¿El Infinito en Internet? Encontrar a Cristo en los medios . Emmaus Road 2010.

¿Qué ofrece este libro que no tengan ya otros publicados en los últimos
años sobre la relación entre el cristiano y los medios?

Quizá la enorme densidad de utilidad práctico-educativa que se ofrece en
menos de 150 páginas. Se han escrito ya un buen número de volúmenes sobre
la relación entre el modo de vivir la fe y los medios de comunicación del
siglo XXI, pero éste ofrece una perspectiva fresca porque trata de integrar
algunos principios ofrecidos por los documentos de la Iglesia con el modo
de vivir personalmente las virtudes en un contexto mediático global y con
ciertos criterios para educar a los hijos.

Eugene Gan, profesor asociado de Medios interactivos en la Franciscan
University of Steubenville (USA) escribe estas páginas desde una
perspectiva explícitamente cristiana. Son páginas pensadas para sus
alumnos, y apoyadas en textos magisteriales, pero con una proyección ética
válida para personas de otras religiones porque en el fondo propone una
serie de claves para vivir las virtudes como usuarios de los medios de
comunicación.

Gan señala siete claves en torno a las cuales es posible vivir la relación
con los medios teniendo en cuenta las distintas dimensiones de la persona:
equilibrio, actitud de vigilancia o toma de conciencia, dignidad de la
persona humana, plenitud de verdad, inspiración, desarrollo cualitativo,
motivación originada en la experiencia y relevancia. El libro se centra en
explicar cada uno de estos conceptos porque se presentan como las claves
para que un cristiano viva adecuadamente y de modo enriquecedor su relación
con los medios.

Entre el primer capítulo introductorio y el último conclusivo se suceden
otros siete, cada uno de ellos centrado en los siete conceptos mencionados,
que se abordan desde una perspectiva similar: descripción del concepto
clave y su aplicación en 5 fases: reza (pray), busca (research), hazte
preguntas (ask questions), integra (integration), transmítelo a otros
(passing it on). Estas propuestas del autor tratan de explicar que para
vivir de un modo adecuado no basta saber dónde está el bien o conocer los
criterios generales de actuación ya que existen las pasiones y las
dificultades para vivir la fe en un contexto determinado. La obra subraya
que para poder vivir las virtudes es necesario contar con los medios
sobrenaturales (la gracia, a través de la oración) y con algunos medios
humanos como son la reflexión, el examen personal sobre el modo con el que
habitualmente nos relacionamos con los medios y los integramos en nuestra
vida (tiempo, relaciones, finalidad, contenidos) y, por último, la
propuesta activa para compartir con otros ese modo personal de vivir. Por
este motivo, en cada una de estas fases elabora una lista de preguntas o
consejos que pueden ayudar a la experiencia personal y que abarcan temas
muy diversos: ¿Cuánto tiempo dedico a los medios cada día? ¿Qué busco en
ellos? ¿Cómo enriquecen o limitan mis relaciones con los demás? ¿Cómo me
afectan? ¿Tengo un criterio para seleccionar las películas? ¿Cómo presentan
el bien y el mal? ¿Qué contextos mediáticos pueden dañarme espiritual o
moralmente? ¿Cuáles me enriquecen?

En el fondo, la idea que late en los razonamientos de todo el libro es que
los medios son maravillosos y enriquecedores cuando “se viven”, en cuanto
usuarios o en cuanto profesionales, teniendo en cuenta su dimensión moral,
es decir, todo aquello que desarrolla las potencialidades de la persona
humana y la lleva hacia el bien, hacia la verdad. La calidad de los medios,
su contenido inspirador de verdad, pueden potenciar el crecimiento de las
personas si, a través de un uso proporcional y equilibrado se saben
integrar con otros aspectos de la vida. A la hora de decidir los medios a
los que prestamos atención para nuestro entretenimiento o las actividades
que realizamos a través de ellos, es necesario analizar lo que ofrecen y el
modo en el que perfeccionan o dañan a las personas. En cierto sentido el
autor recuerda, desde otra perspectiva y en un contexto mediático, las tres
fuentes de la moralidad de los actos humanos: el objeto, la intención y las
circunstancias. Como apoyo de las valoraciones morales se ofrecen citas del
magisterio de la Iglesia que son muy adecuadas para el mundo de la
comunicación, aunque provienen de documentos muy variados en sí mismos.

Entre los posibles límites del libro se podría señalar que hay una cierta
intención de cuadrar todo excesivamente en torno a las siete claves
señaladas; para ello se fuerzan un poco algunos razonamientos o relaciones
para conseguir asignar una virtud a cada clave, hasta sumar las tres
virtudes teologales y las cuatro virtudes cardinales. Sin duda, el libro da
algunas ideas sobre cómo vivir esas virtudes en un contexto mediático, pero
a veces es difícil captar la relación que se establece entra cada una de
ellas y la clave correspondiente. Además, algunos de los ejemplos que se
emplean para ilustrar las explicaciones se centran excesivamente en
películas cinematográficas, incluyendo algunos conceptos sobre la
representación del bien y del mal que exigirían mayor profundización y
rigor.

El libro se dirige a un público muy amplio, pero es especialmente útil para
educadores y padres de familia porque mira a los medios con simpatía pero
sin ingenuidad, y al mismo tiempo ayuda de un modo sencillo a reflexionar
sobre el papel que éstos tienen en la vida ordinaria, proponiendo algunas
ideas prácticas para vivir uno mismo y para educar a los demás.

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