¿Cómo nos están contando el Covid? Algunas ideas desde nuestro observatorio
Covid-19: este virus contagioso e impredecible no necesita muchas presentaciones, ya que la pandemia que ha originado – y que está cambiando el mundo – está a la vista de todos e influye en la vida de todos.
A pesar de que cada país y cada persona la ha experimentado de alguna manera (porque alguien de su familia se ha contagiado, o por los cambios y molestias sociales y económicas que implica), en Family and Media nos preguntamos cómo se está relatando este suceso histórico, ¿qué sesgo le dan los servicios informativos, qué tipo de presiones sufren las noticias que hablan de ello?
Nos gustaría compartir algunas consideraciones:
1) qTenemos el problema del exceso de información
Si esta epidemia hubiera tenido lugar hace 50 años, no estaría a nuestra disposición todo el material que ahora prolifera en las diferentes plataformas: Televisión, Youtube, Netflix… ¿Qué supone esto?
Lo primero que se nota, al buscar documentales o servicios informativos sobre el Covid-19, es la desmesurada cantidad de material audiovisual.
Por supuesto el tema: a) es profundamente actual; b) afecta a toda la población mundial; c) abarca todos los ámbitos de la vida.
No es un hecho «circunscrito», que afecta a «un segmento de la población» como podría ser, por ejemplo, «El Imperio Romano» o «La historia de F. C. Barcelona».
Por lo tanto, sucede que todas las emisoras, sea cual sea su nacionalidad, se ocupan primariamente de este tema, con la consiguiente saturación informativa en las plataformas.
Para entendernos, aunque dispusiéramos de semanas enteras sólo para esto, nos resultaría imposible ver todos los vídeos, entrevistas, documentales… creados en el planeta que hablan del Covid-19.
2) Consecuencia de la saturación es la desinformación por sobredosis de noticias
Navegando por la web, nos parecemos a un alumno que levanta la mano para hacer una pregunta, y treinta profesores le responden al mismo tiempo.
¿Cómo orientarse en este laberinto? ¿Cómo elegir los vídeos que vale la pena ver? ¿Cómo seleccionar el material para documentarse adecuadamente?
En una famosa novela de Sir Arthur Conan Doyle se cuenta que, para ocultar un documento muy comprometedor, el sagaz propietario lo deja en su escritorio junto a un montón de papeles irrelevantes. Es exactamente lo que los servicios secretos han hecho durante milenios: filtrar una parte de verdad junto con toneladas de desinformación.
En el caso del covid-19 no hay una mente perversa, como quisieran los conspiradores, basta la pereza mental, junto con los intereses cruzados de tantos poderosos.
De hecho, estamos desinformados por una dosis excesiva de noticias, declaraciones, réplicas, opiniones, comentarios, datos, cifras contradictorias…, que nos dan la ilusión de abundancia de «oferta informativa» . La verdad (es decir, la «verdadera información») no es una mercancía que se compra gratis o barata, sin fatiga ni esfuerzo de la mente y sin la inversión de nuestro valioso tiempo para estudiar las cuestiones.
La verdad es sencilla, sí, pero la realidad es compleja y para comprenderla hay que comprometerse. Hemos presentado un caso en nuestro portal al inicio de este problema: los retrasos de la agencia de noticias más importante del planeta en informar sobre las dilaciones del Gobierno chino en comunicar los hechos a la OMS. Denuncia Associated Press (¿realmente denuncia o más bien absuelve?) el retraso fatal del gobierno chino de seis días y tarda… ¡75 días en hacerlo!
3) El problema de cómo se analizan y presentan los datos
Uno de los problemas actuales relacionados con la información es el uso erróneo o instrumental de los datos, bien por ignorancia, bien para defender ciertos intereses de parte.
Como señala un profesor de Filosofía Política, Daniel Innerarity, en un artículo titulado «Pandemia sin Verdad», «una parte de este desprecio por la verdad es atribuible a la acción de algunos gobiernos, que han ocultado o manipulado los datos. Sin embargo, más preocupante es la desorientación y los errores que se derivan de datos reales, que no han sido contextualizados o analizados correctamente. Esto demuestra que los datos son tan concluyentes como maleables y que cualquiera puede presentarlos de una manera que favorezca lo que se quiere decir. El fanatismo de los datos tiende a defenderlos como si nos aseguraran protección contra la ideologización. Pero los datos no son necesariamente lo contrario del oscurecimiento ideológico; pueden favorecer la objetividad, pero también pueden ser puestos al servicio de cualquier ideología«.
