Nicholas A. Christakis; James H. Fowler, Connected, Back Bay Books, New York, 2011. 348 pp.

Un profesor de la universidad de Harvard y otro de la de California, tratan de ofrecer en esta obra un análisis sociológico sobre cómo las conexiones sociales que desarrollan las personas afectan a su comportamiento y a la vez modifican el contexto social en el que se producen.

Los autores ilustran en nueve capítulos (que cubren diversos ámbitos) seis reglas de relación social que influyen en el comportamiento matrimonial, en hábitos de prevención de enfermedades, en acciones políticas o en cualquier otro tipo de relación humana: 1) Cada persona es capaz de dar forma a la red social de la que forma parte; 2) los grupos sociales de los que formamos parte influyen poderosamente en nosotros; 3) nuestras amistades ejercen un influjo en nosotros; 4) los amigos de nuestros amigos nos influyen (a través de nuestros amigos); 5) cada red social tiene una vida y leyes propias generada por una multitud de interacciones personales entre quienes la componen.

Los autores sostienen, apoyándose en diversos experimentos científicos, que entre un ser humano y otro existen siempre seis grados de separación (entre un nivel de amistad y el sucesivo habría un grado de separación) y que cada ser humano influye directamente en los tres primeros niveles de relación:
a) amigos, b) los amigos de mis amigos; c) los amigos de los amigos de mis amigos.

Especialmente interesante es el penúltimo capítulo, dedicado al nuevo tipo de relaciones que ha generado el mundo de Internet. Las redes sociales han multiplicado enormemente el número de relaciones que se pueden mantener, han desarrollado espacios insospechados para compartir ideas, han desarrollado nuevos y más específicos tipos de relaciones y han permitido la posibilidad de asumir identidades virtuales que influyen en la vida real de quienes la han creado a través del comportamiento virtual, de las relaciones virtuales y de la relación que se crea entre el avatar y su creador. En el ámbito virtual, reconocen los autores, la naturaleza de la relación es determinada decisivamente por el medio. Esto hace pensar, afirman, que más que poner en contraposición la vida real y la virtual, hay que tomar conciencia de que en el fondo Internet ofrece un nuevo tipo de relaciones, de redes de conexión a grupos sociales: no aumenta el número de amigos cercanos, que sigue estando ligado a la vida real, sino que genera y multiplica nuevas relaciones, en muchos casos acumulativas o de una naturaleza diferente. Se trata de entenderlas en profundidad, estudiar los comportamientos que generan y cómo enriquecen a quienes forman parte de ellas.

Entre las objeciones que cabe hacerle al libro, se encuentra el hecho de que ofrece una visión del hombre que profundiza poco en la dimensión espiritual y, sin embargo, dedica mucho espacio a el desarrollo de las interacciones de comportamientos humanos, mostrando una cierta visión evolucionista o naturalista. Es cierto que la intención de los autores es observar sociológicamente el comportamiento humano, pero el punto de vista de la observación implica de por sí una visión concreta del hombre.

Una idea que ilustra este aspecto es el hecho de que los diferentes tipos de relaciones se presentan en un mismo nivel descriptivo, como si tuvieran una equivalencia, cuando en realidad son profundas las diferencias entre una relación matrimonial, una relación de amistad, una relación sexual, las redes sociales en Internet o las interacciones que se producen en cuestiones relacionadas con la salud o con la posición política a la hora de votar. Tratarlas del mismo modo presupone una posición antropológica previa con aspectos más que discutibles.

Otra objeción está relacionada con el modo de razonar y argumentar: los ejemplos que ilustran algunas de las ideas son muy desiguales y vienen utilizados del mismo modo aunque su valor sea muy diverso. Por ejemplo, se citan investigaciones de los años 60, realizadas en contextos sociales muy concretos, y se les da una cierta validez universal no del todo justificada. Por otro lado, algunos capítulos presentan ideas claves con interesantes y profundas investigaciones llevadas a cabo por diversos científicos (con informaciones detalladas en las notas finales), pero en otros momentos se citan ejemplos de eventos deportivos, experiencias generalizadas que tienen poco valor científico o incluso series de televisión (como Survivors, del año 2000) como si fueran ejemplos reales de comportamiento, sin tener en cuenta la modalidad de funcionamiento de los programas y el modo ficticio en que se crean algunas relaciones entre los personajes, con el objetivo de alcanzar mayor audiencia.

El mérito de este libro, a mi juicio, se encuentra en que dos científicos, desde una visión sociológica no especialmente cercana a la antropología realista cristiana, re-descubren un tema que parecía olvidado en una sociedad hiper-conectada, en la era de la red: la dimensión personal; es decir, las personas, cada uno de nosotros debe ser consciente del influjo que recibe en las redes sociales de las que forma parte y de la influencia que al mismo tiempo ejerce. Algunos de las ideas que se ofrecen pueden servir para que personas e instituciones tomen conciencia del grado de influencia positiva que pueden ejercer en la sociedad.

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