Las redes sociales han modificado drásticamente sus vidas cotidianas. Las primeras señales de que había un problema empezaron a surgir alrededor del año 2014: un número creciente de jóvenes manifestaban que se sentían abrumados y deprimidos. Y varios centros de orientación para universitarios comunicaron que había un fuerte incremento del número de estudiantes que pedían tratamiento por problemas de salud mental.

A pesar de que, desde 2010, otros estudios mostraban un aumento de los síntomas de depresión y de los casos de suicidio entre adolescentes, algunos investigadores afirmaron que la preocupación era exagerada y que, para llegar a esa conclusión, los datos, aunque reales, no eran suficientes.

La idea de que existe una epidemia de ansiedad o depresión entre los jóvenes “es simplemente un mito”, aseguraba hace un año el psiquiatra Richard Friedman en The New York Times. Otros sugirieron que los jóvenes estaban más abiertos a recibir ayuda cuando la necesitaban. O que quizá los esfuerzos de divulgación de los centros de orientación para universitarios eran cada vez más eficientes.

Pero un nuevo análisis, a partir de una encuesta muy representativa, refuerza lo que algunos hemos venido diciendo: la epidemia es demasiado real. De hecho, el incremento de los problemas de salud mental entre adolescentes y adultos jóvenes es, sin duda, algo simplemente asombroso.

Una epidemia de angustia

Una de las mejores maneras de averiguar si han aumentado los problemas de salud mental es referirse a una muestra representativa de la población general, no sólo de quienes buscan ayuda.

The National Survey on Drug Use and Health
, del Departamento de Salud y Servicios Humanos, ha hecho justamente eso.

Se preguntó a más de 600.000 estadounidenses. Las tendencias recientes son alarmantes.

Desde 2009 a 2017, los casos de depresión mayor entre jóvenes de 20 a 21 años se duplicaron, pasando del 7 al 15 por ciento. La depresión aumentó un 69% entre chicos y chicas de 16 y 17 años. En ese mismo periodo, los trastornos psicológicos graves, que incluyen sentimientos de ansiedad y desesperación, crecieron un 71 por ciento entre las personas de 18 a 25 años.

Entre el 2008 y el 2017, los intentos de suicidio entre jóvenes de 22 a 23 años se duplicaron, y un 55 por ciento más tuvo pensamientos suicidas. El aumento fue más pronunciado entre las chicas y las mujeres jóvenes. En 2017, una de cada cinco chicas de 12 a 17 años de edad sufrió depresión mayor a lo largo del año anterior.

¿Es posible que los jóvenes se limiten a estar mucho más dispuestos a admitir sus problemas de salud mental? “Con mis coautores he tratado de abordar esta posibilidad mediante el análisis de los datos sobre las tasas de suicidio recogidas por los Centers for Disease Control and Prevention.
El suicidio refleja un comportamiento vital: los cambios en las tasas de suicidio no pueden ser causados por una mayor disposición a admitir los problemas”.

Desgraciadamente, durante este período aumentaron los casos de suicidio. Por ejemplo, la tasa entre jóvenes de 18 y 19 años creció un 56 por ciento desde 2008 a 2017. Otros comportamientos relacionados con la depresión también se han incrementado, incluidos los ingresos en las Unidades de Urgencias por autolesiones, como cortes, así como los ingresos hospitalarios por ideas suicidas e intentos de suicidio.

El gran incremento de los problemas de salud mental, según la Encuesta nacional sobre el uso de drogas y la salud, apareció casi exclusivamente entre adolescentes y adultos jóvenes, con una variación menor entre los estadounidenses de 26 años y más. Incluso después de un control estadístico de la influencia de la edad y el año, descubrimos que la depresión, la angustia y las ideas suicidas eran mucho mayores entre los nacidos de mediados a finales de los noventa, la llamada generación iGen.

La crisis de salud mental parece ser un problema generacional, no algo que afecte a los estadounidenses de todas las edades. Y esto podría ayudar a los investigadores a averiguar por qué está sucediendo.

El cambio en la vida social

Siempre es difícil determinar las causas de las tendencias, pero algunas posibilidades parecen menos probables que otras.

Una economía problemática y la pérdida de puestos de trabajo, dos típicas causas de estrés mental, no parecen ser los culpables. El crecimiento económico de los Estados Unidos es fuerte. Y el desempleo cayó de modo significativo entre el 2011 y el 2017, precisamente cuando aumentaron los problemas de salud mental.

Es poco probable que la presión académica fuera la causa, pues los adolescentes iGen dedican menos tiempo a los deberes en casa que sus colegas de los años noventa.

Es cierto que el aumento de problemas de salud mental se ha producido a la vez que la epidemia de opioides, pero esa crisis parece afectar casi exclusivamente a adultos mayores de 25 años.

Pero hubo un cambio social en la última década que influye en la vida de los adolescentes de hoy y de los adultos jóvenes, más que en cualquier otra generación: la difusión de los teléfonos inteligentes y de los medios digitales como las redes sociales, los mensajes de texto y los juegos.

Las personas mayores utilizan también estas tecnologías, pero los jóvenes las han adoptado mucho más rápida y completamente, y el impacto sobre su
vida social ha sido más pronunciado. De hecho, afectó radicalmente a su vida diaria.

En comparación con sus predecesores, los adolescentes de hoy pasan menos tiempo personalmente con sus amigos, y mucho más comunicándose electrónicamente. Y esto, según numerosos estudios, está asociado a
problemas de salud mental.

No importa la causa; la cuestión es que el aumento de los problemas de salud mental entre adolescentes y adultos jóvenes merece atención, y no debe ser descalificado como un “mito”. Con más jóvenes afectados -incluidos más intentos de suicidios y más casos de personas que llegan a quitarse la vida-, la crisis de salud mental entre los jóvenes americanos no puede ser ya ignorada.

Jean Twenge es profesor de psicología en la Universidad estatal de San Diego.

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