Algunos consejos para hablar sobre homosexualidad y matrimonio natural en el debate público
«Hombre y mujer los creó»: intente decir esta frase de sólo cinco palabras hoy, en un debate público en Occidente, y probablemente se desencadenará una verdadera tormenta.
No sólo porque esta expresión proviene de la Biblia – y para muchas personas los textos sagrados deben ser condenados en cualquier caso – sino también porque parte de la opinión pública considera retrógrado a quien ve el matrimonio como algo que corresponde a la «gramática de la naturaleza». No obstante, todavía hay algunos sociólogos que piensan como lo hace la «minoría»: Pierpaolo Donati, por ejemplo, sostiene que el hombre y la mujer pueden «adaptarse o no» a la realidad, pero no transformarla.
Actualmente, no todos comparten que la unidad en la diferencia es el fundamento esencial de la familia, porque la vida misma se origina en esa diferencia y esto no depende de nuestras construcciones culturales. No todos piensan que respetar esta realidad «dada a priori» sea «para nuestro bien»: no, tantas veces esa concepción viene tachada de moralismo.
Sin embargo queremos creer que todavía se pueden proponer estas ideas, que van contra corriente, sobre temas tan cruciales para la vida humana, enriqueciendo así el debate público.
Probablemente es importante no imponerse, entrar como de puntillas en una conversación, respetar al interlocutor, hacer más preguntas que juicios.
A continuación presentamos algunas ideas para hablar de estos temas sin ofender a quienes no tienen las mismas convicciones que nosotros.
1. Más allá de las ideologías, existen personas de carne y hueso, con tendencias homosexuales o con atracción por ambos sexos, hombres que dicen «sentirse mujeres», mujeres que dicen «sentirse hombres». Quienes viven esta situación, muy a menudo tienen que enfrentarse a una dolorosa experiencia de autodescubrimiento, de tener que procesar su pasado y aceptar su propia historia. Muchos viven la dura prueba de «sentirse diferentes» y se encuentran con percepciones psicofísicas que les llegan independientemente de su voluntad.
¿ Podemos realmente entender lo que sienten esas personas si nosotros no hemos pasado por ello? Evitemos, por tanto, pisotear la sensibilidad de los demás, hacer juicios sumarios sobre la vida de los demás,… Procuremos en cambio «disminuir el sufrimiento». Es decir, practiquemos la empatía.
2. Alejémonos de la superficialidad. Ante grandes sufrimientos es reductivo decir: «Haz lo que sientas, eres libre de hacer lo que quieras». Y también es reductivo decir simplemente: «¡Esto no está bien!». Precisamente porque la sexualidad está muy ligada al bienestar profundo de la persona, no podemos «liquidar» con cuatro palabritas a quienes están pasando por ese calvario interior: invitémonos a nosotros mismos y a quienes tienen reacciones similares a profundizar en el tema.
3. ¡La acogida es una regla de oro! Nuestra primera preocupación debe ser mostrar aceptación, con hechos y palabras. ¡Tenemos que tener una actitud delicada y no perentoria! La sexualidad – no el «sexo» – es algo muy personal, íntimo, y es fácil herir «hablando desde fuera» sobre cuestiones tan complejas y delicadas. Evita absolutamente insultar, denigrar, tratar a las personas como «errores de la naturaleza». Cada historia personal merece, en primer lugar, acogida y respeto. ¿Quién se abrirá, o escuchará una propuesta, si se siente rechazado?
4. Se puede proponer – no imponer – un camino que parta del reconocimiento del dato biológico objetivo. De hecho, algunos, al ver estas situaciones particulares, afirman la existencia de más «géneros» y que la realización de la persona consiste en seguir la propia tendencia, cualquiera que sea, porque de esta manera «se llegará a ser plenamente uno mismo». Complacer los impulsos puede ser una opción, pero el mundo lo propone casi como el único camino. Sin embargo, si es posible negar la propia identidad biológica, también es posible preguntarse si esa identidad «recibida» (porque es un hecho: no nos la hemos dado a nosotros mismos) tiene algo que comunicarnos, independientemente de lo que «sentimos». Hay personas que, siguiendo este camino, al reapropiarse de su identidad biológica, después de haberla negado incluso durante años, han encontrado su felicidad.
