Geert Lovink. Networks Wihout a Cause. A Critique of Social Media, Polity Press, Cambridge, 2011.

Lovink es el director del Institute of Network Cultures de la Universidad de Amsterdam y se hizo famoso con el libro Zero Comments (Routledge, 2008), un estudio sobre la blogosfera cuando la explosión de blogs hacía soñar un espacio de discusión abierta global.

No obstante el título de su nuevo libro, éste no habla sólo de las redes sociales sino de una variedad de temas relacionados con el mundo del Web 2.0 desde una perspectiva académica que intenta describir en qué punto estamos en las transformaciones operadas por Internet y pretende proyectar el futuro. Además, y como no podía ser menos, Lovink postula un espacio académico nuevo en los estudios sobre los medios de comunicación social, eso sí tras denunciar el fracaso de los Media Studies, es decir de la disciplina o conjunto de disciplinas que se ocupan de los medios de comunicación social: “Desde su origen, el estudio académico de los medios de comunicación social ha tenido poca consistencia y ha sido siempre acusado de superficialidad y de vender humo” (p. 83). Sostiene, además, que así como existe la figura del crítico de arte, de literatura, de cine…, que definen el canon de la cultura en esas artes, debería existir el “crítico de Internet”, que decide lo que vale la pena de Internet y orienta a los usuarios.

Intuiciones y advertencias a los navegantes

Como el libro es heterogéneo, con capítulos que retoman artículos precedentemente publicados y ahora actualizados con otros de nueva planta, no presento un resumen sino una selección de las intuiciones y observaciones de experto útiles para orientar a un público general, público que es todavía un poco credulón respecto a las ventajas sociales que una “tecnología neutra” ha traído a la sociedad democrática:

1.“Una vez Internet cambió el mundo, ahora el mundo está cambiando Internet”: El aura, ingenua y demasiado ideológica, que la tecnología digital favorecería automáticamente la participación democrática, un “discurso público” sin fronteras y la libertad sin límites sociales e institucionales pesa demasiado en el imaginario colectivo de los usuarios de la red. Pero las cosas no están así, y cada vez lo están menos. Los blogs, por ejemplo, más que favorecer el debate público y el compromiso en causas sociales son echo chambers (cámaras de eco), es decir nichos, por no decir “ghetos”, de gente que piensa lo mismo y se lo dice entre ellos. Esta afirmación se puede corroborar con una investigación más reciente que estudia los blogs políticos en tres países (Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania): los que tienen la misma orientación política citan, es decir ponen los links de los del mismo pelaje (Ki Denk Hyun.

Americanization of web-Based Political Communication? Comparative Analysis of Political Blogospheres in the Unites States, the United Kingdom and Germany
, in “Journalism and Mass Communication Quarterly”, 89 (3), 397-413).
No digamos en otros ámbitos de mayor espesor (cuestiones morales y religión, por ejemplo). En el capítulo 3 se documenta fehacientemente la evolución de los blogs desde el 2003 (fecha de su estudio original publicado en Zero Comment): los comentarios no son la “voz de la gente” sin mediaciones, sino recursos para aumentar el tráfico. Lovink usa un ingenioso juego de palabras para ilustrarlo, que también funciona en español: (e)s(t)imular /simular. Más que comentarios son reacciones, normalmente a otro comentarista. No generan discusión ni debate, sino que hacen efecto. Desde luego el autor, si es muy seguido, debería dedicar todo su tiempo solo a responder. Ya es bastante si los selecciona. Además, hay programas para generar comentarios automáticamente precisamente para fingir debate y así aumentar el tráfico: “Persona Management Software” o “You Tube Comment Poster Post”, por citar dos más conocidos entre los expertos del oficio.

2. Las redes sociales, y especialmente Facebook, están generando conformismo social y además buenista. Facebook es una “máquina de autopromoción”. No hay el botón de “no me gusta”, solo “I like”, y no se permiten identidades ficticias. Afirma Lovink: “Las redes sociales no están para afirmar algo como verdadero, sino para hacerlo verdadero a través de infinitos clicks potenciales” (p. 43). Para Lovink, el único modo de salir de ese callejón es permitir el anonimato: “No soy el que dice ser”. Las redes sociales son redes sociales sin una causa –de ahí el título del libro-, son devoradores de tiempo de los usuarios. Ninguna sorpresa para los avezados que saben que las redes sociales son fabulosos negocios comerciales basados en la oferta de servicios gratuitos mientras se recogen informaciones preciosas de los usuarios que después se venden a otras empresas. En este sentido, como bien dice el autor, hablando de la “guguelización de nuestra vidas”, Google no es sólo el más potente buscador en Internet y un generoso distribuidor de servicios para los usuarios de Internet (g-mail, Google news, YouTube, Cloud, etc.) sino sobre todo la única compañía publicitaria eficiente en la red. Su famoso y mejor guardado secreto -el algoritmo de búsqueda- es el mito del Dorado hecho realidad para el publicitario: saber por fin quién me ve o lee realmente y no solo potencialmente. De ahí a deducir que, en el futuro –por no decir ya- no es lo “importante” a arrastrar a la publicidad, sino la publicidad a decir qué es importante gracias a una hábil combinación de interseses comerciales y “neutros” algoritmos matemáticos. Es decir, caminamos hacia la “autoridad algorítmica del conocimiento”.

