“Lo importante es la salud”, dice la cajera del super a la mujer embarazada que le está pagando, después de haber preguntado por el sexo del niño.

“¿Y si no tuviera esa salud?”, responde la joven. Tiene una barriga que, desde luego, no pasa inadvertida, y espera una niña especial.

Chiara está en el noveno mes de embarazo, y no ve la hora de conocer a su pequeña María Gracia Letizia, aunque sabe que sólo podrá recorrer con ella un corto tramo de camino, porque se le ha diagnosticado anencefalia, y morirá muy probablemente poco después de nacer.

A menudo se absolutiza el bienestar físico, visto como un ídolo, considerado un criterio de evaluación para establecer si una vida es “digna” de ser vivida o no.

Y Chiara está hasta las narices de estos comentarios, de que las personas la miren con compasión, como si su hija -sólo porque tiene una enfermedad- no fuera un regalo.

La grandeza de Chiara reside en su modo de mirar al prójimo: lo contempla como un don por el simple hecho de existir.

La historia de Chiara: si realmente el amor destruye la muerte

Hay historias tan densas de significado, tan enriquecedoras y estimulantes, tan genuinas, verdaderas y extraordinarias, que cuesta sintetizarlas, contarlas. Digas lo que digas, tienes la sensación de estropearlas un poco.

Pero lo intentas. Te acercas de puntillas, con respeto, consciente de que las palabras no pueden decirlo todo.

Abordo así la preciosa historia de Chiara Corbella y trato de contarles algo sobre esta joven madre que supo darse totalmente a sus tres hijos, poniéndoles en primer lugar, incluso cuando esto le exigía grandes sacrificios.

Hablo con admiración y gratitud de esta mujer romana, que acogió la vida sin condiciones.

Apenas descubierta la malformación de la primera niña, a esta mujer y a su marido se les propuso el “aborto terapéutico”, pero se negaron: siguen pensando que una terapia ha de curar, no matar, y se proponen “acompañar a la pequeña hasta donde sea posible”.

Es el primer “Sí a la vida, siempre y en cualquier caso”, pronunciado por Chiara Corbella y Enrico Petrillo: su historia se relata en el libro Nacimos y nunca más moriremos, (Editrice Porciúncula, 13 euros, de Simón Troisi y Cristiana Paccini, 2013).

La vida no se mide en términos de duración

Chiara recordará siempre el parto y el primer abrazo a su niña con una ternura y una alegría que -asegura- sin duda no habría conocido si hubiese abortado. “No importa cuánto tiempo hemos sido madres – afirmará en un testimonio -; lo que importa es que hemos recibido este don”.

Un año después, Chiara da a luz a Davide Giovanni, pero él también dejará pronto a sus padres: lo conocerán y abrazará sus seres queridos durante unos minutos, recibirá el bautismo, y morirá luego, como su hermana.

No existe ninguna relación entre las enfermedades de los dos hermanos; no hay ninguna predisposición genética por la cual Chiara y Enrico conciban niños con malformaciones: los resultados de las pruebas hechas a los esposos muestran que se trata de una mera coincidencia, y desautorizan a quienes tratan a Chiara y Enrico de inconscientes. Mientras muchos les invitan, más o menos veladamente, a no tener más hijos, Chiara y Enrico saben que están llamados a testimoniar que la vida no se mide en términos de tiempo, ni de bienestar físico.

Para Chiara y Enrico, Dios crea al hombre para la eternidad, y es erróneo juzgar la belleza o la importancia de una existencia por su duración o por su salud. Para ellos, es el amor lo que da sentido y plenitud a la vida. Chiara resume: “En la vida no importa hacer cosas, sino nacer y dejarse amar”. Para ella, sus hijos han tenido una experiencia terrena corta, pero han sido queridos. Y esto es lo esencial.

“No digáis a mi hijo que morí por él. Yo di la vida por él”

Chiara está de nuevo encinta. Esta vez el niño viene bien, pero al quinto mes de embarazo, los Petrillo deben afrontar de nuevo una gran prueba:
Chiara tiene un tumor en la lengua. La terapia pondría en peligro la salud del pequeño. ¿Qué hacer? Ella no duda ni un instante: no puede poner en segundo plano la salud del hijo para pensar en la suya. Se siente ya madre de ese pequeñín que está escondido en su vientre. Y retrasa el tratamiento del cáncer hasta después del parto -que llegará en su momento-, cuando el niño no correrá ningún riesgo.

Llevará a término el embarazo con una serenidad que desarma. Su fe en la Divina Providencia le ayuda a dar todos los “pequeños pasos posibles” cada día. Tiene momentos de desaliento, de los que sale siempre más fuerte y renovada.

Tras el nacimiento de Francesco, Chiara comenzará el tratamiento, pero casi un año después “el dragón” ganará la batalla. O quizás no.

Fue el 13 de junio de 2012: Chiara se despide de su familia, diciendo a cada uno que le ama profundamente, y deja este mundo con una misteriosa alegría en el corazón.

Desde entonces, su historia ha dado la vuelta del mundo: sus luminosas decisiones, sin componendas, siguen inspirando a muchas jóvenes mamás -y a más personas- en todas partes. El cáncer se la ha llevado, pero Chiara está más viva que nunca y sigue siendo un himno a la generosidad, a la belleza de darse. Con su confianza en Dios que, a pesar de permitir el dolor, “es bueno y sólo da cosas buenas a sus hijos”, ofrece una esperanza capaz de apagar el desaliento, la pasividad, el utilitarismo, el deseo de satisfacciones momentáneas. Para Chiara, hay que decidir siempre con la eternidad a la vista: la “cruz es la posición provisional”; en cambio, el amor que recibes y siembras es para siempre.

Cuando el matrimonio no es sólo un “papel”: Chiara y Enrico eran realmente una sola cosa

Nacimos y nunca más moriremos no es sólo un libro que puede dar nuevo sentido a la vida y ayudar a madres con embarazos difíciles; no es sólo una voz suave pero decidida en defensa de la vida en todos los casos, en cualquier momento, sin excepción. Este libro puede ser útil también al que quiera descubrir o profundizar en la belleza de la vocación al matrimonio. Chiara, en efecto, vive un noviazgo muy difícil, largo y trabajoso, más doloroso – llegará a decir – que la enfermedad.

Después de seis años de sufrimientos y fracasos, consigue acoger de verdad a su futuro marido cuando comprende que “lo contrario del amor es la posesión”, cuando lo “acoge como un don”, y deja de considerarlo como algo a lo que tiene derecho.

El libro se abre con el arranque de la relación entre Chiara y Enrico; recorre luego los distintos pasos de la pareja hasta llegar a dar un “sí” valiente y maduro ante un altar.

Es hermoso ver cómo, a partir de una crisis, que parece indicar el fin de su noviazgo, llegan a la plenitud del matrimonio. ¿Cómo? Simplemente, cambiando el modo de estar juntos, de “tratarse”.

El primer “Sí” que pronuncian Chiara y Enrico es el de dos jóvenes esposos.
De su unión sólida y genuina surgen todos los demás “síes”.

Al acoger en sus vidas el amor inagotable de Dios, y aprender a amarse profundamente, fueron capaces de entregarse sin condiciones a sus hijos.

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