«Mi esposa y yo hemos acordado que, en los próximos años, sus ambiciones
profesionales deben tener prioridad». Con este tuit Rubin Ritten, director
general de una conocida empresa de comercio electrónico especializada en la
venta de ropa, ha hecho estallar una auténtica bomba en algunos ambientes
al cuestionar el modelo tradicional de familia aceptado incluso hoy. El
hasta entonces director general presentó su dimisión y, a partir de mayo de
2021, dejará de ser el jefe de una de las primeras empresas de su sector en
el contexto internacional. ¿Cuáles son los motivos que han llevado a un
hombre de tan envidiable trayectoria e importancia profesional a tomar una
decisión tan “revolucionaria”? La respuesta es simple: Querer dedicar el
mayor tiempo posible a la familia, los hijos, y dar más espacio a la
carrera de su esposa, apoyándola en las actividades cotidianas.

Pasan los años, las necesidades cambian,

las generaciones evolucionan

y, junto con ellas, las tradiciones, la sociedad y las formas de educación. Pensemos
en el papel que el padre asume hoy en la familia moderna. Podemos ver de
inmediato cómo y cuánto ha cambiado esto con el tiempo, pasando de un modus operandi de estilo patriarcal a un nuevo modelo de un padre
«evolucionado» que comunica y se compara con su esposa/madre, acompaña al
hijo en su crecimiento y también es capaz de decir un «no» consciente y
decisivo.

De padre-patrón a padre-asertivo

La figura del padre y la consiguiente educación de los hijos ha estado
siempre influida por la cultura y el pensamiento social. Ciertamente no es
fácil reconstruir y resumir en un solo artículo cómo la idea de la figura
paterna ha evolucionado a lo largo de la historia; podemos, sin embargo,
intentar analizar el concepto desde los primeros años del siglo XX hasta
nuestros días. El siglo XX se caracteriza por una imagen mayoritariamente
estándar de la familia «modelo»: el padre es quien trabaja, piensa en su
carrera e invierte sus energías en satisfacer las necesidades familiares.
Representa la autoridad, al que todo miembro de la familia debe respetar, y
produce temor reverencial como cabeza de familia. La madre, en cambio, es
la «administradora» de la casa, universalmente reconocida e identificada
como «ángel del hogar», es decir, quien, a lo largo de su vida, se dedica
silenciosa e inexorablemente a cuidar del bienestar de sus hijos y de su
marido.

Aunque hoy en día esta idea de una clara separación de roles sigue estando
muy extendida, especialmente en ambientes con bajos índices de escolaridad,
se han logrado algunos avances. El padre no es siempre y solo considerado
como un elemento despegado y marginal con respecto a la vida diaria de la
familia, sino un elemento integrante lo cotidiano. El aumento de la
emancipación femenina y la creciente necesidad, para la supervivencia de la
propia familia, de tener un doble salario ha empujado cada vez a más padres
a realizar tareas y actividades antes consideradas exclusivas de la mujer.
El padre, por lo tanto, no solo se dedica al trabajo y a la educación de
los hijos, sino que colabora activamente en la gestión del hogar y las
actividades diarias. Por tanto, cada vez es más frecuente ver padres que llevan
a sus hijos al colegio antes de ir al trabajo, hacen la compra, acompañan a
los niños a las fiestas de amigos o se dedican a preparar la comida diaria
y a poner la casa en orden. Como se ve, el papel del padre va adquiriendo
una connotación no ya de carácter exclusivamente patriarcal sino asertiva,
es decir, de padre y esposo que muestra decisión, determinación y firmeza.

¿Amigos o educadores?

En la familia moderna se ha producido una evolución lenta y continua, pero
ésta no siempre es sinónimo de progreso. En el pasado, de hecho, el papel
del padre se ha exagerado a menudo, lo que llevaba a los hijos a pensar que
la voluntad del jefe de familia era la ley y, como tal, indiscutible. Hoy,
observando con atención y sumergiéndonos en la realidad moderna, podemos
ver fácilmente cómo, por miedo a repetir los mismos errores de nuestros
antepasados, hemos ido al otro extremo. Los padres que eran antes figuras
autoritarias que «dictaban sentencia», tienden ahora a asumir el papel de
«padres amigos», situación que muchas veces conduce a una condición de
excesiva libertad y confusión en el hijo, que no reconoce al padre como
figura educativa que establece límites constructivos, sino más bien como un
colega que deja un amplio margen para la toma de decisiones y la autonomía.
Como casi siempre, la verdad se encuentra en un punto intermedio: el
padre-patrón de los últimos siglos solía crear muchos problemas, no solo en
la formación del carácter de su hijo, sino también en el desarrollo de su
personalidad, condicionando sus elecciones, provocando a menudo una especie
de sumisión psicológica. Del modo análogo, ser excesivamente complaciente y
permisivo no permite que el niño tenga puntos fijos y reglas útiles para su
crecimiento personal y una adecuada socialización. Por tanto, el padre está
llamado a desempeñar un papel delicado en la educación, que oscila entre
ser un mentor y saber decir que no de un modo constructivo.

El papel del papá 4.0

El tema es insidioso y muy controvertido, por la evolución social, el
crecimiento y desarrollo de las nuevas necesidades familiares, el abandono
de mentalidades superadas y el deseo del padre de ser un apoyo y tener
presencia real dentro de la familia en cada etapa de su desarrollo y
crecimiento. El padre de la nueva generación está llamado a adoptar nuevas
estrategias para afrontar los diversos retos que le esperan y, como ante
todo desafío, a prepararse adecuadamente mediante la formación, el
estudio y la experiencia, para incrementar cada día su discernimiento.
Quién sabe … quizás cada vez más “Ruben Ritten” aparecerán en el mundo,
provocando un efecto dominó que puede revolucionar la sociedad moderna para
siempre; o al menos eso espero.

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