3. Que el Web supone la mundialización del conocimiento -por no usar la gastada palabra de globalización- es otra utopía. En agosto del 2008 los intenautas chinos superaban a los americanos. Hoy sólo un 25% de los usuarios usa el inglés. En definitiva, la tecnología no supera las barreras linguísticas y culturales automáticamente. Que el web ha creado un espacio seguro para el ejercicio sin límites de la liberta de expresión es un sueño del que el 11 de septiembre nos despertó: “la policía y las agencias de seguridad usan sofisticadas tecnologías para identificar los IP de los usuarios y así –dice Lovink- han destruido el anonimato”. A lo que hay que añadir que los gobiernos nacionales se han apropiado de la competencia de asignar y controlar tecnológicamente las direcciones IP en cada país para proteger la industria cultural de cada país (producción cinematográfica, derechos de autor, etc.)

En opinión de Lovink, que comparto, uno de los mejores usos sociales de Internet, además de ser un negocio rentable, es Wikipedia. He aquí una red social con causa, la participación del conocimiento.
Tampoco es oro todo lo que reluce, pero esto requiere un estudio específico, cosa que Lovink no hace en este libro.

Valoración del libro

El libro de Lovink es una libro para expertos del sector, para freakies y para académicos, no para un público general. Hace muchas preguntas, ofrece menos respuestas, a veces habla por slogans y ciertamente presenta agudas intuiciones que ayudan a pensar críticamente. Entre otras cosasa constata que la utopía tecnolibertaria, de la que el autor es un poco nostálgico, al menos entre líneas, es eso, una utopía.

El diagnóstico sobre el fracaso académico de los media studies es certero; las causas, no lo son. Es más, es precisamente la predominante focalización en los medios, en los soportes tecnológicos lo que ha llevado a la desorientación de los estudiosos. De ahí que su propuesta de crear un “crítico de Internet” al tiempo que “esperamos una teoría de la red” no parezca viable: ¿de cuáles contenidos en Internet el presunto crítico debe juzgar? Porque en Internet hay de todo. Y si el crítico juzga solo las aplicaciones y los usos sociales, volvemos al mismo problema de la atención prevalente a los medios y a sus usos.

Estoy de acuerdo con la crítica a Nicholas Carr y otros “predicadores apocalípticos” (doomsday preachers), como los llama.
Simplemente estamos en una edad de transición, de asimilación de la tecnología, como sucedió con los electrodomésticos en los años 50.
Cuando se incorporaron al uso cotidaiano, dejó de hablarse de ellos. Las organizaciones y las personas están aprendiendo lentamente a usar -y discriminar- qué tomar y qué no tomar, en qué cambiar y en qué no cambiar. Queda mucho por aprender, especialmente a nivel personal: “te haces dueño de las herramientas no sólo cuando sabes usarlas, sino también cuando sabes en qué momento hay que dejar de usarlas”.

Las cosas en Internet cambian muy deprisa. Por la fecha de publicación del libro (2011), éste no podía dar noticia de la publicacíon el 25 de enero de 2012 por la Comisión Europea del Borrador de la Propuesta de Reglamento General de Protección de Datos de la Unión Europea, cuyo iter legislativo deberá acabar en el 2014. Estados Unidos está siguiendo un camino paralelo, con criterios inspirandores distintos, a partir de la “Consummer Data Privacy in a Networked World”, de la Casa Blanca, de febrero de 2012”. Pero el debate legislativo estaba en curso desde hacía años y Lovink no parece se haya interesado mucho. Ese marco legal, una vez aprobado, cambiará muchas cosas. Parafrasando al autor, “Internet una vez cambió las leyes, hoy las sentencias judiciales lo están transformando, mañanala la ley va cambiará Internet”.

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