursos. ¡Cuántas familias se están aniquilando en estas guerras orquestadas! Muchos de los padres del Sínodo son conscientes de estas realidades miserables.
El Papa habló de colonización cultural que, en algunos países estaría vinculada con el tema de la familia. En el Sínodo algunos padres africanos denunciaron, entre otras cosas, las políticas anticonceptivas promovidas por algunas agencias internacionales y la exposición a la ideología del género. ¿Por qué estos asuntos parecen no salir en los medios de comunicación internacionales? ¿Cuál ha sido el aporte de África para enriquecer el debate?
Sabemos quiénes son los amos de los medios internacionales, son las caras ocultas y los que realmente escriben la agenda de la opinión pública. Los periodistas cobran de ellos. Difícilmente se atreverían a contradecir lo que esos padrones oscuros e invisibles les demandan. Estos poderes oscuros son los dioses de los anticonceptivos y de todo lo que es un insulto a la dignidad de la persona humana, tal como está definida por el Evangelio de Jesucristo y proclamada por la Iglesia Romana Católica.
En África, casi todos los obispos hemos sido unánimes: denunciamos la ideología del género, la “cultura de muerte” que se nos quiere imponer, la ostentación de la homosexualidad, la explotación continua y maciza de nuestros recursos y la creación de guerras por parte de los poderes fuertes finalizadas a acabar con los pobres. Ahora mismo estamos entablando un diálogo con las Naciones Unidas y con los líderes de África para expresarles nuestra preocupación y rechazo hacia el plan que la ONU está ejecutando para imponer aquellas prácticas nefastas en los países africanos con la amenaza de imposiciones económicas y otras sanciones para aquellos países que no cumplan con ellas. Para la Iglesia éste es un tipo muy sofisticado de persecución. Ya ha llegado el tiempo en que el espíritu del martirio vuelva a despertar en el seno de la Iglesia para la causa de Dios y de la humanidad.
Sobre la familia en general y no solamente de acuerdo con la situación en su país, ¿cuáles son los problemas vinculados con la familia? ¿Cuáles requieren de mayor atención, a su juicio? ¿Qué consideras como lo más urgente a nivel internacional?
La calidad del amor (¿sentimiento, gratificación o un acto de la voluntad?) entre las parejas necesitan de un examen muy apropiado, sobre todo antes del matrimonio. Existe hoy un vacío debido a la ausencia de Dios y a una pérdida de sentido que les está devorando el corazón a muchas personas. La gente ha de entender que el dinero, el materialismo, el sexo, etc., agrandan este vacío. Con estas realidades la gente se está tornando cada vez menos espiritual y cada vez más atea. Esta situación tiene todos los ingredientes para que uno pueda explotar el cuerpo de otra persona con total impunidad y con un pérdida de significado de todo, incluso del amor y el matrimonio. Los seres humanos han de volver al Evangelio de Jesús Cristo, que es la única Verdad.
La civilización occidental fue edificada por monjes, monjas, curas, laicos –hombres y mujeres- de fe durante miles de años. Y lo hicieron basándose en el Evangelio. La razón de la decadencia occidental y global es el aborrecimiento de muchas personas hacia el Evangelio que ha sido una de las piedras desde la que fueron tallados. Por lo tanto el nuestro es un problema que sólo la mano de Dios puede sanar. EL RETORNO AL EVANGELIO ES LA URGENCIA APREMIANTE PARA LA HUMANIDAD.
A estas alturas ya estamos cerca de la clausura del Sínodo. ¿Qué diría si tuviera que describir en pocas palabras el clima y la experiencia que ha vivido? A su parecer, ¿la imagen del Sínodo cuadra con la que los medios de comunicación han presentado a la opinión pública? ¿Nota alguna diferencia entre los medios comerciales y los católicos o especializados?
El Sínodo, presidido por un Papa paciente, disciplinado y muy predispuesto a la escucha, es realmente una experiencia de colegialidad pese a las distintas culturas de sus miembros. De hecho, lo que lo vuelve tan enriquecedor es justamente su propia diversidad. La mayor parte de los medios comerciales tienen sed de sensacionalismo, de material pro-gay y otras polémicas. La naturaleza discreta del Sínodo puede dar pie a especulaciones, rumores y mentiras. Algunos medios desaprensivos, tanto comerciales convencionales como católicos, pueden beber de estos rumores y enredos. Sin embargo, es menester que se sepa que en el Sínodo, con el auxilio del Espíritu Santo, todo vuelve a su sitio.