En uno de sus libros más importantes, El hombre en la era de la tecnología (1957), el conocido sociobiólogo alemán Arnold Gehlen (1904-1976) indicaba, como nota distintiva de la sociedad tecnológica, la búsqueda de experiencias de segunda mano, es decir, de experiencias que no dependen del propio obrar sino del de otros.

Si Gehlen hubiese conocido Internet y espectáculos como “Gran Hermano”, no habría cambiado de idea; la habría confirmado con nuevos ejemplos. Uno de ellos se refiere a la manera con que la red está modificando el comportameineto sexual de jóvenes, adolescentes y también adultos, sobre todo el de los varones.

Efectivamente, como sostiene con datos en la mano el psiquiatra y neurólogo austríaco Raphael Bonelli, director del Instituto de religiosidad en la psiquiatría y en la psicoterapia, Internet está incrementando el número y diversidad de disturbos psícquicos ligados a la dependencia a imágenes, films y chats de carácter pornográfico (Die Tagespost, 13 febrero 2010, p. 11, entrevista a Raphael Bonelli). La facilidad con que se pueden encontrar y el carácter anónimo y ficticio de los usuarios hacen que muchos prefieran consumir estas experiencias de segunda mano a establecer verdaderas relaciones amorosas. Por otra parte, como señala Bonelli, la desinibición del deseo de placer lleva consigo dependencia y también agresividad que llega a veces a la violencia sexual.

Frente a estos y a otros fenómenos psicopatológicos, Bonelli propone educar en el uso de la red, comenzando desde niños –y no solo-, situando, por ejemplo, el punto de acceso a Internet en un lugar común de la casa, moderando el deseo de divertirse a cualquier precio y sobre todo favoreciendo una cultura de la sobriedad y del aprovechamiento del tiempo.

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