En un mundo «sin padres», en el que la paternidad parece cada vez más
«líquida» y difícil de ejercer, el Papa Francisco propone recurrir a un
modelo de padre que nuestra sociedad necesita hoy, con urgencia. El 8 de
diciembre del año pasado, el Papa convocó el año especial de San José, que
terminará el 8 de diciembre del actual. San José, afirmó el pontífice, «no
es una estampa para llevar en el bolsillo», sino un ejemplo constante de
amor y dedicación, una verdadera fuente de inspiración para todos los
padres.

La figura del padre, hoy

La imagen del padre en la sociedad y la familia ha cambiado mucho en
comparación con el pasado. Muchos expertos están de acuerdo en que ciertas
dificultades de la sociedad contemporánea se deben a que vivimos en una era
sin padre (en minúscula y mayúscula), en la que el padre ya no representa
un modelo de referencia, y a menudo, incluso en los dibujos animados
infantiles, es retratado como inepto, torpe, incapaz de manejar las
situaciones familiares. En resumen, a lo largo de estos años, hemos sido
testigos de una progresiva «desintegración paternal» en la que, como mucho,
el padre es el símbolo de una sociedad patriarcal que se debe destruir
(Recalcati). Y nos enfrentamos a una constante e inexorable «devaluación»
de la figura paterna, que produce muchos problemas en las relaciones
familiares, y no pocas dificultades para el crecimiento sano y equilibrado
de los niños.

Los trabajos de investigación hablan por sí solos. Las estadísticas
muestran la importancia de la figura paterna en la vida de los niños, y el
daño que puede causar la ausencia del padre: mayor incidencia de problemas
criminales, como señala el estudio de

Jerrod Brown,

fundador del Instituto Americano para el Avance de los Estudios Forenses
(AIAFS), dificultades de aprendizaje

(Does Living in a Fatherless Household Compromise Educational Success?);

se llega así a la conclusión de que, por término medio, los niños cuyo
padre está presente y participa activamente en sus vidas suelen tener menos
problemas con el rendimiento escolar, el comportamiento y la interacción
social, que los niños cuyo padre está ausente o no está presente
eficazmente (

Institute for Research on Poverty).

San José se erige como un modelo de auténtica paternidad, y recuerda a todo
padre algunas cosas muy importantes: en primer lugar, la presencia amorosa,
paciente, discreta. No se trata del padre héroe, ni del padre maestro, sino
del padre real, testimonio creíble de amor auténtico; el padre que
realmente se necesita.

La figura de San José: una paternidad de gran actualidad

‘Con corazón de padre: así José amó a Jesús, llamado en los cuatro
Evangelios «el hijo de José»’. Así comienza la carta de Papa Francisco que
actualiza la figura de San José. El texto presenta la figura de un padre
moderno, pero fuerte en principios y valores atemporales. La justicia, la
obediencia, la perseverancia, la humildad, hacen de José un padre especial,
pero no un modelo inalcanzable, al contrario; un «soñador con los pies en
la tierra», como se le ha llamado, que hace que las madres y los padres
entiendan la importancia de la tarea educativa que han de asumir cuando
reciben el extraordinario don de la paternidad. Porque, cuando hablamos de
San José y de la paternidad, no es posible hacerlo sin la maternidad, y
viceversa. De hecho, si fuera posible, sería bueno que las hermosas
palabras de la Patris Corde resuenen en la mente de las madres,
más aún que en la de los padres, que estén presentes en las reflexiones de
las mujeres y los hombres de nuestro tiempo, que cada día pueden tener como
punto de referencia el «valor creativo» de José, que le ayudó a superar las
dificultades de la familia de Nazaret.

José no es un superhéroe, sino un padre muy tierno, y nos ayuda a entender
también la importancia de las propias fragilidades. “El Maligno -dice la
carta de Papa Francisco- nos hace mirar nuestra fragilidad con un juicio
negativo, mientras que el Espíritu la saca a la luz con ternura. La ternura
es el mejor modo para tocar lo que es frágil en nosotros. El dedo que
señala y el juicio que hacemos de los demás son a menudo un signo de
nuestra incapacidad para aceptar nuestra propia debilidad, nuestra propia
fragilidad”. Nos enseña a esperar, a tener confianza, a ponernos al
servicio con alegría. “Ser padre significa introducir al niño en la
experiencia de la vida, en la realidad. No para retenerlo, no para
encarcelarlo, no para poseerlo, sino para hacerlo capaz de elegir, de ser
libre, de salir”. Esto es lo que, hace más de dos mil años, vivió José, y
los padres también debemos vivirlo hoy, por el bien de nuestros hijos, como
los estudios en este campo destacan ampliamente.

Por último, un consejo muy útil: “Un padre (debe ser) consciente de que
completa su acción educativa y de que vive plenamente su paternidad sólo
cuando se ha hecho “inútil”, cuando ve que el hijo ha logrado ser autónomo
y camina solo por los senderos de la vida, cuando se pone en la situación
de José, que siempre supo que el Niño no era suyo, sino que simplemente
había sido confiado a su cuidado”, subraya Papa Francisco.

Devolver a la figura del padre el papel que le corresponde, para el bien de
sus hijos y de la familia, es una tarea cultural y educativa de extrema
importancia. Un camino puede ser el indicado por el «modelo San José», un
hombre común y corriente, lejos de las candilejas – como tantas personas
que la pandemia nos ha hecho conocer–, que, a diario, con humildad y
coraje, y con la fuerza de pequeños gestos de amor y servicio, consiguen
infundir verdadera esperanza.

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