“Por favor mamá, no publiques las fotos de las vacaciones donde estoy yo” o “papá, deja de hablar por teléfono mientras conduces, es peligroso”.

Son estos, solo por dar un ejemplo, algunos de los temores de los adolescentes en una reciente investigación de la Universidad de Washington y la de Michigan sobre el uso de internet y de las redes sociales en familia.

Un estudio sin duda original, que por una vez invierte el punto de vista al que estamos acostumbrados. No el de los padres aprensivos que imponen reglas y limitaciones a los propios hijos sobre el uso de internet y el móvil, sino exactamente lo contrario: cuáles son las expectativas y las peticiones de los jóvenes a sus padres en lo que se refiere al uso de la tecnología.

Qué quieren nuestros hijos: más atención y escucha

La investigación ha analizado el comportamiento de 249 familias americanas, con hijos de edades comprendidas entre los 10 y los 17 años. Los resultados de este estudio han sido sorprendentes: los chicos revelan ser a menudo más juiciosos y sabios que sus propios padres. También para ellos, de hecho, los smartphones en ciertas situaciones son realmente demasiado. Es mejor apagarlos.

De la investigación, de hecho, surge que los adolescentes americanos se sienten decididamente en dificultad o avergonzados en situaciones inoportunas como cuando, por ejemplo, sus padres publican y comparten sus fotos en las redes sociales. Para estos adolescentes es necesario poner un límite a los propios padres en ciertas circunstancias. Es más, es necesario aplicar verdaderas reglas para un buen uso de la tecnología. Veamos cuáles son:

– Estar más presentes: los hijos sienten la necesidad de ser escuchados, y no es para nada bonito cuando los padres están siempre ocupados al teléfono o con el tablet.

– Mayor autonomía y confianza: los padres deberían permitir a los hijos gestionar autónomamente y sin interferencias los propios espacios de uso de las redes sociales y de internet, confiando en su juicio propio.

– Uso equilibrado de la tecnología: los padres deben usar la tecnología con moderación y equilibrio, sin dejarse llevar demasiado. Al respecto, leer el artículo #tengotunúmero.

– No usar el móvil mientras se conduce: quizá es la regla más importante. Esa que puede salvar la vida de una familia. Una mínima pérdida de atención mientras se conduce puede ser fatal.

– Coherencia de comportamiento: los padres deberían poner en práctica lo que predican. Es contradictorio pedir a los hijos no pasar demasiado tiempo en internet, y después ser los primeros en pasar horas navegando.

– Evitar compartir sin autorización: los padres no deben publicar y compartir fotos y vídeos de los propios hijos sin su consentimiento explícito. Es una cuestión de respeto, además de ser una fuente de gran vergüenza.

– Proteger a los propios hijos: los padres deberían estar atentos al supervisar a los hijos, sin sofocarles, protegiéndoles de eventuales riesgos que están siempre a la vuelta de la esquina. Un triste fenómeno para todos, solo por dar un ejemplo, incumbe a los más pequeños e ingenuos: el del grooming.

Las reglas de los padres: prohibir y no escuchar

Como se ve, la petición principal de los adolescentes en relación con sus padres, es de tipo estrictamente emotivo. Piden mayor seguridad, atención, escucha pero también confianza y respeto. ¿Y los padres? ¿Qué piden a los hijos? Se evidencia en la investigación, o mejor dicho se confirma por desgracia, una línea educativa decididamente autoritaria, que no de autoridad, basada en la imposición de reglas, a menudo no compartidas con la escucha y el diálogo, de restricción y de limitación. Estas son las principales:

– No usar el teléfono en determinados horarios: por ejemplo durante las horas de colegio, mientras se hace la tarea en casa o por la noche.

– Máxima atención a los gastos: no consumir por ejemplo todo el saldo del que se dispone antes de tiempo.

– Prohibir determinados sitios: no visitar páginas de contenido sexual explícito, o particularmente violentas.

– Evitar determinadas actitudes: por ejemplo lenguaje grosero y ofensivo o, aún peor, actitudes de ciberbullying.

El aspecto racional y utilitario de los padres prevalece por tanto sobre el virtuoso y afectivo de los hijos. Quizá estaría bien un punto de convergencia común, donde se encuentren razón y sentimiento, es decir no demasiadas reglas – mejor, no solo reglas- y más espacio de debate, diálogo y compartir.

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