Turismo macabro
Se llama «turismo macabro» a la última moda de ir a lugares en los que han ocurrido tragedias, hacerse fotos y colgarlas en la red para testimoniar la propia presencia en el infausto lugar.
Por poner algunos ejemplos, pensemos en quienes se hicieron fotos con fondo del barco Concordia, el crucero turístico que, por la imprudencia de su capitán, se hundió cerca de la isla italiana del Giglio; o en los chicos que se colaron en el lugar donde yacía el teleférico que cayó en Mottarone.
Luego están quienes hacen un viaje de varias horas para inmortalizarse frente a una casa en la que se ha producido un asesinato, o en una calle que ha sido escenario de un crimen. Los tablones de anuncios de las redes sociales están llenos de estos «reportajes».
¿Qué hay detrás de este comportamiento? Porque hay modos y modos de evocar la muerte…
Según un autor, Rojek, hay que distinguir entre lugares como campos de concentración o similares, y los vinculados a hechos delictivos que atraen a los turistas.
Algunos sitios evocan el pasado y la historia, y otros se visitan por pura curiosidad.
En el primer caso, suele haber un interés por conocer los acontecimientos históricos, comprender lo que los provocó y -en la mejor de las hipótesis- preguntarse qué poner de nuestra parte para que no se repitan.
En cambio, ir a un lugar en el que un avión se estrelló hace poco, o en el que ha muerto alguien, es dar paso a una superficial curiosidad. Es turismo «morboso».
Este segundo caso entra de lleno en el “turismo negro”: por parte de los visitantes, es un verdadero «consumo» de la «muerte real», mercantilizada en los lugares de la catástrofe. El fenómeno se ve acentuado por el gran realce que los medios de comunicación dan a determinados hechos.
¿Por qué nos atraen los lugares de la muerte? ¿Por qué mostrar las fotos a los demás?
Probablemente vamos a lugares de «muerte real» (es decir, donde se han producido desastres o accidentes recientes) para experimentar emociones fuertes.
Los sentimientos que surgen allí probablemente nos perseguirán durante el resto del día.
El “turismo oscuro” es como una especie de película de terror, pero impacta más que una película, porque no es ficción.
Por eso impresiona, perturba y, sin embargo, atrae: por el escalofrío que despierta en nuestro interior.
La curiosidad por experimentar emociones fuertes (y la muerte, esa gran desconocida, las despierta fácilmente) supera incluso los dictados de la razón, que querría protegernos del estado de angustia que, inevitablemente, provocan ciertos lugares.
¿No debería parecer un poco estúpido visitar un sitio inquietante? Sin embargo, la demanda de turismo negro aumenta… al igual que cada vez hay más jóvenes -y no sólo jóvenes-que quieren sentirse especiales, importantes, y por eso comparten fotos tomadas en escenas escabrosas.
Lo macabro atrae al hombre quizá porque le acerca, de alguna manera, a una realidad que no conoce (la muerte), y que a la vez le preocupa y le cuestiona. Podríamos decir que, además de ser una oportunidad para experimentar emociones fuertes y escapar del «aburrimiento» de la vida cotidiana, ir a esos sitios es también una forma de exorcizar el miedo a morir.
Mantén la curiosidad a raya… ¡por respeto!
Los parientes o amigos de las víctimas de un crimen o una catástrofe sufren con sólo ver el lugar donde su ser querido ha perdido la vida.
Antes de banalizar la imagen de ese lugar con una foto en la que salimos sonriendo, ¿no deberíamos preguntarnos qué pensarían los familiares de las víctimas?
Si queremos sentir emociones, ¿por qué no ir a un concierto, al cine, al teatro o a un parque de atracciones?
Pero sobre todo… ¿por qué no tratar de ser útiles, tal vez haciendo voluntariado en “hogares familiares” (*), en una cárcel, o dondequiera que los seres humanos reflejen más fragilidad y estén más necesitados de cuidados?
¿Existe acaso una emoción más grande que ayudar a alguien a sentirse mejor?
Y para exorcizar el miedo a la muerte: ¿estamos realmente seguros de que hace falta ir al lugar donde se ha cometido un crimen? ¿No da más paz mirar al Crucifijo, donde está Alguien que -por nosotros- ha vencido a la muerte?