«Lucharé hasta mi último aliento para que las mujeres puedan elegir ser madres o no: la anticoncepción y el derecho al aborto son un derecho fundamental, la matriz de la libertad de las mujeres», son las palabras nada menos que de Annie Ernaux, la escritora que recibió el último Premio Nobel de Literatura en 2022. No es una opinión entre tantas, sino la de una mujer que ha recibido un prestigioso reconocimiento internacional. Esta afirmación nos indica en qué dirección está yendo nuestra propia cultura.

Incluso en contextos más caseros, no es raro escuchar estridentes defensas del aborto, la píldora abortiva y en contra de los objetores de conciencia. Se ven hospitales llenos de carteles, fotos, protestas y pancartas. Tales manifestaciones se han multiplicado, entre otras cosas, tras la abolición en los Estados Unidos de la histórica sentencia «Roe vs. Wade» que defendía un presunto derecho al aborto. Y digo ‘presunto’ porque la sentencia que introdujo en 1973 la despenalización del aborto no había reconocido el derecho al aborto, sino que el Estado “no está legitimado para decidir sobre la privacidad de la mujer”. A fin de cuentas, el razonamiento jurídico daba una cobertura legal a una práctica social muy difundida en la época y que se ha multiplicado posteriormente. Se sabe que la costumbre hace la ley y la ley dirige la costumbre. El Tribunal actual ha establecido que no hay un fundamento constitucional al presunto “derecho al aborto” y por tanto, tal derecho, para serlo, debe estar establecido por las leyes, es decir, por las cámaras legislativas y no por los tribunales.

Ante tanto fervor pro-abortista uno puede sentirse intimidado, puede costarle ser escuchado si tiene algo diferente que decir al pensamiento dominante. Por lo tanto, en este artículo, me gustaría proponer algunos consejos para hablar a favor de la vida desde la concepción, en un clima acalorado y a veces incluso hostil.

  1. Partir de hechos concretos y verificables, más que de ideas o conceptos. Por ejemplo, hace algunos días estaba buscando datos en Google. He escrito la frase “me he arrepentido de…” y la quinta palabra que el mismo Google sugería era “haber abortado”. He clicado la frase completa. La primera página a la que me dirigían era un fórum femenino. Una mujer escribía: “han pasado 3 días desde aquel viernes en que tomé la segunda dosis de la píldora…y qué decir…me siento vacía, no estoy bien conmigo misma, no tendría que haberlo hecho…si hubiera de volver atrás no lo haría nunca más…” Las demás le decían que la comprendían: ellas también habían experimentado un estado de duelo y arrepentimiento. Al mismo tiempo la consolaban: ‘Si era inmaduro, si te engañaba, si no era el hombre adecuado… hiciste bien’. Sin imponer una visión de las cosas, esta situación nos da espacio para una simple reflexión: ¿Estamos seguros de que las mujeres son siempre libres de abortar, o a veces actúan por pánico? ¿Estamos seguros de que el problema son los niños inesperados y no las «relaciones equivocadas» en las que acaban tantas mujeres? Si el problema está en la relación, ¿por qué, en lugar de luchar hasta el último aliento por el derecho al aborto, no luchamos hasta el último aliento para que las mujeres sepan que merecen madurez y respeto por parte de un hombre, para que no tengan que elegir algo que les cause dolor y arrepentimiento?
  1. Contar el dolor de aquellas madres que han perdido a sus hijos por un aborto espontáneo. Si el aborto lo has “sufrido” y no elegido, no es políticamente incorrecto hablar de ello (en un tiempo en el que se exalta hasta el extremo el sentimiento, una mujer que sufre por la pérdida involuntaria de su hijo no puede ser silenciada) Hace unos días he empezado un debate en Instagram con un chico que atacaba una página provida (lo sé, no debería, pero a veces cedo a esta debilidad). He intentado ofrecer mi “idea” de forma serena, pero enseguida me ha atacado. Cuando he dicho “sé de qué hablo, yo también he vivido un aborto” (he perdido de hecho un hijo antes de nacer) los tonos se han calmado mágicamente y he conseguido hacerme escuchar. Mi dolor, mi experiencia me han revestido de “autoridad”. A partir de ese momento, yo y mi interlocutor hemos hablado de forma cordial. En un momento de la conversación, me ha contado también del luto prenatal de su madre, que había vivido la misma experiencia…y me ha dicho que él llamaba “hermanita” a aquél ser que ha vivido demasiado poco tiempo…
  1. Proponer investigaciones y datos sobre el duelo perinatal y prenatal. La ciencia y la psicología saben el gran dolor que causa la ruptura del vínculo madre-hijo en el vientre materno. Al hablar de aborto o mortinato, la doctora Valentina Scarselli (con formación específica en el campo de la sexología y doctora en medicina reproductiva), afirma sin ambages que esa ruptura del vínculo madre-hijo es «una situación traumática«. «Cada embarazo, independientemente de su duración y resultado, es una parte integral de la historia de la vida de la madre y de la pareja de padres, y cada bebé, en cualquier semana de vida, tiene su propia e incuestionable importancia».

A continuación, explica cuáles son las emociones más comunes: la culpa y la vergüenza. Además, «las madres no sólo experimentan el dolor, sino también una profunda herida existencial.

  1. Proponer algunos libros, por ejemplo, en italiano: «Le madri interrotte. Afectación y transformación del duelo pre y perinatal», de Laura Bulleri y Antonella De Marco, Franco Angeli Editore, 2013. Conocer la diversa literatura sobre el tema puede fomentar el diálogo.
  1. Hablar de hombres y mujeres (médicos, trabajadores sanitarios) que han visto un aborto y lo han practicado con sus propios ojos y sus propias manos.
  1. Por último, una reflexión sobre el feminismo y la libertad de las mujeres, a partir de historias reales. ¿Un ejemplo? Hace tiempo escuché a una mujer, Stefania, que ante la posibilidad de un embarazo inesperado vivió la situación más dolorosa de su vida: su novio empezó a bombardearla diciéndole que tomara la píldora del día después. Incluso la amenazó: «Si estás embarazada, te diré todos los días que no quiero ese hijo, te convenceré de que abortes. Y si no lo haces, te dejaré”. Desde ese día, Stefania asegura: «Pocas personas saben lo sola y acorralada que se siente una mujer en ciertos momentos. Pensé en abortar, lo reconozco, pero me sentía lejos de ser libre, con Tiziano gritándome”. Al final, Stefania no estaba embarazada. Pero ese episodio le abrió los ojos: estaba entregando su vida a un hombre que en un momento habría tirado todo por la borda, a ella, a un posible hijo, a su futuro juntos. Su testimonio: «¡Los niños se hacen en dos! Encuentra un hombre verdaderamente responsable. Porque el primer derecho de una mujer ante la posibilidad de una nueva vida es no estar sola… La verdadera matriz de la libertad es ser amada, saber que tienes a alguien a tu lado que se quedará contigo pase lo que pase”.
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