¿Por qué nos preocupamos tanto de que lean nuestros hijos? ¿Por qué desde pequeños insistimos para que lean un buen libro en su tiempo libre? Partiendo de la etimología (del latín legĕre: recopilar, leer), queda claro que la lectura desencadena un proceso a través del cual se pueden recoger una serie de informaciones, historias y vivencias. En definitiva, la lectura nos enriquece.

Son muchos los beneficios que aporta la lectura y, por ello, se nos anima a leer desde pequeños. Leer estimula la fantasía y la imaginación, despierta la curiosidad, permite explorar mundos distintos al propio, nos pone en contacto con el universo de las emociones, nos enseña a cuestionarnos, amplía el léxico y por tanto nos ayuda a expresarnos mejor. Y no sólo eso, sino que la lectura nos permite captar los diferentes matices de la vida. Muchas veces un buen libro es un refugio, un instrumento donde reencontrarse, que nos hace soñar y nos ayuda a conocernos. Así lo sostienen grandes autores del pasado, como Foucault, quien afirmaba que para soñar no hay que cerrar los ojos, hay que leer.

Entonces, ¿por qué esta resistencia a la lectura?

Sin duda, la transición al mundo digital ha frenado este proceso. A diferencia de una película o de un juego de la playstation, leer exige una actitud activa. ¿En qué sentido? Cuando leemos nuestro cerebro está en movimiento, trabaja, elabora informaciones y produce imágenes. Tal vez no nos damos cuenta, pero es así. Además, el hecho mismo de leer nos obliga a participar activamente en el proceso. Muchas veces los jóvenes prefieren actividades que no requieren gastar mucha energía, es decir, si tienen que elegir entre dos actividades, optarán por aquella que les cuesta menos. En esto claramente influye también el contexto educativo, pero vale la pena preguntarse porqué entre los jóvenes reina esta pereza latente, esta especie de catalepsia, de letargo.

Siete sugerencias para animar a los jóvenes a leer

Recomiendo siete actitudes eficaces para fomentar la lectura en los jóvenes:

  1. Nunca obligarles a leer algo;
  2. Nunca elegir qué leer en su lugar;
  3. Acompañarlos a la librería para dejarles encontrar algo que les guste
  4. No controléis cuándo y cuánto leen: la lectura debe ser una riqueza, no una tasa que hay que pagar;
  5. Leed juntos: refuerza la relación y crea un espacio para compartir;
  6. Establecer paralelismos entre las historias de los grandes clásicos y la vida presente: ayuda a acercar esas historias que se leen en la escuela – muchas veces percibidas como obsoletas y aburridas – al momento actual, revelando así toda la belleza de la literatura.
  7. Buscar actividades de lectura que se puedan realizar en grupo: leer junto a otras personas puede hacer la actividad más agradable y, sobre todo, puede ser un medio para construir nuevas amistades.

Sin embargo, no hay que olvidar que cada persona es diferente. Habrá jóvenes a quienes les encantará leer y estarán más predispuestos a ello y otros que dedicarán su tiempo a otras actividades, no por ello menos importantes. De hecho, cada uno de nosotros tiene un mundo interior propio, el cual es libre de expresar y alimentar de la forma que considera más suya. La lectura es un instrumento a nuestro servicio, pero no es el único. Nosotros sólo podemos proponerla e incentivarla, conscientes de la belleza y la riqueza que ofrece.

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