Hace cuatro años salió a la luz la red social Lego life,
dirigida especialmente a los más pequeños de la casa, de edades
comprendidas entre los 5 y los 13 años de edad.

En varios medios, incluso desde la propia compañía de juguetes de
construcción, se ha tratado de vender la nueva aplicación como segura, garantizando que la misma va equipada con un
sinfín de novedades de ciberseguridad.

Algunas de estas características son: la creación de un avatar, en vez de
registrarse con datos personales; verificación por parte de personal de
Lego antes de subir cualquier imagen; la existencia de un personaje llamado
“capitán” que, a través de mensajes tipo “aviso vela” por el buen
funcionamiento de la red; posibilidad de comentarios preconfigurados para
evitar feedback negativo; la creación de un alias preconfigurado
compuesto por tres palabras al azar; etc.

Según el slogan de la empresa danesa, lo que empezó inocentemente por medio
de su revista ha trascendido al mundo digital con la intención de seguir
creando e inspirando a los niños.

Llegados a este punto, ponemos en cuestión el título que presenta este
artículo bajo dos preguntas: La primera, ¿una red social para niños? Y la
segunda, ¿segura?

Independientemente de todo lo que ofrece la aplicación, conviene
profundizar acerca de si la buena intencionalidad detrás de tanta seguridad
no será sino una forma de corroborar que las redes sociales no están hechas
para los menores.

Jugar a Lego es parte de la infancia de muchos de nosotros y no
necesitábamos documentar ese mundo de creatividad. Era algo que quedaba en
las puertas de nuestro hogar. Creábamos y deshacíamos, para volver a crear.
Por tanto, parece ser que los niños realmente no necesitan estar en
Internet subiendo cada nueva construcción. Parece más una necesidad que les
creamos los adultos.

Sería una pena que un juego tan didáctico como es crear a partir de mini
bloques de colores se convierta en un juguete en el que las pantallas
cobren protagonismo. Conociendo lo altamente adictivos que son los aparatos
electrónicos y la red, ¿no sería mejor ofrecer a los niños otras
alternativas antes de dejarlos participar de actividades en línea?

Y no sólo eso. Hay estudios que afirman que las redes sociales atentan
contra la autoestima de nuestros jóvenes y no tan jóvenes.
Ese botón de “me gusta” afecta más de lo que podamos imaginar. En el
momento en que se sube un post, una imagen, se espera inconscientemente que
haya una reacción positiva. Y nuestros niños no son inmunes a todo eso.
Desearán ser aceptados en una comunidad en la que la mayoría de sus
seguidores serán extraños para ellos.

Pongamos un ejemplo relativo a la privacidad. Supongamos
que una tarde un niño conoce a otro niño en un parque. Aunque compartan los
mismos juegos esa tarde, seguirán siendo unos desconocidos. ¿Verdad que no
lo invitaríamos a nuestra casa? Ahora trascendamos al mundo virtual. Nos
pide solicitud alguien que no conocemos, pero compartimos la similitud de
que creamos con lego, ¿lo aceptaríamos? ¿Por qué lo que parece claro en la
vida real lo obviamos en el mundo digital?

Además, si les acostumbramos a relacionarse a través de una pantalla
perderán la oportunidad de la delicia que es ver a un amigo cara a cara. Y,
por consiguiente, si les acostumbramos a jugar subiendo sus creaciones
artísticas a la red, sigilosamente empezarán a depender de la pantalla para
cualquier cosa.

Por tanto, llegados a este punto parece que se vislumbra una posible
respuesta a las preguntas que nos hacíamos al principio. No se trata de
cuestionarse si es o no segura. Una red social ya de por sí no es segura
para los niños, por mucho que se quiera adornar esa seguridad. Quizás nos
estamos centrando en la parte más técnica, de cara a toparnos con algún
ciberacosador, que no deja de ser una amenaza que viene de fuera. Perohay otro tipo de seguridad de la que no se habla: la protección del interior de esos pequeños. Su salud
mental, su formación cerebral, su educación en valores. ¿Cómo afecta a su
persona?

La divulgadora educativa canadiense Catherine L’Ecuyer ha estudiado y
publicado mucho sobre estos temas, en concreto acerca de la importancia del
asombro en estas edades tempranas, y yo apuesto más por este planteamiento.
Dar a un niño la opción de publicar sus creaciones en Lego life
mata el asombro, porque el simple hecho de crear perderá importancia y, sin
embargo, adquirirá relevancia la exposición y el feedback que
obtenga por ello.

Ya tendrán tiempo de acceder a las redes. Mientras tanto velemos por su
seguridad interna, protejamos su infancia y sigamos construyendo lego
puertas para adentro.

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