Desde que estalló la pandemia, y a pesar del aislamiento, muchas personas
han encontrado la manera de ayudar a los demás, de expresar solidaridad y
apoyo mutuo. Los comportamientos espontáneos, nacidos de la libre
iniciativa y de la voluntad de hombres y mujeres dispersos por el mundo,
han traído alivio y consuelo, en pequeñas y grandes cosas cotidianas.

La solidaridad fue la cara hermosa de la pandemia, que inspiró gestos y
acciones de distinta índole,

en todas las latitudes.

Solidaridad en tiempos de covid

Al inicio de la pandemia, la solidaridad consistió en una declaración de
cercanía, de participación común. Todos salimos a los balcones a aplaudir,
a cantar; los niños dibujaron el arcoíris; videos de la vida cotidiana
modificada por el Covid-19 recorrieron el mundo, dando testimonio de
resiliencia, creatividad, capacidad de adaptación social, de las personas
que tuvieron que vérselas con el virus en el mundo.

Lo que sucedió en el Reino Unido fue emblemático. Un llamamiento del
gobierno para reclutar voluntarios que ayudaran al NHS (Servicio Nacional
de la Salud) llevó a más de medio millón de personas a ofrecer su tiempo,
el doble del objetivo previsto. Una ola de solidaridad se extendió por
Europa, incluida Francia, donde la plataforma Tous Bénévoles
duplicó el número de inscritos, con 40.000 nuevos voluntarios.
Según un sondeo de Ipsos MRBI, encargado por Volunteer Ireland, en
los primeros meses de la propagación del virus en el mundo, tres cuartas
partes de la población ofrecieron voluntariamente su tiempo.

Las noticias de personas que vaciaban los estantes de los supermercados
fueron pronto reemplazadas por relatos de actos de bondad. Y se llegó a
picos históricos en las donaciones, que no se habían visto en mucho tiempo.
El número de ayudas ofrecidas por el tercer sector, las asociaciones y
organizaciones de voluntarios, ha aumentado considerablemente, pero, por
desgracia, al mismo tiempo, las necesidades también crecieron muchísimo.
Las acciones solidarias emprendidas en este periodo de emergencia realmente
involucraron a todos: ciudadanos, empresas, fundaciones, organizaciones sin
ánimo de lucro. Según los primeros datos de una investigación realizada por Italia sin ánimo de lucro – todavía en curso –
parece que los modos de apoyo han sido diferentes. Muchos han hecho ofertas
en efectivo (el 48%, 386 de 801 iniciativas consideradas), pero es
interesante observar que las donaciones de bienes y servicios han aumentado
con el tiempo y equivalen al 38%.

A menudo fueron las parroquias las primeras en implicarse en la
distribución de la ayuda, los primeros puntos de referencia para quienes,
de un día para otro, se encontraron sin trabajo. En Italia, por ejemplo,
Caritas ha detectado un aumento del 34% de los «nuevos pobres» desde el inicio de la pandemia.
Son personas que han recurrido a las parroquias para obtener ayuda
alimentaria, apoyo para pagar facturas, hipotecas o gastos médicos. Según
datos de Caritas, 92.000 familias italianas han tenido acceso a fondos
diocesanos.

Solidaridad a través de Internet

En la mayoría de los casos, la solidaridad se ha extendido a través de las
páginas de la web. En las redes sociales aparecieron cientos de
iniciativas, como recaudaciones de fondos, solicitudes y ofrecimientos de
ayuda a quienes estaban pasando mayores dificultades. Y esto -de una manera
más o menos similar- en todo el mundo.

Se trata de un verdadero fenómeno social, sobre el que se han realizado
diversos estudios. En Dinamarca, la investigación

Sobre la solidaridad y el voluntariado durante la crisis del COVID-19:
el impacto de las redes sociales y los grupos de redes sociales en la
distribución de apoyo

, publicado en septiembre de 2020, explica cómo la sociedad civil
«informal», no vinculada a asociaciones gubernamentales, ni oenegés, logró
movilizar rápidamente el apoyo de ciudadano a ciudadano. El estudio se
centra en concreto en el papel de las redes sociales: revela que la mayor
parte de este apoyo se ha distribuido a través de éstas. La investigación
señala que los grupos de redes sociales han jugado un papel importante en
la movilización, y que el apoyo organizado en estas no difiere
significativamente del compromiso o el tipo de ayuda organizados en otros
contextos.


Solidaridad y pandemia: una nueva lectura que da esperanza de futuro

Quizás precisamente la imposibilidad de estar juntos, de socializar ha
llevado a las personas a una respuesta de solidaridad, de generosidad, como
nunca antes. Quienes tenían esa posibilidad donaron mucho, tanto en
términos de tiempo como de bienes: era una forma de mostrar afecto,
cercanía, apoyo. Y, a menudo, detrás de estos gestos, no solo había una
hermosa intención filantrópica, sino realmente mucha gracia, signos
concretos de caridad cristiana.

Es como si este difícil momento nos hubiera hecho redescubrir nuestra
humanidad. En el panorama bastante sombrío de nuestro tiempo, que a veces
los medios de comunicación amplifican exageradamente, una mirada más
cercana a la realidad revela que, en realidad, nos apoyamos unos a otros en
la crisis, nos ayudamos, y esto nunca ha sido más evidente que en estas
circunstancias: la gente ha demostrado que tiene recursos para ser
optimistas y desinteresados, y capaces de hacer frente incluso a los
desafíos más profundos. Durante una crisis, el grado de solidaridad es base
de la resistencia, de la resiliencia, de cualquier sociedad, pero la
pandemia realmente nos ha hecho entender lo grande que es el espacio de
caridad y esperanza que se puede presenciar con frecuencia a través de
simples gestos de solidaridad o, incluso, de humanidad.

Previous

¿Qué actores sociales están perdiendo más la confianza de los ciudadanos? Los periodistas

Next

CÓMO GANAR PERDIENDO: UNA LECCIÓN PARADÓJICA DEL FÚTBOL

Check Also