Verso Dio nel cinema

, (“Hacia Dios en el cine”, Ed. San Paolo, 2013; precio 15€) es el fruto de
la colaboración entre Enrique Fuster, profesor de Teoría e Historia del Cine y de Guión Audiovisual en la
Facultad de Comunicación de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz;
José María Galván, profesor de Teología Moral y de Antropología en la facultad de Teología de la misma Universidad y
la periodista de la Rai Daniela Delfini.

La obra ha unido las distintas sensibilidades de sus autores de forma
armoniosa, sin solaparse, y presenta una selección de recensiones de
películas, reagrupadas según temas específicos, como el problema de dolor,
el sentido de culpa, la libertad de elección, el ansia de eternidad o la
posibilidad de la filiación divina para el hombre.

El fin de la obra es llevar al lector, a través del análisis de las
películas elegidas, como en un viaje (por referirnos al subtítulo
de la portada), hacia la visión del hombre y de la naturaleza humana que ha
surgido en la gran pantalla a partir del siglo pasado, cuando el cine
comenzó a imponerse como la forma de arte más influyente en la sociedad,
por encima de la pintura y de la escritura.

Deteniéndonos en el título, podríamos pensar que el libro nos cuenta algo
sobre la presencia explícita de Dios en el mundo del cine. Podríamos pensar
que nos propone películas cuyos protagonistas sean Dios mismo o los que han
hecho de Él la propia razón de su vida. Sin embargo, aunque pueda
sorprender, la mayoría de las películas analizadas no hablan de Dios
directamente o de santos, sino del hombre en cuanto tal y, por tanto, en
cuanto ser viviente capaz de hacer preguntas sobre el sentido y de buscar
un fundamento a la propia existencia; hablan de una criatura libre de
autodeterminarse pero al mismo tiempo limitada y consciente de la propia
finitud.

El libro, en definitiva, habla del hombre en cuanto ser viviente abierto a
la trascendencia, incapaz de alcanzar la felicidad satisfaciendo
exclusivamente las propias necesidades materiales, ya que se da cuenta de
no ser un mero aglomerado de materia, percibe la muerte como un hecho que
contradice la eternidad a la que se siente llamado y termina por inclinarse
sobre sí mismo cuando renuncia al deseo y a la esperanza de un amor que va
más allá de los confines de la biología.

Las películas tratadas pertenecen a épocas y géneros diferentes, pero
tienen en común la capacidad de hacer emerger una idea esencial: la
presencia o la ausencia de Dios tienen un peso igual y contrario en la
balanza de la vida del hombre. Ésta es precisamente la gran potencia de
«Hacia Dios en el cine». El libro es capaz de hablar de Dios o de su
ausencia a través de las necesidades, las ansias, las expectativas de esa
criatura especial que desde siempre ha buscado la divinidad y que desde
siempre ha amado representarse y reflejarse en las obras de arte creadas
por sí misma.

El protagonista del libro, por tanto, en sentido estricto es el hombre, el
hombre como se le representa en el cine. Dios está más bien detrás del
escenario. No por ello es irrelevante o carece de espacio propio dentro de
la obra. Su presencia se nota: Él está y no podría no estar; solo que, como
sucede a quien trabaja entre bastidores, su obra se ve como por reflejo, a
través de lo que sucede en el escenario.

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