¿Estoy usando las redes sociales de una manera saludable? Tres motivos de reflexión
Desde hace más de un año vivimos relaciones sociales «filtradas» por pantallas (en este caso no «por culpa nuestra»), las herramientas que nos ayudan a comunicarnos (especialmente en este tiempo, hay que reconocerlo), a veces nos hacen caer en trampas que impiden la autenticidad de las relaciones.
Ya habíamos señalado algunas limitaciones de las herramientas diseñadas para ponerse en contacto, pero el problema tiene muchas facetas. Veamos algunas.
Hace unos meses, una persona a la que llevaba sin ver mucho tiempo – también debido a la pandemia – puso fin a nuestra amistad (después de una discusión un tanto acalorada, sobre la teoría de género, en la que sostuve la necesidad de reconocer la diferencia de género), simplemente bloqueándome en las redes sociales.
Ni una palabra, ni una aclaración.
Un simple «clic» y se acabó. Un asunto triste, del que aprendí mucho…
1. Las redes sociales no facilitan las discusiones sobre temas sensibles
Ese día, los tonos se calentaron por culpa de ambos. Porque, lo reconozco, casi nadie está exento del peligro de «despersonalización» que favorecen las redes sociales , ni tampoco de la tentación de un toma y daca que puede
prolongarse indefinidamente.
Entono el mea culpa por haber decidido «destripar” un tema tan serio y complejo en lugar de “cortar” después de resumir mi opinión, y añadir: » reanudemos la charla cuando nos veamos en persona«.
Si queremos expresar nuestros pensamientos sin ser absorbidos por un remolino pendenciero, es más eficaz ser breves, esbozar sin demasiada prosopopeya nuestra postura, con la propuesta de hablar más adelante en un contexto más adecuado.
Y una vez que ha ocurrido la pelea, lo mejor será intentar resolverla en vivo.
Las redes sociales tienen el extraño poder de mostrarnos al otro como un auténtico monstruo.
Los sentimientos quedan anestesiados por el teclado: no ves cara a cara a la persona con la que estás hablando y es más fácil «disparar» una ofensa que nunca dirías si le mirases a la cara…
Por lo tanto, me invito a mí y a todos a no estropear las relaciones por la prisa de ver la propia opinión impresa en un comentario.
2. Tener el valor de decir las cosas a la cara: una actitud que estamos perdiendo
Por otro lado, me parece extraño el comportamiento de una persona -adulta como yo, inteligente, con estudios, estimada en muchos ambientes-, que piensa que puede acabar una amistad de años a través de una red social.
Tengo que añadir una dato importante, para justificar mi perplejidad: Era una mujer que me había acompañado en momentos importantes (por ejemplo, el día de mi boda, el bautismo de mis dos hijos, el funeral de mi madre).
Venía a vernos a menudo, y también hacía de canguro para mis hijos.
Un «clic» y todos hemos desaparecido de su horizonte.
Invito a cada uno a reflexionar sobre si utiliza las redes sociales para sacarse las castañas del fuego, o si tiene el valor de hablar cara a cara con la gente, incluso para comunicar una decepción, o un disgusto o para corregir a alguien.
Incluso si tienes que terminar una relación.
3. Una amistad que termina en una red social tenía ya puntos débiles
Por supuesto, no siempre podemos culpar a las redes sociales.
No necesariamente si discutimos en una red social con un amigo, la amistad se rompe para siempre. De hecho, no suele suceder.
Podemos discrepar, pero si hay estima mutua y afecto profundo, los malentendidos se resuelven.
Porque el cariño que sentimos importa mucho más que el contraste de criterios. No se trata de poner el conflicto entre paréntesis, sino de superarlo juntos, con paciencia, con perdón.
Es probable que las relaciones terminen así cuando hay muchas diferencias de opinión, cuando se tiene poco en común en las cosas que de verdad cuentan: las redes sociales, ante el conflicto, provocan cortar por lo sano, más
que buscar con paciencia un acuerdo.
Pero, si somos honestos, admitiremos que las redes sociales amplían las grietas existentes. Este fue nuestro caso.
Invito a reflexionar sobre las bases de nuestras amistades; preguntarnos si superarían o no una discusión en una red social puede ser un índice para calibrar su solidez…
Por último, me gustaría recordar, que las redes sociales pueden convertirse en un puente importante para nuestras relaciones, especialmente en un momento en que los contactos están limitados por fuerza mayor.
Pero sería bueno que este período de confinamiento estimulara a preguntarnos cómo afecta la tecnología a nuestras vidas.
¿En qué es un obstáculo? ¿En qué me facilita la vida?
Sería interesante llevar un «diario» en el que anotar con absoluta sinceridad cuándo las redes sociales nos convierten en esclavos, nos cierran en nosotros mismos, nos hacen huir de las relaciones, y cuando, en cambio, nos ayudan a querer, a mostrar afecto y comprensión, si no es posible hacerlo personalmente.
¡Esperamos sus impresiones y comentarios!