¡Me Encanta tu Cuerpo!


Amada esposa mía:

¡Quiero que sepas lo mucho que me gusta tu cuerpo!

Para mí, tu cuerpo es mi fascinación.

Soy el único hombre de la faz de la tierra que tiene el privilegio de tocarte, abrazarte y acariciarte.

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Por favor, escucha lo que tengo que decir…

Saber con exactitud el “número” que marca la báscula cada vez que te pesas no me dice quién eres.

Para mí, lo que realmente importa es lo que veo: el cuerpo de una hermosa mujer que se ha entregado a mi amor.

Lo que otros hombres u otras mujeres piensen sobre tu modo de vestir, de expresarte, de vivir es importante sin lugar a dudas, pero no esencial para sentirte bella.

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Cierto, la imagen de mujer ha cambiado…

Es evidente que el mundo actual no soporta la belleza de un cuerpo de madre, normalmente curvilíneo, voluptuoso y femenino.

La verdad es que no entiendo por qué la humanidad se ha dejado engañar de esta manera, pues cualquier hombre sabe detectar un cuerpo femenino y sentirse inmediatamente atraído, arrebatado, incluso extasiado.

En términos simples: recibir la “invitación” a conocer el interior de una elegante mujer que cuida su belleza detrás de una hermosa cabellera larga o una inspiradora falda, es lo máximo.

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Piénsalo bien…

Las modelos y las artistas “esqueléticas” que desfilan en las pasarelas o protagonizan la pantalla grande, portando los diseños ingeniados por personas que quieren mantener a la mujer de nuestra época en una perpetua adolescencia, son un auténtico absurdo cultural.

Desde el fondo de mi corazón te confirmo lo que ya sabes: ¡se equivocan!

No hay nada más irresistible para un hombre que la belleza de una mujer femenina, que irradia abundancia y fertilidad, que irradia maternidad.

El maquillaje, los perfumes y las texturas de las telas que confeccionan tus vestidos tienen sentido cuando acentúan tu modo de ser mujer, tu maternidad, no cuando la esconden o la exponen de más.

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Dios pensó a la mujer para que le guste al hombre…

y al hombre para que se entregue al amor de su mujer

Y la diferencia esencial entre el cuerpo de un hombre y una mujer es la siguiente:

pechos y caderas… alimento y cuna para tener hijos.

En lo personal, me importa muy poco el estilo que marca la moda actual, cada vez más alejada de la vida de mujeres y madres reales que aspiran a mucho más que parecer maniquíes de aparador.

Ante esto te reitero que sólo un hombre que ama de verdad a su mujer puede decirle con toda sinceridad lo hermosa que es.

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¡Claro que tener hijos desgasta el cuerpo!…

Pero las arrugas, las estrías, o las canas que deja la maternidad jamás degradarán tu belleza.

Para mí, cada una de ellas son la muestra más clara de que has vivido para amar y ser amada, eso que todo ser humano desea en lo más profundo de su ser.

Todo cambia con el tiempo, y tu cuerpo de madre es para mí un símbolo, el campo de tus más grandes batallas, dentro de las cuales una sobresale por encima de las demás: el nacimiento de nuestros hijos.

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Te pido que no olvides algo…

Tu vida de esposa y madre te ha de permitir comer cuanto tengas hambre; dormir cuando tengas sueño; arreglarte cuando tengas tiempo. ¡Y adivina qué! Verte luchar de esa manera me enamora más de ti.

La vida reclama el equilibrio, la medida de lo bueno, no el logro abstracto que encuentra su sentido en el “deber por el deber”.

Una mujer que se encuentra en su “centro”, estando donde puede y quiere, irradia una fuerza que desarma a cualquier hombre. Como me pasó a mí cuando me enamoré de ti.

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Para mí, tu cuerpo es mi hogar…

A donde siempre he de volver.

Es la prueba contundente del amor de Dios.

Por eso me comprometí a bendecirlo, a hacerlo crecer, a amarlo.

Por eso decidí quedarme en ti para siempre.

Atentamente:

Tu Esposo

¡A quien le encanta tu cuerpo!

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