¿Habéis oído alguna vez hablar de «dieta mediática»? Por si todavía no habéis oído hablar de ella, se puede acudir a un experto «nutricionista» en este sector: el sacerdote Paolo Padrini ofrece su «receta» personal para padres y educadores en su libro Facebook, internet y los medios digitales. Una guía para los padres y educadores, editado por San Pablo (2012).

Se trata de unos pocos y sencillos consejos dirigidos a aquellos que temen que el desconocido mundo de las redes sociales pueda hundir a los más jóvenes en un abismo de alienación y que prefieren prohibir radicalmente su uso. Esa actitud supondría una renuncia a un espacio de diálogo real, que el autor nos describe como fértil terreno educativo.

La intuición de Padrini deriva de años de experiencia con adolescentes y jóvenes estudiantes, y presupone un hecho: el reconocimiento de que Facebooky las redes sociales en general son parte integrante, y por esto “irrenunciable”, de la experiencia de socialización de las nuevas generaciones. En otras palabras, la capacidad formativa del educador se realiza y tiene frutos sólo en el contexto de un diálogo abierto y constructivo con el propio destinatario; pero ese diálogo debe contextualizarse en los diferentes lugares donde el joven expresa la propia capacidad de construir relaciones; por tanto, también en un contexto mediático.

Hoy en día es imposible excluir las redes sociales como lugar de intercambio en la vida cotidiana de nuestros hijos; por ello, es mejor si sucede en el salón de casa, para que los chicos puedan traer a sus amigos a cenar no sólo materialmente sino también «virtualmente». De este modo pueden compartir esas relaciones con los padres y comentar con ellos los contenidos y también las fotografías.

Éste podría ser el contexto adecuado en el que poder transmitir un mensaje educativo, que sirva no sólo para condenar determinadas decisiones o conductas, sino para aclarar juntos las motivaciones y, en definitiva, los valores de fondo que han determinado estas decisiones. De este modo, la persona joven puede comprender mejor la realidad social en la que se mueve.
Puesto que está disminuyendo la distancia entre cotidianidad real y ambiente virtual que la mirada de un adulto consigue distinguir, esto implica que el equilibrio necesario entre autoridad, libertad y responsabilidad, unión esencial en la actividad del educador, deberá desarrollarse también en el frente mediático, hasta ahora tan temido.

Nada de prohibiciones tajantes e incuestionables, carentes de valor formativo, sino un diálogo, fundado en la confianza mutua que permita llegar a acuerdos sobre el uso de los instrumentos de la socialización, los horarios, el tiempo que se pasa «chateando» o el lugar donde se coloca el ordenador; sólo así los chavales sabrán que «Internet es un espacio de libertad en el que se ponen en juego sus decisiones; un espacio relevante que requiere ser vivido con una presencia responsable».

En resumen, Padrini nos recuerda que la tarea del educador, y en particular la de los padres, es ayudar a clarificar el objetivo; es decir, comunicar y comunicarse con sinceridad, dando a luz al mensaje auténtico que el chico quiera expresar a través de Facebook, que es, naturalmente, sólo uno de los posibles canales a su disposición.

Por tanto, si el objetivo está bien definido, bienvenidos sean Facebook o similares, para que en tiempo real puedan hacer partícipes a lo amigos (amigos verdaderos, tamizados por un conocimiento que no sea sólo nominal), non sólo de la emoción del momento sino también, y sobre todo, de experiencias existenciales edificantes y provechosas, porqué no, también quizá vocacionales y de oración….

Recapitulando, Facebook, dice con ironía e inteligencia Padrini, es como la pasta: está buena y hace bien, pero «si nuestra alimentación se basase sólo en la pasta no sería beneficiosa para nuestro cuerpo.»

Para una alimentación sana es necesaria una dieta equilibrada, que complete el uso proporcionado de los distintos instrumentos mediáticos y ayude a integrarlos con las experiencias cotidianas de socialización real.
Me parece que de este modo, esas experiencias reales adquirirán mayor valor, en el intento de desarrollar de forma correcta la capacidad de cultivar relaciones, esenciales, no sólo en el caso de los jóvenes, sino en el de todo ser humano.

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