¿Alguna vez has publicado una foto, un poema, un simple pensamiento, en una
red social y luego te pasas horas comprobando, de modo casi compulsivo, si
llegan comentarios y “me gusta”?

¿Quién no se siente mejor cuando una foto suya recibe 70, 80, o 100 “me
gusta” o, por el contrario, se desanima si no tiene mucho éxito?

Sentir placer por la aprobación de los demás es un fenómeno normal (cuando
no se llega a idolatrar la estima del otro hasta perder la propia
identidad): sentirse apoyado y estimado es una necesidad inherente a
nuestra naturaleza.

¿Por qué somos tan sensibles a la aprobación ajena?

La respuesta está en parte en la química: el cerebro, de hecho, libera
dopamina, la llamada hormona del placer y de la recompensa, cada vez que
recibimos gratificaciones.

La dopamina es el neurotransmisor que interviene en los mecanismos de
recompensa de nuestro cuerpo.

Cuando recibimos estímulos positivos (por ejemplo, comer nuestra comida
favorita, escuchar buena música, refrescarnos en la piscina, etc.), el
cuerpo libera esta hormona, transmitiendo una sensación de bienestar.

La dopamina también afecta a nuestra relación con las redes sociales:
cuando alguien muestra interés en algo que hemos publicado, lo que
obtenemos de él, de hecho, genera una sensación de placer.

Sin embargo, este proceso, que en sí mismo es bastante natural, puede
desencadenarse artificialmente (por ejemplo, tomando drogas) o quedar fuera
del control de la razón (cuando, por ejemplo, se juega de modo compulsivo):
en estos casos, hay dependencias.

Adicción social

La adicción, como

ya se explicó en nuestro portal gracias a la ayuda de dos terapeutas

, es siempre un mecanismo de compensación, que surge de una necesidad
natural de gratificación, que no se ha satisfecho en el momento adecuado y
de la manera correcta.

La dopamina juega un papel clave en el desarrollo de

adicciones a las drogas, al alcohol, al juego, a la pornografía… y
también a las redes sociales.

Está científicamente probado que incluso estas plataformas virtuales pueden
ser adictivas.

Un estudio de 2014 muestra, por ejemplo, que el 4,4 % de los adolescentes europeos sufren una
forma de adicción a una red social o a la web en general.

Los propios mecanismos de las redes sociales (basados en likes, acciones,
comentarios, seguidores) favorecen que nos quedemos “pegados a la pantalla»
y nos llevan a pasar más tiempo en la plaza virtual.

Quedarse enganchado (a veces un poco más de lo razonable) por una red
social sucede con bastante frecuencia (yo también tengo que levantar la
mano).

Desde hoy, sabemos que tenemos que culpar en parte a la dopamina. Además, a
la dopamina hay que agregar las tendencias humanas equivocadas, como
reconoce el fundador de Linkedin, Reid Hoffman: «Las redes sociales funcionan cuando representan uno de los
siete pecados capitales». Y, sin rodeos, agregó: «Linkedin responde a la
codicia. Facebook, a la vanidad». O sea, l

os viejos pecados capitales: ya hemos hablado de su relación con las
redes sociales.

¿Cómo se activa?


Un artículo

(en italiano) explica que el mecanismo es bastante simple: comienza en el
mismo momento en que compartes algo (foto, video, imagen, pensamiento).

Si se recibe “me gusta”, el cerebro interpreta esa información como una
recompensa y libera una descarga de dopamina. Este evento agradable nos
lleva a repetirlo: compartes otros contenidos y esperas, pegado a la
pantalla, nuevas reacciones.

En una adicción confirmada a las redes sociales, el bucle continúa
potencialmente de modo indefinido, absorbiendo energías que deberían
gastarse en la vida real.

Cuando te das cuenta de que estás esclavizado por una dependencia de las
redes sociales, no deberías avergonzarte de pedir ayuda –de hecho, hacerlo
es un signo de valor, fuerza, madurez–, como lo harías con cualquier otra
adicción.

Si tenemos una actitud compulsiva, si no podemos llevar una vida normal, si
quitamos demasiado tiempo al trabajo, a las amistades, a la familia, a las
tareas domésticas u otras actividades no virtuales, solo para esperar
nuevos “me gusta” y comentarios, es hora de abordar este problema, no solo
para cortar la adicción, sino para entender lo que la generó.

De hecho, como bien han explicado los terapeutas del artículo publicado en
nuestro portal al que nos referimos anteriormente, «la adicción es siempre
el síntoma de una herida más profunda que necesita ser curada».

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