Juan Camilo Díaz Bohórquez.

Televisión, familia e infancia, Universidad de La Sabana, Colombia, 2014

El hecho de que la televisión sea parte integral del crecimiento de un persona no es de por sí un hecho negativo. Según Juan Camilo Díaz, ésta puede ofrecer estímulos, favorecer el proceso de socialización y las formación de la personalidad, puede ayudar a “construir” y reconocer la forma en la que se vive, puede transmitir mensajes y modelos positivos.

Es fundamental, sin embargo, que los padres sepan cuándo la televisión influencia el comportamiento de los niños y tengan un rol activo en la selección de programas.

Existen programas buenos y programas malos: el papel del padre es elegir. Utilizar de forma correcta la televisión tiene un peso notable en el plano de la educación de un hijo, como el libro muestra con ejemplos abundantes. Según el autor del libro que recensiono, muchas veces sin embargo, por falta de tiempo, no solo los padres no se interesan en los programas que ven los hijos, sino que delegan en la televisión su función educativa. La televisión, de “instrumento auxiliar”, se convierte en una verdadera niñera, se convierte en un “tercer padre”.

El objetivo de Televisión, familia y infancia es precisamente tratar el tema de la educación en relación a un ámbito preciso: el uso de la tv en familia.

Como un bonito cuadro no existe si no gracias a la sabiduría y a la mano de un pintor, de la misma forma, la formación de un niño debería ser fruto de la reflexión y del trabajo atento de los adultos. El crecimiento de un niño es un arte que no se puede improvisar. El rol de quien lo educa (y por tanto en primer lugar de los padres) es muy importante y conlleva gran responsabilidad. Los padres no tienen, de hecho, solo la tarea de “generar” y mantener” al propio niño: desde los primeros meses de vida, el padre y la madre son los principales mediadores entre el niño y lo que le rodea. La mediación de los adultos es indispensable para que los más pequeños sean introducidos en el mundo y defendidos de los peligros que éste les puede presentar.

Se trata, sin embargo, de un compromiso nada sencillo. Por tanto, en el momento en el que los padres hacen propias tales consideraciones generales, a menudo advierten también las necesidades de ser ayudados a desarrollar su ardua tarea.

En el libro se habla de un primer momento de la familia en general y allí se describe como escuela de valores. Dentro de ella los padres ejercitan la autoridad y son llamados, en primer lugar, a ser ejemplo para los hijos, a través de su comportamiento. Deben, sin embargo, también “coordinar” la vida familiar, controlar lo que hacen los hijos, guiarles en la vida de todos los días. Y esto vale también para el uso de la televisión.

En el libro se proponen por tanto “estrategias” y se ofrecen recomendaciones que pueden ser útiles para todos los madres y padres que no conocen el poder de la televisión o que tienen dificultad para tenerlo bajo control. El libro es ligero, un poco repetitivo, pero bastante completo. Y la lectura puede ser agradable también para quien simplemente quiera profundizar algunas características de uno de los medios de comunicación más influyentes.

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