La palabra hogar designa un lugar donde el individuo habita con otros,
creando en ellos la sensación de seguridad y calma. Estas son las
características mínimas de tal espacio humano, según Wikipedia. En
realidad, es mucho más que un espacio seguro. Pero dejemos de lado las
definiciones por ahora.

Lamentablemente el crear hogar no está de moda. O bien por la sensación de
tener que disfrutar antes de “atarse”, o bien por el miedo al compromiso de
la gente joven, el caso es que el hogar se asocia a falta de libertad, a
aburrimiento y hastío.

Sin embargo, el hombre y la mujer necesitan y buscan esa sensación de
seguridad que les produce el hecho de tener un lugar al que volver. Tarde o
temprano se dan cuenta que el hecho de crear una familia y echar raíces es
lo que otorga seguridad y confort.

Les propongo algunas ideas, fruto de mi experiencia personal, hecha de
aciertos y errores, de cómo transmitir esa belleza que es crear hogar.

La primera idea es la importancia del ejemplo. Quienes
estamos enfrascados en una aventura como es el matrimonio y los hijos,
tenemos el gozoso deber moral mostrar la verdad de este compromiso. Sin
sermones que cansan ni palabras solemnes. El ejemplo arrastra, el ejemplo
seduce. Una imagen vale más que mil palabras. Si nos ven contentos a pesar
de las dificultades y los problemas, estaremos dando una imagen amable de
lo que significa crear hogar.

Traer invitados a casa, ser de “puertas hacia afuera”, es
otra característica de gran valor para hacer hogar. Un hogar no es un
ambiente cerrado que aísla. Amigos, familiares, cualquier persona debe ser
bienvenida a casa. De nuevo, íntimamente relacionada con esta idea, surge
el ejemplo. Si nos ven y les gusta lo que ven, querrán copiarlo.

Otro aspecto fundamental es saber crear tradiciones. Y no
me refiero sólo al hecho de vivir las tradiciones de siempre –por ejemplo,
el belén en Navidad-, sino también crear nuevas que sean propias de cada
familia: la película familiar y pizza de los viernes, el desayuno especial
en cada cumpleaños, etc. Tradiciones que inviten a estar en casa. Y a ser
posible divertidas.

Aunque parezca mentira, el orden y organización en casa
también influyen de forma positiva para crear hogar. Establecer rutinas. Hacer “bricolaje”. Que se esté a
gusto en casa. Si tenemos todo patas arriba, sin orden ni concierto,
nuestro humor estará también “desarreglado”. Y menos aún tendremos ganas
para llegar a casa, para invitar gente, etc. No lo digo yo, lo dicen las
gurús de orden que están tan de moda. Incluso estas influencers,
modernas profetas del orden, hablan mucho de tener menos cosas, rompiendo
esquemas a esta vorágine consumista que nos invade en los países
desarrollados.

Y muy ligado a este punto está el contagiar el valor de las tareas domésticas compartidas. Si desde pequeños, tanto a
niños como a niñas, les mostramos la belleza de crear hogar a través de encargos, como poner la mesa, sacar la basura, cocinar…
les estamos enseñando que el hogar es de todos y hay que cuidarlo.

“En casa se celebra todo”. Un aprobado, un compromiso, una graduación. Da
lo mismo. El hecho es celebrar las buenas noticias y hacer
sentir especial a quien las celebra. Celebrar es sinónimo de alegría, de
unión, de fiesta.

Evitar chistes
contra del matrimonio y la familia es también una buena ayuda. Bromas que
no hacen más que infravalorar el compromiso y el Amor de verdad. ¿Algún
ejemplo? “Las teclas del matrimonio son ESC para el hombre y CTRL para la
mujer”, dando a entender que la mujer ejerce un control sobre el hombre y
el hombre escapa de sus compromisos. Tal vez hagan gracia, pero éstos hacen
un flaco favor a todo aquél que esté dudando en formar una familia.

También, cuando los niños son menos pequeños, va bien que pasen unos días
fuera del hogar de campamentos o voluntariado para que
echen de menos las comodidades de tener un hogar.

Una buena comunicación matrimonial y familiar es
necesaria, teniendo la asertividad por bandera. Pues si
dentro de las cuatro paredes expresamos con amabilidad nuestras
necesidades, al hablar con los demás hablaremos de nuestras familias con
respeto y gratitud. Y hay que tener una cosa clara y es que los trapos sucios se lavan en casa. Una cosa es contarle a un
amigo nuestros problemas y otra muy distinta es soltar todo lo que sucede
al primero que pasa.

Y dentro de casa, es importante que haya un lugar en el hogar para el desahogo, en el que se
encuentren papá o mamá, incluso algún hermano. Aunque como dice el sabio
Leopoldo Abadía en sus conferencias, “en el hogar hay que tener la
ventanilla bajada a todas horas”. A los hijos, al cónyuge, a los amigos…

Y por supuesto, y en último lugar, pero no por ello menos importante, que
el hogar sea un lugar de afecto y perdón, como en la
parábola del hijo pródigo. Lugar al que volver porque se te quiere por lo
que eres, no por lo que tienes o por tus éxitos.

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