Uno de los temas centrales de los cuentos clásicos es el amor entre el
hombre y la mujer, entre el príncipe y su dama… entre el héroe y su bella,
siempre para salvar, proteger, cuidar.

En su apreciable pureza y sencillez, estas fábulas presentan a menudo
historias, personajes y finales estereotipados y poco creíbles.

Solo por poner un ejemplo, la princesa es casi siempre una niña con miedo e
inerme, que termina con problemas por su ingenuidad, para después salir de
ellos exclusivamente gracias a la acción heroica de un valiente príncipe
azul (se puede pensar en Blancanieves y los siete enanitos o en La Bella durmiente).

El príncipe azul en cuestión, además, es siempre un hombre perfecto, que
nunca arredra. Valiente y tenaz, carente de debilidades y desconocedor del
miedo, desafía cualquier cosa (dragones, fuego y tempestades) sin
pestañear.

Las historias de amor entre la niña y su príncipe, además carecen a menudo
de fundamento sólido: basta un encuentro para descubrir que están hechos el
uno para el otro (se puede pensar en Cenicienta) y el fatídico
“beso del verdadero amor” acontece a menudo entre dos desconocidos, los
cuales después, como por arte de magia, terminan siempre viviendo “felices
y contentos”.


Más allá de los estereotipos, de las verdades antropológicas

Pero si los cuentos clásicos están llenos de estereotipos, es necesario
también admitir que en muchos aspectos se adhieren a la estructura
antropológica del ser humano: con sus historias previsibles, son capaces de
mostrar que el hombre y la mujer pueden vivir bien juntos solo si aceptan
completarse, es decir, si cada uno reconoce que necesita al otro.

Estas fábulas tienen el mérito de mostrar con verosimilitud precisamente
cómo el hombre madura en el cuidar a su mujer y la mujer adquiere seguridad
en el fiarse de un “hombre verdadero”, sobre el que poder contar realmente
(si se desea profundizar sobre estos temas, leer Hombre y mujer. Consideraciones de antropología dual, de Marta
Brancatisano, Edusc, 2015).

Se trata de historias que no entran en detalle en la psicología de los
personas y no profundizan las dinámicas relacionales en su complejidad,
pero que consiguen aún así mostrar cómo la relación entre el hombre y la
mujer pueda funcionar solo si los dos respetan las propias diversidades y
se acogen, se amalgaman, en vez de prevalecer el uno sobre el otro o de
separarse.



El hombre y la mujer en el escenario moderno: dos mundos en sí

El panorama de las historias modernas, sin embargo, es un poco diferente.
Muchos cuentos de hoy – y no solo los cuentos, sino también la publicidad,
las películas… – muestran a menudo al hombre y a la mujer como dos
universos paralelos, que les cuesta comprenderse y encontrarse.

Es más, el mensaje implícito en muchas historias es que el hombre y la
mujer pueden (cuando no deben, incluso) renunciar el uno
al otro si quieren ser auténticamente ellos mismos.

Parece que haya una desarmonía entre el mundo masculino y el femenino: las
mujeres, en particular, reivindican una total autonomía respecto al hombre
y quizá no es casualidad que las protagonistas de los dibujos animados sean
cada vez más a menudo mujeres (madres e hijas, hermanas…), quienes
resuelven los problemas solas.

A menudo se trata de historias en las que hay grandes valores, como la
importancia del perdón, del diálogo, de la ayuda recíproca (se puede pensar
en Maleficent, Ribelle-the Brave o Frozen), pero
también se observa cómo cada vez más las figuras masculinas se encuentran
al margen, visto que las mujeres son muy capaces también sin un caballero.


El individualismo pone en peligro la relación de pareja

Un tiempo, quizá, las mujeres podían sentirse un poco degradadas por
películas, sagas, fábulas en las que las protagonistas femeninas eran
presentadas como tontas, ingenuas e incapaces de cuidarse por sí mismas,
pero hoy existe otro peligro: que se degrade la figura masculina – anulada
o vaciada de su virilidad – o la relación entre el hombre y la mujer.

La relación de pareja, de hecho, se pone en riesgo con el avance del
individualismo.

Hay historias en las que el mensaje principal es que, para realizar los
propios sueños personales (que en la mentalidad común se ponen por encima
de los de la pareja), el hombre y la mujer deben aceptar todo, incluso no
estar juntos.

Un ejemplo llamativo al respecto, es la “fábula moderna” La-la Land, film musical de 2017, dirigido por Damien Chazelle y
ganadora de seis Óscar.

Durante toda la película los protagonistas (una aspirante a actriz y un
aspirante a músico) demuestran que se quieren. Se apoyan en todo y desean
pasar el resto de su vida juntos; pero al final se separan, para seguir
cada uno su propio éxito individual.

Es solo un ejemplo de cómo a menudo, en las “historias modernas” el amor
entre el hombre y la mujer no está ya en el centro: en el centro está “ el yo”, con sus sueños y sus ambiciones… mientras que
la relación de pareja es solo uno de los muchos aspectos colaterales de la
vida.

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