Un clásico domingo de verano por la mañana. Para relajarte, decides ir a
respirar un poco de aire “fresco” en el parque central de tu ciudad.
Mirando alrededor, observas la siguiente escena: un padre y una madre,
sentados en un banco, cada uno con un móvil en la mano, mientras su hijo,
de pie junto a ellos, salta alternativamente entre papá y mamá con las
manos en alto, buscando llamar la atención -no le hacen ni caso- o con
ganas de jugar con su papá o su mamá, sin lograrlo.

Un debate de nuestra época es la preocupación sobre los efectos
perjudiciales que los nuevos instrumentos tecnológicos (tableta, ordenador
portátil, móvil, etc.) pueden provocar en los niños y los jóvenes de la tech generation. Pero esta cuestión no nos deja reflexionar sobre
los efectos negativos que la tecnología provoca en la relación entre padres
e hijos; nos referimos al problema de la atención que algunos padres
reparten entre el móvil y su hijo.


Vanity Fair


publica la historia de un niño estadounidense que, en una redacción donde
se le preguntaba cuál era el invento que más odiaba y por qué, dijo que los
móviles. La razón, explicó, es que «mis padres se pasan todo el día»
inmersos en ese aparatito. El artículo cita también una investigación deDigital Awareness UK y la Headmasters and Headmistresses Conference, en la que se concluye
que un niño de cada tres pidió de modo explícito a sus
padres que recortasen el uso de su smartphone para dedicarle más tiempo a
él.

Y esta “atención parcial” por parte de los padres, ¿puede influir en la
educación y el crecimiento psico- actitudinal de sus hijos? Según el Dr.
Brandon McDaniel, desgraciadamente es así.

El Doctor McDaniel, como se indica en el sitio Nostrofiglio.it, ha realizado una encuesta entre 170 parejas de padres
para comprobar si el excesivo uso de los instrumentos tecnológicos de mamá
y papá pueden estar en la base de algunos trastornos infantiles del
comportamiento, como hiperactividad, desasosiego, trastornos de la
atención, etc.

El doctor estadounidense preguntó a los padres sobre sus costumbres
cotidianas, pidiendo a cada uno una respuesta concreta sobre cómo y durante
cuánto tiempo utilizan su móvil o tableta mientras charlan o realizan
actividades con su hijo. Casi la mitad de los encuestados admitió que
tienen la costumbre de mirar al móvil tres veces al día por lo menos,
mientras hacen algo con sus hijos.


Este estudio, publicado en la revista

Child Development

,
muestra que la falta de atención, incluso durante unos pocos instantes,
podría ser vista por los hijos de modo negativo, y estar en el inicio de un
trastorno de conducta.

Una confirmación de esta hipótesis aparece en otra

investigación

realizada también en Estados Unidos. Esta vez se preguntó a 700 adolescentes entre 13 y 17 años por la relación con
sus padres. El 51% de los chicos dijo que mamá y papá están distraídos a menudo por culpa del smartphone,
incluso mientras hablan con ellos. El dato alarmante que ha reflejado este
estudio es que, mientras los adolescentes son más conscientes y
responsables para reconocer su dependencia del móvil y de los mensajes que
reciben, esta conciencia no se da en los adultos, que parecen no admitir su
adicción al teléfono y, al contrario, creen que lo utilizan de un modo
adecuado.

Resulta fácil ser víctimas de la enfermedad del siglo XXI, la nomofobia, mejor conocida como “síndrome de
desconexión”, en la que caen tanto los adultos como los niños.

La época de las nuevas tecnologías es un banco de pruebas para los padres
2.0, que han de emplear sus energías no sólo en dar una sana educación a
sus hijos, sino que además tienen que ponerse al día constantemente para
proporcionarles una formación digital adecuada. Para esto, en primer lugar,
los padres 2.0 tienen que

dar buen ejemplo no sólo en la vida diaria, sino también en el uso
personal de Internet y de las nuevas tecnologías

. Han de comenzar por sí mismos, y ser consciente de cuánto están sometidos
al objeto que llevan en sus bolsillos o en las carteras. Debemos decidirnos
a “desconectar”, y dedicar la justa atención y el tiempo adecuado a los
niños. Intentemos revivir con los hijos la despreocupación de la juventud,
cuando las conversaciones o comunicaciones familiares no se hacían por
medio de un chat, sino reunidos todos en torno a una mesa, o la
amistad hecha de relaciones personales con el otro, en modo físico y
visual, más que virtual, sin descuidar los aspectos positivos que la
innovación tecnológica ha traído a nuestras vidas. Intentemos plantar en
nuestra familia la semilla de la cordura, para que nos ayude a distinguir
qué es realmente útil en la vida, y darnos cuenta de que la felicidad y la
satisfacción personal provienen del mundo real y no del digital.

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