Las redes sociales además de ser mercados virtuales que conectan a personas
que se encuentran distantes, son utilizadas a menudo por los usuarios como
«escaparate». Estas herramientas no siempre aumentan la difusión y los
vínculos. Más bien, a veces fomentan un sentimiento desagradable: la
envidia.

Por eso hoy queremos hablarles de este fenómeno: la envidia digital. Es un
neologismo, por supuesto: lo utilizamos para dejar claro de qué estamos
hablando.

Se refiere al sentimiento que surge en nuestro interior cuando pensamos que
los demás tienen menos problemas, menos preocupaciones o disgustos porque
sólo vemos los fantásticos paisajes que fotografían y sus poses
sonrientes…

¿Cómo combatir esta sensación molesta? Estos son algunos consejos
sencillos.

1)
Recuerda: nadie es inmune al sufrimiento

El periodista italiano Enzo Biagi, tras entrevistar a todos los grandes de
su tiempo, incluidos los ricos, los guapos, los famosos y los poderosos,
llegó a la conclusión de que no hay nadie, pero realmente nadie, que
merezca ser envidiado. Nadie es inmune al sufrimiento. El primer consejo
para combatir la envidia (digital o no) es recordar que todos los hombres
están en el mismo barco: todos tenemos que aceptar nuestra condición de
criaturas frágiles.

No perdamos el tiempo enumerando todas las razones por las que la otra
persona es más afortunada o mejor que nosotros: en lugar de ello,
esforcémonos por alcanzar los objetivos que pueden aportarnos alegría y
satisfacción.

2)

«Cada uno de nosotros libra una batalla que los demás desconocen»

No te dejes engañar por las apariencias. Nadie está siempre bien, ni
siquiera aquellos que sólo muestran sus mejores momentos en las redes
sociales.

¿Quién no tiene dificultades, decepciones, inconvenientes que afrontar?

La cuestión es que casi nunca hacemos alarde de nuestras dificultades. Es
más fácil mostrar un selfie en compañía que decir lo solos que nos
sentimos. Los que lo hacen, de hecho, son considerados unos marginados. Las
redes sociales no parecen dejar lugar a la debilidad. Corremos el peligro
de vivirlos como una competición para ver quién tiene la vida más
espléndida. Nadie es tan feliz como te quiere hacer creer.

3)

Aunque seas menos feliz que otra persona, la envidia no es una solución

Si, por alguna razón, tus amigos o conocidos están realmente en mejor
posición que tú, debes saber que la envidia no da ningún fruto. No mejora
tu condición, sino que la empeora.

Si ves a alguien que ha conseguido sus objetivos, en lugar de envidiarlo
por ello, intenta comprender cuáles son sus recursos. Supera tu orgullo y
déjate ayudar. Hay personas que tienen, de hecho, una vida bien asentada y
brillante. Hay personas que viven los retos y el sufrimiento con valentía.
No pienses: «Ojalá estuviera tan triste y abatido como yo». Pregúntate:
«¿Hay algo que él/ella haya entendido de la vida que a mí se me haya
escapado? Colaborar y compartir es mucho más fructífero que el difícil
camino que nos supone la envidia. Especialmente si te encuentras en una
situación difícil.

4)
Aprende a ser agradecido

La envidia puede convertirse en un mal hábito cuando te acostumbras a
quejarte de lo que te falta en lugar de agradecer lo que tienes. Puede que
un día llegues a considerarte la persona más desgraciada del universo,
aunque te sobren motivos para ser feliz. Todos vemos a personas que están
llenas de problemas pero que aprecian las cosas buenas de la vida, mientras
que hay quienes abren la boca sólo para contar al mundo entero la mala
suerte que tienen. Si queremos sentirnos mejor, tenemos que entrenarnos
para decir «gracias» cada día por algo. Cambiaremos nuestra perspectiva y
seremos mucho más felices.

5)
Esfuérzate en apreciar a los demás

Hay un pasaje de la carta de San Pablo que siempre me ha llamado la
atención: «Ámense cordialmente con amor fraterno, estimando a los otros
como más dignos». Aprende a ver y reconocer lo bueno de los demás.
Esfuérzate en elogiar cuando reconozcas un talento, un logro, algo bello y
bueno en la persona que tienes al lado.

Descubrirás que, al hacerlo, no sólo no perderás nada, sino que ganarás. La
humildad y la estima hacen que las relaciones sean más maduras, profundas,
sólidas y hermosas, es decir aquellas relaciones que, si te pasas el día
envidiando y cotilleando, probablemente añores. Lo que hace que seas tan
infeliz que envidies constantemente a los demás.

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