Giuseppe Fioravanti. Emergencia del Siglo XXI: Pedagogía y educación familiar.
Ediciones Universidad de los Andes, Santiago de Chile, 2010

Las profesoras Carmen Vidal y Carolina Martínez, por iniciativa del instituto de Ciencias de la Familia, han traducido al castellano, el célebre tratado de Pedagogia e Educazione Familiare del Profesor Giuseppe Fioravanti, cuya a publicación original data de 1983 en Italia. “Descubierta” la traducción española por Familyandmedia con dos años de retraso, y aun tratándose de un texto que no trata específicamente la relación de la familia con los medios de comunicación, lo consideramos de interés para nuestros lectores por su valor de fundamentación.

Es en el núcleo familiar donde debe recomenzar la recuperación de la dignidad intrínseca del ser humano, y ello se logra restituyéndole muchas de las funciones que le han sido arrebatadas, principalmente, la educativa.

El libro, que consta de cuatro capítulos, denuncia la manipulación semántica que es propia de la modernidad. Dicha manipulación hace que el uso de las palabras sea un hecho subjetivo. La simple opinión, revestida de slogan, ha reemplazado al concepto que se forma por el conocimiento de las cosas, y así el nombre de las diversas realidades no corresponde a su esencia, sino a modas pasajeras. Piénsese en la actual tergiversación –o al menos confusión– de palabras como matrimonio, libertad, familia y amor, entre muchas otras.

La pedagogía se ha reducido a métodos y técnicas educativas. Se ha olvidado su carácter de ciencia, con todas las exigencias que ello implica, fundamentalmente por influencia del laicismo, de la dialéctica y del evolucionismo.

El laicismo, poniendo en entredicho la realidad histórica de la Revelación, ha afectado a buena parte de las verdades sobre el hombre y Dios pertenecientes al patrimonio común de la humanidad. Parece que la fe ya no es un encuentro personal con Cristo, sino más bien una asignatura más a enseñar en los currículos escolares. Por eso se observa a muchos católicos con un complejo de inferioridad frente a las ideologías dominantes.

La dialéctica, en el sentido moderno, es, para Fioravanti, el mayor obstáculo para conocer la realidad. A lo largo de la historia del pensamiento ha adquirido diversos significados, pero se ha impuesto el que lo asocia a lucha, conflicto o “negación de negaciones”. Pareciera que cada autor que va surgiendo en el campo pedagógico debe oponerse a otro ya existente y descubrir una receta nueva que opone a todo lo anterior.

El evolucionismo es el pensamiento filosófico que da sustento a las corrientes educativas contemporáneas. A pesar de sus contradicciones internas y del reconocimiento de su insuficiencia por parte del mismo Darwin, la comprensión del hombre y del mundo que presenta el evolucionismo ha sido asumida como una teoría científica indudable. Tal parece que hoy en día el fin del proceso educativo no es la contemplación de la verdad, sino la adaptación a un mundo siempre cambiante. Por eso el saber se hace instrumental y las habilidades y competencias pasan a ser un fin en sí mismas. Para Vidal, uno de los traductores de la obra de Fioravanti, entre los grandes aportes de este libro se encuentran: El conocimiento de la realidad y la valoración de los elementos positivos de la persona; la importancia de la familia como formadora de sus miembros y protagonista principal del desarrollo de la sociedad; la profundización en los llamados “principios de la educación familiar”: la libertad, la responsabilidad y la autoridad; el contenido de la educación familiar: las cualidades humanas; y las virtudes humanas para las relaciones al interior de la familia:
gratitudo, vindicatio, veritas, affabilitas, liberalitas, pietas, observancia, honor, oboedientia.

En relación con la familia y su labor educativa conviene resaltar que el autor le asigna como fin el crecimiento y desarrollo pleno del hombre como persona. Sin embargo, ese fin no se enfoca solamente a la persona de los hijos, sino también a los padres, pues la educación familiar se funda y asegura en la solidez del vínculo conyugal. Ningún educador imparcial podría negar que, para un niño, la presencia activa y permanente de los padres es imprescindible para su adecuado desarrollo.

Lo que Fioravanti llama cualidades humanas fundamentales –las virtudes– es la base sobre la que se formarán las buenas personas que sacarán adelante, no solamente a su familia, sino también –en cuanto ciudadanos– la sociedad entera. Por eso, lo más importante para contrarrestar la ofensiva materialista que impera en estos días, es una familia unida y con criterios claros en la educación de sus hijos. El desafío de la familia, entonces, es educar a sus hijos con aquellas disposiciones estables que les permitan adquirir un modo de ser –un carácter– compatible con la felicidad.

La familia es la principal y primera educadora, porque es el único lugar donde los miembros de ella se quieren por lo que son y no por cómo son. Por eso es tan importante formar a los hijos en las tres dimensiones del ser humano: el entendimiento, para lograr que tengan un criterio formado y sepan lo que está bien y lo que está mal; la voluntad, porque no basta con saber lo que es bueno, sino también hay que saber hacerlo; y los afectos, para descubrir el gozo de los bienes elevados y arduos. Las aplicaciones prácticas de la última parte de este libro son fundamentales para entender, concretamente, la apasionante tarea de educar.

Sin duda la lectura de este libro contribuirá a enriquecer los criterios educativos de todos aquellos que aun creen que la familia sigue siendo el nicho educativo por excelencia: el mejor lugar para nacer, crecer y morir como persona.

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