4) Política y Covid-19 son dos temas estrechamente relacionados
La manera con la que los gobernantes manejan la emergencia afecta a los ciudadanos, y la forma en que los ciudadanos perciben la gestión del gobierno afecta a los políticos: por eso, entre los primeros resultados de la investigación sobre el Covid-19 en la red, aparecen servicios en los que se acusa a los políticos de haber ocultado errores, de subestimar el fenómeno, es decir, de no haber hecho todo lo que estaba en su mano para evitar víctimas mortales y, por tanto, de ser parcialmente responsables.
Y la prensa, ¿realmente está libre de condicionamientos políticos? Los mismos científicos – que deben estudiar lo que sucede – ¿tienen libertad para publicar verdades incómodas para sus gobernantes?
Algunos ejemplos ponen la mosca detrás de la oreja (y quizás más de una): la libertad está seriamente comprometida.
Señalemos un hecho relativo al Covid en Italia, uno de los primeros países afectados por la pandemia: Un documental de Report, una transmisión de Rai 3, del 2 de noviembre, habla de censura por parte de la OMS sobre una investigación realizada por un grupo de estudio veneciano, que depende de la OMS y que fue aprobado por el Comité Científico de la OMS: el informe se ha hecho desaparecer, porque habla de una grave falta del vicepresidente europeo de la OMS, que, aunque en el pasado estaba encargado de actualizar el plan nacional italiano de pandemia, no revisó el plan del 2006, totalmente inadecuado para el momento actual; como afirman las fuentes entrevistadas en el documental, si se hubiese actualizado podría haber ahorrado hasta 10.000 vidas. El expediente, al principio aceptado por la OMS, fue retirado para sacar de apuros a un destacado miembro de este organismo.
5) Sólo los pequeños editores pueden permitirse hacer suposiciones incómodas
Dado el gran entrelazamiento entre el poder político, financiero y la prensa, es común que las voces ajenas al coro sean voces «pequeñas», que cuentan poco en el panorama de la información.
Del mismo modo que, en los telediarios nacionales italianos no ha habido ni rastro del caso del expediente desaparecido denunciado por Report, en general las hipótesis más incómodas para los políticos no se encuentran en los escaparates de las librerías.
Richard Horton, director de The Lancet, la primera revista científica médica que alertó sobre la existencia de la enfermedad (artículo del 24 de enero de 2020), ha escrito un libro-denuncia contra los comportamientos de los gobiernos occidentales (principalmente Gran Bretaña, EE.UU., Francia, Italia y España) y de la “inteligencia científica” de estos países, compinchada con sus gobiernos:
The Covid-19. What’s Gone Wrong and How to Stop It Happening Again (junio de 2020, escrito durante el confinamiento). La editora del libro no es ni Pearson, ni Thompson-Reuters, Penguin, Wolters Kluwer, Planeta, o Mondadori… No, la editora es una pequeña editorial británica de «resistencia cívica»: Polity Press.
Aún más completa y serena que esta apasionada denuncia de Horton resulta el libro de Joseph Tritto: China Covid 19 . La quimera que ha cambiado el mundo, de otra editorial de resistencia: Cantagalli (Italia). Su hipótesis, que parece bien documentada, es inquietante: se produjo una fuga involuntaria en los experimentos de un laboratorio en Wuhan (China), financiados por la gran industria farmacéutica occidental con la experiencia científica adquirida en Francia y los Estados Unidos y la alta tecnología compartida. Se sabe que investigar con menos limitaciones éticas y legales es más barato en China que en Occidente, de modo análogo a como lo es producir teléfonos móviles.
6) El tono del discurso de los gobernantes es igual en todo el mundo
Es interesante observar el optimismo de todos los líderes políticos del mundo…hasta esta última ola del virus.
De los Estados Unidos a Francia, pasando por Italia (donde recientemente se ha retirado un libro en el que el Ministro de Sanidad hablaba de «victoria sobre el virus» y que iba a salir coincidiendo con la segunda ola) nos quieren convencer de que todo está bajo control.
Así se dijo desde el principio en China, donde, como informan diversas fuentes, se invitaba a aislar a los primeros pacientes afectados por esta nueva forma de SARS, pero sin informar de ello a nadie.
Si los ciudadanos utilizan los medios de comunicación para documentarse, los políticos utilizan los medios de comunicación para transmitir sus mensajes, y la impresión que se tiene es que, con tal de no perder la aprobación, y no agitar a las multitudes, se ha producido una tendencia a disminuir los números de muertes, evitar autopsias, o hacer circular en las noticias eslóganes nacionales tranquilizadores (en Italia, por ejemplo: «Todo irá bien»).
Las informaciones más candentes y críticas sobre la actuación de los gobiernos se encuentran más bien en la web o en documentales, que en los telediarios de las cadenas nacionales.
Terminemos con una pregunta, mejor que con una respuesta: ¿será que está en crisis el papel de «guardián» de los medios de comunicación social?