¿Alguna vez han oído hablar del «juego de la asfixia»? Es solo uno de los muchos desafíos peligrosos que se lanzan en las redes sociales y que ponen seriamente en riesgo la vida de muchos jóvenes.

Consiste en que una persona se ata una cuerda al cuello y luego intenta resistir sin aire el mayor tiempo posible.

Los jóvenes, a menudo solos con sus smartphones y sin herramientas para discernir, se dejan seducir por estas trampas, convencidos de que son solo juegos inocentes y ligeros. En realidad, estamos ante un mal social, que se está convirtiendo en un verdadero problema de salud pública.

Desafortunadamente, es casi un hecho que competencias extremas de este tipo también están provocando muertes en muchas partes del mundo.

Ha causado conmoción el caso de una niña de doce años en Argentina, que perdió la vida intentando «ganar» en este «juego». La misma suerte corrió una niña de trece años en Palermo y en Wisconsin una niña de nueve años.

Las víctimas son ciertamente muchas más de las que los medios de comunicación reportan y también la lista de los «desafíos mortales» es muy larga. Solo para nombrar algunos pensemos en: Batmanning, Eyeballing, Blue Whale, Bird box challenge.

¿De quién es la responsabilidad?

La investigadora universitaria y profesora de «Psicología de la Adolescencia», experta en psicología del desarrollo, Gaia Cuccì, explica: «Los jóvenes están bajo el jaque de un mecanismo que se autoalimenta. Con estos desafíos aumentan los seguidores y los likes – y también los ingresos para quien tiene una partnership con YouTube, por ejemplo – pero cuanto más avanzas, estás obligado a subir el listón. Y subir el listón puede significar hacer algo peligroso«.

Muy a menudo, por lo tanto, quienes lanzan estos desafíos son influencers, alentados por el hecho de que cuanto más se arriesga, más crecen las visualizaciones. Cuanto más se ve, más aumentan los ingresos.

Normalmente no hay dolo: no se invita al público a imitar o reproducir el contenido del video. Los desafíos sociales no nacen con el objetivo de empujar a los usuarios a repetir la acción peligrosa. Se trata, más bien, de «productos de entretenimiento«, que permiten ganar compensaciones de los patrocinadores.

De hecho, sin embargo, además de correr un riesgo para uno mismo, se ofrece un mal ejemplo que se puede ser emulado, especialmente por otros jóvenes atraídos por el riesgo – viéndolo como un medio para afirmar su propio valor – pero también son ingenuos y menos capaces que los adultos de «detenerse antes de que sea demasiado tarde».

La atracción por el riesgo y la inmadurez

Según la doctora Cuccì, en el comportamiento de estos influencers hay una incapacidad para prever y reflexionar sobre las consecuencias de su comportamiento: legales, psicológicas, para mí y para los demás. Y explica que tanto quien propone la acción peligrosa como quien la emula, sufre un problema de inmadurez: «Nos encontramos ante una inmadurez por un lado cognitiva, por otro emocional. Estos comportamientos se adoptan porque no se logra controlar las emociones. A menudo los jóvenes se acercan a situaciones de riesgo porque carecen de otras estrategias para cumplir con las funciones que el riesgo ayuda a cumplir: construirse una identidad, experimentar los propios límites, ganarse una mayor autonomía«.

Un primer paso necesario: aumentar los estándares de seguridad

¿Cómo proteger a los jóvenes? En primer lugar, se necesitan leyes para que los videos con acciones seriamente peligrosas sean eliminados y no ciertamente premiados con ingresos. Se necesita más seguridad. Tomemos el caso de YouTube: los estándares de seguridad no son altos, porque cualquiera, de hecho, puede grabarse y publicar un video. Y si ese cualquiera es un joven no suficientemente responsable, aquí entramos en un vórtice pernicioso, porque el peligro hace audiencia y atrae.

Se debería trabajar, por lo tanto, en defensa de los más frágiles, asegurando que los videos que contienen acciones que ponen en riesgo la vida sean oscurecidos. Y, como mínimo, se impida ganar compensaciones. De hecho, se debe desincentivar de todas las maneras la práctica de los desafíos en línea.

Los adultos estén presentes: elemento más importante para un buen crecimiento

Obviamente, sin embargo, esto no es suficiente. Las «protecciones externas» son importantes, pero no suficientes. Hay que ir a la raíz del problema, es decir, preguntarse por qué los jóvenes necesitan estas cosas para sentirse vivos. Hace falata intervenir con un diálogo continuo y alentando a poner sus dones al servicio de los demás.

Recordemos que los jóvenes tienen a menudo problemas de autoestima: usan los desafíos para hacerse notar, obtener consensos, sentirse aceptados. A los adultos les corresponde pasar más tiempo junto a los jóvenes, ayudarles a construir su personalidad de manera saludable, mostrar que la verdadera fuerza no es arriesgar la vida sino donarla. Para hacer esto es necesario estar ahí, siempre, especialmente en momentos de debilidad y esfuerzo.

Previous

Digital Report 2024: hábitos y tendencias digitales en el mundo

Next

Las redes sociales pulverizan los recuerdos y anulan la vida privada. La palabra a los expertos

Check Also