La música tiene un gran alcance comunicativo: aquel que canta letras de canciones, no sólo “dice algo», sino que evoca emociones, recuerdos y, llegando al subconsciente, conduce la mente del oyente a mundos cercanos o lejanos, arroja luz sobre las heridas y los sueños ocultos.

Una canción puede cambiar la percepción de la realidad, inspirar decisiones, estimular el crecimiento interior de una persona. Por el contrario, una música agresiva e invasiva puede llevar a un cierre, a un «endurecimiento del corazón». Puede emanar sensaciones negativas y despertar sentimientos de desprecio.

Por tanto, podríamos decir que a través de la música -como a través de cualquier otra forma de comunicación- se puede hacer el bien y el mal. En pocas palabras, la música puede elevarnos o hundirnos.

Puesto que la música es capaz de estimular y transmitir mensajes con un poder extraordinario, su función educativa es relevante.

Pero, ¿cómo o por qué utilizar esta herramienta en la relación con niños o estudiantes? Aquí les mostramos algunas sugerencias sencillas para invitarles a aprovechar al máximo el potencial de la música en el ámbito de la educación.

¿Por qué se canta a los niños?

¿Se ha preguntado alguna vez por qué, incluso sin saber cantar, solemos cantar canciones infantiles o canciones de cuna para calmar, dormir o simplemente relacionarnos con niños muy pequeños, incluso recién nacidos? ¿Por qué casi todas las madres, tías, abuelas (¡e incluso inesperadamente abuelos!) de repente se encuentran memorizando textos o melodías para luego repetirlas a sus pequeños como si fueran rituales? ¿Y por qué efectivamente los niños se calman cuando los adultos les cantan?

La respuesta es que todos nosotros, de alguna manera, nacemos «con capacidad para la música»: en el ritmo musical, de hecho, encontramos seguridad, porque inconscientemente nos recuerda el latido del corazón de nuestra madre, escuchado continuamente en el útero durante el período de gestación.

Hay algo de ancestral y visceral en el vínculo que cada uno de nosotros tiene con la música. Nos habla inconscientemente: «¡Vida!»; nos recuerda que no estamos solos, que hay muchos otros corazones que laten junto al nuestro.

Pero además de despertar un sentido de protección y de seguridad instintiva, ¿la música aporta beneficios en el desarrollo de las habilidades de los niños?

Los beneficios de la música en el crecimiento

Ya hemos visto que hablar con los niños o contarles historias tiene muchas ventajas desde el punto de vista de la relación niño-adulto y del desarrollo cognitivo y lingüístico. La música también puede jugar un papel fundamental en su crecimiento. Efectivamente, la música:

1. Favorece la concentración y el desarrollo de una buena memoria.

2. Fortalece las capacidades creativas e de imaginación.

3. Ayuda a tener control de su emotividad.

4. Aumenta la autoestima.

5. A través de la musicalidad de la voz de la madre, el niño puede desarrollar habilidades para escuchar y de comunicación.

6. El movimiento del cuerpo al ritmo de la música –el baile- es una herramienta válida en el proceso de crecimiento, porque ayuda al niño a descubrirse a sí mismo y a descubrir sus habilidades.

Los numerosos efectos positivos de la música, ya reconocidos por psicólogos, pediatras e investigadores sobre el tema, han ayudado a la creación de varios proyectos culturales en todo el mundo (un ejemplo en Italia se muestra en este artículo: Cantar a los niños hace bien: desarrolla la inteligencia)

Por tanto, si tenían algunas reservas al exhibirse en espectáculos que no eran muy emocionantes desde el punto de vista artístico, es bueno que sepan que la ciencia está con ustedes.

Incluso si ustedes se encuentran entre aquellos que realmente no consiguen cantar todas las notas correctamente, tómense el tiempo para cantar con sus hijos. Seleccionen algunas canciones, de forma natural y espontánea, para que esto se convierta en una especie de ritual… además de los beneficios mencionados anteriormente, tener «sus canciones» fortalecerá el vínculo con sus hijos.

El papel de la música en la adolescencia

La música cambia, en todos los sentidos, cuando el hijo o el alumno con el que nos relacionamos ya no es un niño, sino un adolescente.

En el difícil periodo de la adolescencia, cuando los jóvenes sienten la necesidad de «pertenecer a algo» para comprender quiénes son, la música se convierte en un elemento de cohesión dentro de un grupo o una forma de expresar su propio estilo de vida.

La música también permite a los jóvenes expresar las propiasemociones, sentimientos o pensamientos que experimentan. A través de la elección de canciones o melodías, expresan deseos y frustraciones, relacionados a una fase de la vida en la que la personalidad todavía está en formación y en la que prevalecen la rebelión, la necesidad de afirmación, el deseo de cambio.

La música les ayuda a concentrarse, comprender y expresar todo aquello que les pasa ; se convierte en una válvula de escape, en un instrumento de apropiación de sí mismo y en una forma de comunicar con sus coetáneos.

Pero, ¿y los adultos? ¿Cómo pueden encajar en este proceso de transformación a través de la música? La música les ofrece oportunidades para encontrarse y para confrontarse: puede ayudar al adulto a relacionarse con el adolescente, que a menudo se desvía de cualquier diálogo. Aquí hay un ejemplo:

La música como herramienta de diálogo con los adolescentes

En primer lugar, los adultos tenemos que saber que, con el tipo de música que escuchan, los adolescentes nos están diciendo algo indirectamente, aunque muchas veces no nos hablan. Nos están diciendo por lo que están pasando en esa época de su vida.

Nuestro consejo es el siguiente: interesarse por su playlist, escuchar atentamente los textos que escuchan y, por qué no, iniciar un diálogo con ellos preguntando con interés y respeto por qué les gusta ese texto en particular y qué es lo que encuentran de interesante o bonito en una melodía particular.

El escritor Alessandro d’Avenia, profesor de bachillerato y autor debest-sellers de fama internacional comoBlanca como la nieve, roja como la sangre, Cosas que nadie sabe o Cada historia es una historia de amor (que intervino, recientemente, en un seminario sobre el tema de la educación de los jóvenes a través de los clásicos) en un artículo para la columna «Letti da rifare» (“Camas para hacer”), que escribió para el periódico Corriere della Sera -uno de los principales periódicos italianos-, invita a los padres y a los profesores a utilizar la música para penetrar en la armadura de los jóvenes: »

La “cama para hacer hoy” podría ser en este caso dedicar una noche a la semana a escuchar la música de los demás: las canciones las eligen el padre, la madre, los hijos y la abuela.

Cada uno cuenta y explica, los demás escuchan sin juzgar
, preguntando, para que conozcan las palabras del deseo del otro, y tal vez algo de sus heridas, debilidad, memoria, sueño u oscuridad. Continúen esa sesión todo el tiempo que deseen: imaginen esa jam-session de alto voltaje con Simon&Garfunkel junto a Eminem, Battisti, Salmo, Chopin o Sfera…. Hagan una lista familiar y escúchenla. Yo lo hago con cada nueva clase en la escuela: le pido a cada uno su canción favorita, completo la lista de reproducción (titulada según la clase: «First A Greatest Hits») y escucho atentamente para sondear el corazón de los que están delante de mí: una «llamada» musical.

Así, la música se convierte en alegría, en descubrimiento, en encuentro entre generaciones, en relación: es decir, en vida
. Desearía que hubiera más en casa y en la escuela…»

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