5. El mundo necesita testimonios más que maestros. Si tenemos un mensaje que comunicar, es mucho más fácil transmitirlo contando una historia real, de una persona concreta, que proponiendo una teoría. Esto también es válido si queremos proponer el descubrimiento del Evangelio y el camino de la castidad como una posible solución para las personas que se sienten atraídas por el mismo sexo. Lejos de ser una regla impuesta desde lo alto, un camino como este es creíble en la medida en que alguien lo ha recorrido realmente y se ha beneficiado de él. A este propósito, señalamos la página web de Courage, donde en la sección «Testimonios» hay numerosas historias de personas que afirman haber renacido siguiendo este camino. También hay personas con esa orientación homosexual que dicen (si no han sido censurados, todavía se pueden encontrar videos en Youtube): «Aunque me considero homosexual, no he encontrado alegría en las relaciones carnales con otros homosexuales. Por el contrario, ha sido liberador reconocer una verdad objetiva sobre el matrimonio, sobre el acto conyugal, y vivir más profundamente las amistades o el voluntariado en la fraternidad y la castidad. Ha sido hermoso descubrir que podía amar y encontrar la felicidad sin tener que seguir inevitablemente mis impulsos». Palabras fuertes, que serían rechazadas si no las dijera alguien que las ha vivido de verdad… ¡pero hay muchas personas que han tenido historias similares! Lo mejor es darles el protagonismo.
6. «El hombre y la mujer pueden hacer con su propia vida y cuerpo lo que quieran»: muchos apoyan esta idea. Es cierto que podemos vivir en absoluta libertad, pero ¿es deseable una libertad desvinculada de cualquier verdad sobre nosotros mismos y de cualquier finalidad hacia el bien?
Es correcto mostrar amor por la libertad, pero también es correcto relativizarla, o mejor aún, reflexionar sobre cuál es la finalidad de esta posibilidad de autodeterminación: «¿Soy libre de?» o ¿»soy libre para«? ¿Para qué vivo? ¿Qué estoy buscando? ¿De qué tiene sed mi corazón?
Debemos aceptar el libre albedrío del otro (Dios lo acepta, ¿podemos rechazarlo nosotros?), pero al mismo tiempo podemos hacer una pregunta: «¿Te has preguntado qué es lo que te da la alegría plena?»
7. Mostrar la propia buena fe. Al mostrar estas historias es bueno dejar claras las intenciones: «No te digo que tienes que hacer esto o lo otro porque soy bueno y tú eres estúpido. Si te ofrezco algunos indicios es para aconsejarte, es porque me preocupo por ti, por tu felicidad».
«Haz lo que quieras», a menudo equivale a decir: «Es tu problema, a mí no me importa». Si queremos el bien de alguien, esta no puede ser la perspectiva. De buena fe, si hay confianza mutua, aconsejaremos lo que es «bueno» desde nuestro punto de vista. En este caso, reconocer (no sin dolor: lo entendemos) que el acto sexual es funcional – cuando se vive en las formas establecidas por la naturaleza, subordinado al amor y en la exclusividad de la relación conyugal – a la consolidación de la relación entre hombre y mujer. El otro tendrá entonces la libertad de escucharnos o no.
Una persona puede fácilmente rechazar esta visión, sintiéndose «privada de un bien» y puede optar por rechazar esta «gran cruz», pero también hay quienes, partiendo de la realidad y no de sus deseos, reconocen que no pueden «forzarla» y encuentran la paz, la realización, la alegría si se concentran en otra cosa. Por eso «nos permitimos hablar».
8. No discriminar, ni compadecerse: Lo que nos interesa es que la gente encuentre la paz y la serenidad. Todos somos compañeros de viaje, no somos ni superiores ni inferiores a los demás… todos tenemos como meta la felicidad eterna, todos tenemos nuestras propias dificultades. Lo importante es caminar juntos hacia el objetivo común. La única manera de alcanzarlo es el amor, es decir, «dar la vida». ¡Y este camino no está cerrado a nadie! Invitamos a todas las personas a buscar el proyecto de amor diseñado desde siempre para cada una de ellas.