Dopamina y redes sociales
Cuando alguien muestra interés por algo que hemos publicado en una Red Social, obtenemos una «sensación de placer». ¿Por qué? El cerebro libera dopamina (la llamada «hormona del placer y la recompensa») cada vez que recibimos una gratificación o estímulos positivos (por ejemplo, comer nuestra comida favorita, escuchar buena música, refrescarnos en la piscina, etc.). También experimentamos esta sensación de bienestar cuando alguien dice que le gusta una foto nuestra o una publicación compartida. Hoy profundizaremos más en el tema…
«El problema era cómo conseguir todo el tiempo y atención de los usuarios”
Es conocida la afirmación de Sean Parker -el hacker que a los veinte años fundó Napster y a los 25 fue el primer presidente de Facebook, el que juntó la idea de Mark Zuckerberg y el dinero de Peter Thiel-, según el cual «es la tecnología y no la economía o el gobierno el verdadero motor de los grandes cambios sociales». Parker también explica que las redes sociales -Facebook en primer lugar- nacieron de una pregunta: «¿cómo puedo obtener la mayor parte de tu tiempo y de tu atención consciente?», y la respuesta es: “explotando una vulnerabilidad de la psicología humana»: la necesidad de reconocimiento social. «Éramos completamente conscientes de eso -admite-, pero lo hicimos de todos modos». ¿Cómo? «Dándote un poco de dopamina de vez en cuando, cuando a alguien le gusta o comenta una foto, una publicación u otra cosa». La autocrítica de Parker puede ser sincera o no, puede ser que se haya arrepentido o no de haber formado parte del engranaje, pero lo cierto es que la ciencia ha confirmado sus palabras.
El placer y la recompensa se activan cuando recibimos estímulos particulares La tecnología tiene algo de increíble, casi como un «milagro de la modernidad». Pero también implica que nos “bombardea” con un flujo constante de estímulos. De todas partes surgen distracciones, llamadas, anuncios. Las redes sociales y los videojuegos nos asaltan con sus luces intermitentes; los smartphone invaden nuestro espacio, nuestros hogares, los momentos de socialización. «Debido a los avances de la tecnología -dice un artículo titulado Tecnología, dopamina y adicción– , los estímulos están en todas partes y son imparables. Estas señales son mucho más fuertes que cualquier cosa que se encuentre en la naturaleza. Todo es sensacionalista. Cada señal activa la respuesta opioide/dopamina y la repetición continua es adictiva». Los estímulos activan la respuesta de placer y recompensa, produciendo una sensación de euforia y el deseo de tener más. Cuando los receptores pierden su sensibilidad, para lograr el mismo efecto se necesita una estimulación mayor. La ausencia de estímulos desencadena ansiedad y depresión. La ansiedad y la depresión aumentan la motivación para buscar más.
Trastorno de adicción a Internet: un nuevo campo de estudio
El Trastorno de Adicción a Internet (IAD) tiene síntomas que siguen el patrón de cualquier otro tipo de adicción. Una persona con esta patología muestra preocupación por Internet, las redes sociales y los videojuegos; manifiesta compulsividad, y no controla o gestiona bien su tiempo. Su “hambre” se satisface solo dedicando más tiempo o con un nuevo juego. Cuando se le niega el acceso, son evidentes los síntomas de abstinencia: malestar físico y/o emocional, ansiedad, depresión. Y el comportamiento continúa, a pesar de consecuencias negativas como conflictos familiares y exclusión social. La conclusión es que la tecnología representa un riesgo real para la salud. Puede tener en nosotros efectos similares a los de otras sustancias adictivas y nocivas. Debemos ser cuidadosos con el tiempo que le dedicamos y, sobre todo, prestar mucha atención a cómo lo viven los niños, cuyos cerebros y hormonas aún se encuentran en una etapa de desarrollo. Deben ser protegidos más que nunca.