Somos el ejército del selfie, decía una canción de 2017. Una simpática denuncia que mostraba cómo el mundo de las redes sociales nos estaba absorbiendo hacia una vida paralela de fotos, posts y likes. Y aunque esta canción ha pasado de moda, la práctica del selfie de ninguna manera. Hoy todo el mundo, jóvenes y mayores, se hacen selfies.

Al fin y al cabo, esta forma de hacerse fotos no es tan nueva. Antes de que la tecnología inventara las cámaras frontales, los selfies se tomaban girando el teléfono o la cámara. La evolución de la tecnología no ha hecho más que simplificar y facilitar este proceso. Y no sólo eso… gracias al selfie, ¡ya nadie se queda fuera de la foto!

Entonces, ¿qué ha cambiado? Los selfies han generado una fuerte obsesión por la propia imagen. El hecho de hacer una foto y poder volverla a hacer hasta que salga bien cambia el sentido y el significado de hacer una foto. Con el selfie me miro en un espejo -mi smartphone- y en los ojos de todos aquellos con los que compartiré esa foto, a la espera de saber cuántos likes y comentarios suscitará.

Selfie, lo que dicen las últimas investigaciones

La práctica del selfie, sin embargo, se ha ido un poco de las manos y el tema se plantea a menudo con preocupación, sobre todo debido al gran número de adolescentes que los utilizan. Una investigación realizada por el Centro Universitario de Estadística en Ciencias Biomédicas y la Universidad San Raffaele Vita Salute demostró que los adolescentes pasan hasta 4 horas al día en las redes sociales en el 66% de los casos y de 2 a 4 horas en el 37%. Las redes sociales más utilizadas son, por orden: WhatsApp, con el 92% de las preferencias, seguida de TikTok con el 88% e Instagram con el 77%.[1]

Pero ¿de dónde viene esta necesidad espasmódica de autorretratarnos y mostrarnos a los demás? ¿Por qué a menudo preferimos pasar horas y horas publicando y posteando en las redes sociales en lugar de hacer otra cosa más productiva?

A veces uno podría pensar que la razón por la que tantos jóvenes prefieren encerrarse en este mundo virtual se debe al deseo de escapar de su propia realidad. Tanto si uno pasa el tiempo publicando o si está sólo mirando lo que otros publican en las redes sociales, a menudo se busca lo que nos falta en la vida real. Tal vez la necesidad de validación, reconocimiento, aprobación, afirmación, gratificación… cosas todas ellas importantes para la persona, pero dentro de las redes sociales corren el riesgo de ser mal entendidas y promovidas de forma incorrecta, al quedar reducidas a un emoticono en la pantalla.

El deseo de recibir likes: algunas reflexiones

Sin embargo, ese emoticono es importante para muchos jóvenes. El feedback que uno recibe tras una publicación parece a veces casi vital. Pero ¿qué mostramos a los demás? Gracias a los innumerables filtros que las aplicaciones ponen a nuestra disposición, cada vez se tiende más a mostrar una imagen de uno mismo retocada, tendente a la perfección. Esta práctica puede generar a la larga serias dificultades, sobre todo desde el punto de vista de la aceptación y el amor propio.

¿Quién dijo que para ser bueno tengo que ser perfecto? ¿Por qué lo que soy tiene que depender del juicio de alguien que tal vez ni siquiera me conoce? Tal vez mi identidad sea tan valiosa que merece no tener que depender de la opinión de todos.

Cada uno de nosotros necesita decirle al mundo su «yo estoy ahí» y todos nos reconocemos en la mirada de otro, diferente a nosotros. Pero es necesario reconocerse en una mirada real, concreta, que ve la realidad de nosotros mismos porque nuestra identidad es algo precioso que merece ser tratado con cuidado, sin estar a merced de todos.

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