La velocidad de la propagación del coronavirus, Covid19 o virus de Wuhan, región de la China donde empezó la pandemia, hace obsoletas en un plazo de 24 hora las decisiones de las autoridades encargadas de frenar los efectos.

Junto con el virus se propaga un miedo más que comprensible, auténtico pánico a veces. La cultura de la comunicación electrónica, en la que estamos inmersos desde hace más de medio siglo, acelerada por la revolución tecnológica digital, simplemente ha multiplicado la instantaneidad reactiva de la “multitud humana”, con todas sus paradojas.
Muchos ensayistas, comentaristas y escritores han sugerido la lectura de las páginas de Manzoni (Los Novios) que narran la peste de Milán durante el siglo XVII, como catarsis purificadora de los sentimientos ante lo que vivimos, cosa que la buena literatura ha realizado siempre sobre el corazón humano.

En Family and Media queremos abrir una conversación para sacar juntos algunas lecciones que podemos compartir observando los efectos del Covid19 sobre la dimensión comunitaria. Una madre de familia (Cecilia Galatolo), a jurista, docente de Derecho Romano y de Derecho Comparado (Rafael Domingo Oslè) y un docente de comunicación pública (Norberto González Gaitano), han reflexionado sobre qué tiene que decir el sufrimiento de tantas personas, los “inconvenientes” causados por tantas -aunque necesarias – restricciones en la vida de relación con otras personas, la incapacidad del sistema comunicativo para informarnos de lo que estaba (está) sucediendo, y también -y no menos grave- por qué nosotros, individuos y comunidades, no hemos sido capaces de percibir la realidad.

Hay tres planos sobre los que reflexionar: las relaciones humanas, el gigantesco fracaso informativo del sistema tecnológico de comunicación más avanzado de la historia (así lo creíamos), y el papel de la tecnología en este error colectivo y cómo superarlo personalmente.

Cada boletín diario de personas sometidas a tests, contaminados, muertos y curados, es como un boletín de guerra que cambia el escenario en curso. Lo que no ha cambiado es nuestra racionalidad, la capacidad de observar, mirar, reflexionar, pensar y tratar de entender.

Queremos partir de un hecho desnudo, brutal, que, sin embargo, pocos medios nos muestran, porque es difícil hacerlo, ni siquiera proponiéndoselo, y esto a pesar de todos nuestros recursos. El editorialista de un conocido
periódico italiano llama a este hecho la cifra de contagiados clandestin.

Son los fallecidos que mueren sin ninguna visibilidad, reducidos a un dato estadístico. Escribe Ezio Mauro:

Se muere en clandestinidad. Ningún pariente está junto a su cama en el hospital, no es posible despedirse, no tienen ningún funeral . Es cierto que siempre se muere solo, pero esto es diferente: por primera vez, la muerte es tan singular que se convierte en pura noticia, sin rito, estadística, desnuda comunicación de otro lugar, simple desaparición: cancelando la solemnidad trágica del paso, restringiendo el luto a acontecimiento individual, despojando a la muerte de sus efectos sociales, de su significado colectivo, de las simbologías culturales. Reduciéndola, en definitiva, a simple hecho biológico.

¿Dónde está la comprobación del hecho? Ezio Mauro, bien conocido como periodista de larga trayectoria, lo sabe. No es necesaria la cámara, la imagen, el testimonio de una fuente cercana. Quizás, como en el editorialista, falta un paso en ese saber, que requiere un posterior acto de valentía en el “mirar” lo invisible: desaparecen los efectos sociales, las simbologías culturales (¿por qué no mencionar también las religiosas?): ¿qué queda?; ¿únicamente un hecho biológico, o una gran pregunta sobre el sentido de aquella vida?

Tal vez nuestra sociedad hiperconectada, hipertecnológica, hiperdesarrollada, hiperinstruida, hiper…, se ha convertido en hiperignorante. Quizá debemos volver a la escuela de humanidad. Nosotros lo queremos hacer a partir de estos tres puntos centrales: las relaciones personales, la información sobre el mundo común y las capacidades humanas requeridas a los nuevos ciudadanos del futuro post-coronavirus.

Continuad sintonizados, y enviadnos vuestras ideas. Nos interesan de verdad. Los tres hemos hablado entre nosotros (a través de la comunicación digital, porque no es posible hacerlo en torno a un café o una pizza) y con tantas otras personas…y advertimos ideas similares.

¿Realmente necesitamos que los poderosos agentes de la comunicación nos digan qué tenemos que pensar y cómo pensar? O más bien tenemos sólo necesidad de redescubrir lo que ya sabíamos, a propósito de una noticia que nos hace pensar, y habíamos ignorado cómodamente, porque estábamos aturdidos por millones de “informaciones”, todas igualmente banales. ¿Intentamos averiguarlo juntos? Gracias por escucharnos y por la eventual colaboración.

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